ALLÍ donde la mayoría contempla la derrota y el abandono, algunos son capaces de intuir un nuevo comienzo a un final. Nadie pensaría que el fondo de una chatarrería de un barrio humilde de Medellín, en Colombia, es un buen inicio. O al menos no parece que sea el mejor. Sin embargo, Sergio Higuita (1 de agosto de 1997), rebelde y apasionado, encontró su tesoro entre un montón de chatarra. Siendo apenas un niño agarró con fuerza el manillar de su destino, la rueda de sus sueños, esos que perseguía desde que compitió con cinco años en la carrera anual que un periódico local organizaba. “La noche anterior no podía dormir por los nervios. Aquellas carreras lo eran todo para mí”, rememora Higuita. Esas fueron sus primeras pedaladas. Descartado el fútbol “porque era muy malo”, Higuita, que era el más resistente de su clase cuando daba vueltas a la pista en el colegio, se enamoró irremediablemente de la bicicleta.

Entre un amasijo de hierros, en Castilla, el barrio donde reside su familia y antes lo hizo el celebérrimo René Higuita, exportero de la selección de Colombia, encontró su El Dorado. En realidad, Higuita dio con otro hierro. Apenas un cuadro azul celeste que necesitó ser reparada y adecuado por su padre, Leonardo, le abrió las puertas de su cielo. “Fue mi primera bici de ruta. Un hierro que encima conseguí intercambiando mi mountain bike para ello” recuerda el joven colombiano de la Fundación Euskadi, un ciclista que ha conseguido elevar la ceja del planeta ciclista con su explosivo inicio de curso, refrendado en la Vuelta a Andalucía con el séptimo puesto de la general después de destacadas actuaciones entre la jerarquía del pelotón. Higuita, apenas 21 años, cedido en la formación vasca por el Education First, se ha puesto en órbita impulsado por la ambición que sostiene un andamiaje enjuto que enfatizan su vertiente escaladora, si bien posee más radio de acción debida a la potencia de sus piernas, que contienen la memoria del músculo adquirido en el velódromo. “Competí en el velódromo durante varios años a las órdenes de Efraín Domínguez”, recuerda Higuita.

Al anillo llegó desde el carril bici que se emplea los domingos en Medellín. Higuita, acelerado, corría tanto que le recomendaron que acudiera al velódromo. Allí se subió a una bicicleta de su talla. “Era roja y gris. No tenía marca, pero yo le puse unas pegatinas de Gios”, ríe el colombiano sobre aquella montura que adquirió a un señor mayor y que le situó sobre el sillín del futuro. “Mis padres me apoyaron en todo porque veían que estaba centrado, que iba en serio, pero el colegio era lo primero”, desgrana el ciclista. Leonardo Higuita y Marlene García, los progenitores de Sergio, le allanaron el camino. Después, el talento le elevó con fuerza. Perteneció al 472, el filial del Manzana Postobón, una institución en Colombia, donde se venera el ciclismo. “Se disputan muchas carreras. Me costó adaptarme porque muchas veces competíamos a 2.500 o 2.800 metros de altitud. Yo soy de la ciudad y vivía a solo 1.500 metros. Me costaba respirar y recuperar”, desgrana Higuita, que continuó escalando entre los elegidos hasta ser profesional.

carácter ganador El Manzana Postobón reclutó a la joven promesa, que creció de tal manera que fue capaz de elevar los brazos en la Vuelta a Colombia. Lo hizo en Manizales, donde hacía 30 años que un ciclista sub’23 no vencía. También se llevó una etapa en la Clásica Río Negro de su país. El aterrizaje en el ciclismo europeo fue más duro. Compitió en la Vuelta a Asturias. Se chocó contra un muro de realidad. “Se corría muy diferente a Colombia. Perdí 20 minutos el primer día”, apunta. Higuita, luchador, decidió que ese no sería su final. Elevó el mentón y conquistó la clasificación de la montaña. Se le encendió la mirada. Brillo ganador. “Me gusta atacar. Quiero ser un capo en el futuro y estar con ellos”, indica con determinación. No duda.

El Education First le echó el ojo. En él ven el futuro. Después se lo cedió a la Fundación Euskadi hasta junio. “Me tratan muy bien. Hay un gran ambiente y nada de presión. Es un gran equipo donde aprender. Yo lo conocía de cuando veía el Tour. El color naranja del Euskaltel”, expone. El tono de algunos amaneceres. El suyo no puede ser mejor. En su estreno con la formación vasca en Mallorca fue sexto. Mikel Landa, presidente de la Fundación, le aconsejó calma. “Sus palabras son lecciones de oro para mí. Me dijo que fuera paciente y que disfrutara”, rescata Higuita de aquella conversación. En el gozo del inicio de campaña, Higuita se ha mostrado tan competitivo que el Education First lo recuperará antes de tiempo para que dispute el Tour de California. Mientras tanto, sueña con ganar “el Giro y la Vuelta y ser campeón del mundo”. La pasión de Higuita.