El Barcelona recuperó el cetro de la ACB siete años después con absoluta superioridad sobre el Real Madrid, que ha llegado a la final con la energía bajo mínimos y se ha topado con un rival hambriento y con ganas de sacarse la espina de la Euroliga. Solo Micic y Larkin, los dos jugadores más desequilibrantes de Europa, han impedido que la apuesta del baloncesto azulgrana haya acabado con el triplete. La mejor plantilla de su historia, al menos la más profunda, a la que en marzo llegó la guinda de Pau Gasol, y la constante ambición de Saras Jasikevicius han armado un bloque que con su despliegue físico ha marcado las diferencias en las citas importantes.

El Real Madrid, por su parte, suma dos temporadas seguidas sin ganar la Liga y la primera con Laso sin lograr uno de los títulos gordos, pese a que no perdió un solo partido fuera de casa hasta las semifinales. La Supercopa es un escaso consuelo para un equipo que ha sufrido deserciones con la campaña empezada y un carrusel de lesiones devastadoras, pero que no ha dejado de competir pese al enorme desgaste en algunos de sus piezas más destacadas tras 88 partidos en las piernas.

Para el Barça, el de ayer fue su nonagésimo choque del curso, más que nunca y una barbaridad en cualquier caso, pero sus recursos han sido ilimitados y, por ejemplo, Claver ha acabado fuera de la convocatoria. En el segundo partido de la final, salieron decididos a ponerlos sobre el parqué desde el primer momento. Su inicio con un parcial de 16-5 fue algo más que una declaración de intenciones. Una defensa impenetrable y un ataque certero alejaron lo suficiente a los madridistas, que no estaban para soportar ritmos altos. Esta vez el brillo ofensivo no fue de Cory Higgins, sino de un Nikola Mirotic con cierto aire reivindicativo del protagonismo que reclama su contrato que resultó imparable para un frustrado y ansioso Garuba y para cualquiera que le pusieran Laso delante.

Un parcial sin continuidad

Total, que la ventaja del Barça creció hasta llegar a la veintena de puntos porque el Real Madrid se estrellaba contra una defensa que tenía respuestas para todo y no cedía una sola ventaja. El descanso solo sirvió para aplazar la sentencia. Un parcial de 0-9 llevó a los blancos hasta el 66-53 en el tercer cuarto, un último amago de rebelarse ante el destino, pero los azulgranas contestaron con un 8-0, que incluyó un triple de Pau Gasol y un mate de la leyenda tras correr la cancha por el centro como el chaval de 20 años que fue MVP de la final en 2001 y se fue para triunfar en la NBA.

Al margen de su aportación numérica, muy destacada dadas sus circunstancias, el pívot de Sant Boi ha sido decisivo en el aspecto mental, en contagiar su ilusión, su tranquilidad y su conocimiento del juego a un equipo y a un entrenador que a veces han pecado de manejarse con excesiva tensión. Ese último parcial del Barça, después de unos minutos de juego muy abierto, fue la puntilla para el Real Madrid, al que le negaron el tiro exterior y se quedó sin la manera de anotar con continuidad. En cambio, Kuric no fallaba una, Calathes metía canastas con suficiencia y ya solo quedaba que pasaran los minutos y acabara una final que ha tenido menos emoción de la que se espera en un duelo entre los dos gigantes de la Liga Endesa. Pero el Barça ha sido muy superior, ha dejado sin oxígeno a su gran rival y ha rescatado el trono de la Liga Endesa siete años después y el doblete tras una década. Si esto es un cambio de ciclo, lo tendrá de dictar el verano.

Barcelona 92

Real Madrid 73

FC BARCELONA: Calathes (15), Hanga (2), Higgins (4), Mirotic (27), Davies (6) -cinco inicial-, Bolmaro (3), Smits (6), Gasol (11), Abrines (6), Kuric (10), Westermann (0) y Oriola (0).

REAL MADRID: Alocén (15), Abalde (7), Taylor (5), Garuba (4), Tavares (12) -cinco inicial-, Causeur (5), Rudy Fernández (0), Tyus (9), Poirier (4), Carroll (5), Llull (0) y Vukcevic (1).

Parciales: 26-15, 48-30 (descanso), 77-55 y 92-73.

Arbitros: Conde, Pérez Pizarro y Castillo. Sin eliminados.

Incidencias: Segundo partido de la final de la Liga Endesa disputado en el Palau Blaugrana ante 1.000 espectadores.