Bilbao - Por momentos, el extraordinario trabajo del Bilbao Basket en la Fuente de San Luis corrió un gran riesgo de quedarse sin recompensa. Huérfanos de Jaylon Brown y Tomeu Rigo, los hombres de negro habían llevado casi todo el tiempo el control del partido a base de poner sobre la cancha mayores dosis de contundencia y equilibrio que su rival, pero el Valencia Basket, un equipo repleto de recursos, afiló su mirada y se lanzó al abordaje en los minutos finales. Así, la renta visitante empezó a menguar y a ocho segundos del final, después de que con 75-78 en el marcador Ben Lammers fallara dos tiros libres y Quino Colom engatillara un triple en posición forzadísima -pudo haber sido de dos, dependiendo de la imagen del instant replay que se mirara- pese a que Álex Mumbrú había exigido a los suyos hacer falta para evitar precisamente un misil desde más allá de la línea de 6,75, el duelo tenía toda la pinta de viajar a la prórroga. Pero quedaban ocho segundos, tiempo suficiente para armar una última jugada.

Thomas Schreiner sacó de banda para Axel Bouteille y el aclarado para el francés, emparejado con Alberto Abalde y casi en el centro de la cancha, fue total. El galo, como en tantas otras ocasiones, había sido el faro ofensivo de los hombres de negro y no se lo pensó dos veces. Ni se acercó demasiado a la canasta ni dejó pasar mucho tiempo. Con un solo bote y cuatro segundos en el reloj, se levantó desde unos nueve metros en el momento en el que su par dio un paso atrás para protegerse y lo único que se escuchó fue el celestial sonido del balón fundiéndose con la red. El Bilbao Basket, con catorce jornadas por disputarse todavía, ¡catorce!, acababa de conquistar el objetivo con el que arrancó el curso, esas doce victorias que acostumbran a ser sinónimo de salvación, porque el último ataque de los anfitriones, con Colom de nuevo lanzando desde la lejanía, no encontró su objetivo. Una nueva gesta para la colección de un grupo humano en el que se ha instalado un gen inconformista y rebelde que hace que jugadores y técnicos quieran más y más. Por cierto, cinco de cinco en duelos ante rivales de Euroliga. Extraordinario.

Porque el Bilbao Basket debería ser, si en esto del deporte decidiera la pura lógica, un equipo tan cogido con alfileres en su andamiaje que cualquier ausencia debería hacer que se desplomara cual castillo de naipes. Más si el ausente, Brown, es el jugador más diferente del equipo; y más todavía si la otra baja, Rigo, es la pieza llamada a sustituirle. Pero los de Mumbrú se comportaron ayer en Valencia como un equipo sin complejos ni temores, con un grado de seguridad que fue haciendo mella en un rival que no puso desde el principio toda la carne en el asador tras batir el viernes en el mismo escenario al Panathinaikos y acabó pagándolo caro. Los visitantes jugaron con orden, seriedad y pulcritud y al final fue Bouteille, tal y como hizo anteriormente en Murcia, el que acabó disfrazándose de héroe con un triple lejanísimo, pero antes hubo otros muchos compañeros que se enfundaron el mono de trabajo para cocinar el éxito a fuego lento. Como el excelente Emir Sulejmanovic, tan efectivo de cara al aro (18 puntos) como eterno batallador, como Ben Lammers y Ondrej Balvin, que permitieron escasísimas alegrías en las distancias cortas, como Jonathan Rousselle y Schreiner, vertical y dañino el primero y generoso con nueve asistencias el segundo, como Rafa Martínez y su acierto triplista en su retorno a la cancha donde es idolatrado después de tantos y tantos años de gran servicio, como... Como todos, desde el primero hasta el último. Porque solo así se puede batir a domicilio a un cuadro tan largo como el de Jaume Ponsarnau, que lució un gran 47% en triples con 14 dianas, pero al que los visitantes amargaron la vida cuando buscó situaciones más cercanas.

El gran arranque de encuentro de Sulejmanovic sirvió para que fuera el Bilbao Basket el equipo que primero pegara en la Fonteta. Dos canastas bien fabricadas debajo del aro y un triple del balcánico sirvieron a los de Mumbrú para soltar amarras, pero el Valencia Basket no se dejó sorprender merced al acierto de sus interiores, Dubljevic y Labeyrie, en el triple. Los anfitriones no tardaron en equilibrar la balanza e incluso pasar a controlar el luminoso, pero el Bilbao Basket aguantó el envite en el momento en el que se activaron las rotaciones. Con Sergio Rodríguez dando descanso a Rafa Martínez como escolta y Arnoldas Kulboka de guardaespaldas de Bouteille como tres, los visitantes no le perdieron la cara a la contienda, que cerró su primer cuarto con un ajustadísimo 20-19. Con un parcial de 0-6, los hombres de negro no tardaron en recuperar el control de la situación (25-27) antes de que Sastre, con dos triples seguidos, devolviera el golpe (31-27), pero eran los visitantes los que mejor le tenían cogido el aire al duelo. Al Valencia Basket le faltaba filo y contundencia, los de Mumbrú localizaron ese punto de vulnerabilidad y se lanzaron a aprovecharlo. Así, dos triples de Rafa Martínez y otro de Bouteille dieron forma a un parcial de 0-11 que dibujó un esperanzador 31-38 en el ecuador de la cita.

En la reanudación, el Bilbao Basket mantuvo su vigor y su renta se fue a los diez puntos (36-46). Entre Dubljevic y Abalde mantuvieron a flote a los anfitriones, pero un par de canastas de Cruz y un triple de Rodríguez en momentos importantes permitieron a los de Mumbrú mantener una buena renta (52-59) a diez minutos del final. Con Dubljevic en barbecho, Colom asumió responsabilidades desde la línea de tres puntos y la ventaja visitante comenzó a menguar, aunque entre Bouteille y Sulejmanovic hicieron que el Bilbao Basket se mantuviera por delante en el luminoso. Con 75-76 a 41 segundos del final, un mate de Sule dio mucho aire a los suyos y parecía que Lammers iba a sellar el éxito desde la linea de tiros libres. Sin embargo, aún quedaba mucha tela que cortar y mucho que sufrir, aunque la sangre fría de Bouteille y su celestial triplazo acabó haciendo justicia.