ESPAÑA: Rubio (19), Rudy (2), J. Hernangómez (8), Claver (9) y Gasol (33) -cinco inicial-, Ribas (7), Oriola (0), W. Hernangómez (0) y Llull (17).

AUSTRALIA: Mills (34), Dellavedova (6), Ingles (4), Baynes (6) y Landale (3) -cinco inicial-, Bogut (12), Creek (2), Kay (16) y Goulding (5).

Parciales: 22-21, 32-37 (descanso), 51-55, 71-71 (final), 80-80 (1ª p) y 95-88 (2ª p).

Árbitros: Locatelli (BRA), Sahin (ITA) y Bermúdez (MEX). Sin eliminados.

Incidencias: 9.000 espectadores en el Wukesong Arena de Pekín.

bilbao - España volverá a jugar mañana la final de la Copa del Mundo trece años después de aquella que le dio su mayor gloria y en el mismo escenario, el Wukesong Arena de Pekín, en la que llevó al límite a Estados Unidos en la final olímpica de 2008. Y lo hará en el torneo en el que por primera vez no había ningún miembro de los júniors de oro, de esa generación de 1980 que cultivó e hizo florecer con el comienzo del siglo XXI un hábito ganador, un instinto competitivo que, por lo que se ve, no han marchitado cuando está cerca de acabar la segunda década.

El equipo de Sergio Scariolo, al que hay que atribuir gran parte del mérito de este éxito por su manejo de todo el proceso que comenzó con las polémicas ventanas, tuvo que sufrir como pocas veces ante Australia, una selección dura, pero que además juega muy bien al baloncesto con el faro que supone Patty Mills, cuyo nivel se multiplica en cada ocasión que se pone la camiseta aussie. España atravesó momentos críticos, su defensa pareció vulnerable ante el pequeño jugador de los San Antonio Spurs y el rebote defensivo flaqueó durante muchos minutos ante Mic Kay, que se aprovechó de que nadie la prestaba atención para sumar siete de las veinte capturas de su equipo en el aro enemigo y añadir los puntos que no hizo un bien controlado Ingles.

Mediado el tercer cuarto, Scariolo reclamaba solidez defensiva a sus jugadores, atención a esas cuestiones aparentemente sencillas que estaba suponiendo un problema. Pero su equipo necesitaba algo más porque el ataque no terminaba de carburar. Y ese más lo puso Marc Gasol, al que se estaba echando en falta durante la Copa del Mundo en una versión más incisiva. El pívot de Sant Boi, que acumula 114 partidos en sus piernas, llegó al descanso con solo cuatro puntos de tiros libres y su equipo le reclamó no para distribuir el juego, sino para finalizar dentro de la zona donde los australianos habían levantado una pared. Gasol lanzó nueve triples, pero también diez tiros de dos y ocho tiros libres para elevar su cuenta a 33 puntos, 29 de ellos entre la segunda parte y las dos prórrogas.

Con el catalán involucrado en la anotación, España encontró el equilibrio y empezó a crecer en defensa, aunque Australia aún ganaba por siete puntos (60-67) a 4.35 del final. Un poco a lo Rafa Nadal, los de Scariolo no perdieron la fe, pelearon cada posesión y a ocho segundos del final, Gasol anotó dos tiros libres para el 71-70. La defensa, la seña de identidad de esta España en el torneo, debía intervenir, pero Mills sacó una falta. La estrella australiana solo metió un tiro libre y, probablemente, se les escapó la gran oportunidad a los oceánicos.

A partir de ahí, el partido fue un drama, con los dos técnicos exprimiendo a sus jugadores principales. Scariolo, por ejemplo, no hizo ningún cambio en los diez minutos añadidos. España se adelantó en la primera prórroga, pero Gasol, con enorme sangre fría, tuvo que meter otros dos tiros libres a cuatro segundos del bocinazo para estirar aún más la semifinal. Y entonces ya todo fue cuestión de cabeza. España, que sumará once medallas en los últimos trece torneos, está llena de ganadores que no se arrugaron. Llull nubló a Mills con una defensa mixta, sus compañeros cerraron los huecos que pudieran quedar y cuando el balón quemaba el jugador del Real Madrid aún tuvo arrestos para clavar dos triples que hundieron a Australia, cuyos tiros sonaban desde hacía un rato a derrota.