Asus 28 años, Iván Martínez (Valladolid, 1990) sabe lo que es vivir cientos de caras en el mundo del baloncesto. Grandes experiencias conviven con momentos más complicados en la carrera del vallisoletano. Hace no mucho, las luces del mejor baloncesto del continente le iluminaron cuando jugó dos partidos de Euroliga con el Baskonia. Pero Martínez también conoció el lado más oscuro de este deporte, cuando una serie de lesiones le mermaron muchísimo e incluso llegó a rondarle por la cabeza si merecía la pena seguir en activo. Sin embargo, cada buena experiencia y también cada palo le sirvieron al actual escolta del Zornotza para madurar a marchas forzadas, para aprender que lo importante es el presente. Con esa idea llegó al conjunto vizcaino y su gran objetivo no es otro que el siguiente partido, en este caso mañana a las 20.45 horas en la pista de uno de los gallos de la LEB Plata, el HLA Alicante.

En la temporada 2013-14 Martínez cumplió el sueño de muchos jugadores al debutar en la ACB, aunque lo hizo de una manera atípica. Las circunstancias hicieron que el vallisoletano diera el salto a la máxima categoría forzado por la crítica situación económica que vivió aquella temporada el Valladolid. La alegría de jugar en esa liga se alternó con un escenario muy complicado. “Sabíamos que sería un año duro porque el equipo estaba cogido con alfileres. Había muchos jugadores que iban y venían por los problemas económicos. Era muy duro trabajar día a día y sobre todo llegar a los fin de semanas sabiendo que íbamos a perder y a ver de cuánto perdíamos”, recuerda. Aunque Martínez no se vino abajo y con la ayuda de Ricard Casas, entrenador suyo en aquella época, trató de sacar el lado positivo y “disfrutar de un año entero en ACB, algo que para mí fue maravilloso y me sirvió como un gran aprendizaje”.

Esta temporada fue el preludio de una de las épocas más oscuras en la carrera de Martínez. Unos problemas en el hombro le lastraron en su curso en LEB Oro con el Valladolid y luego encadenó diversas lesiones musculares. “Es la parte oscura que tiene este deporte, la que no se ve. Ha habido momentos de rozar la depresión casi y de plantearme si quería jugar al baloncesto”, cuenta. Esta situación le obligó a “madurar mucho y rápido” para poder salir adelante y darse cuenta que la mejor manera para ello era apoyarse en los suyos, “que son los que me empujan y ayudan”. A base de trabajo dentro y fuera de la pista pudo volver más fuerte que antes y entonces llegó su gran oportunidad.

debut en la euroliga El Baskonia le incorporó a su disciplina para alternar sus dos equipos. Era su mejor momento. Llegaban los elogios por parte de Pablo Prigioni, entrenador en aquella época de los gasteiztarras, y debutó en la Euroliga ante el Zalgiris Kaunas para jugar pocos días después contra el Brose Baskets. “A pesar de que jugué un poco los minutos de la basura, el nivel físico era altísimo. El primer partido estuvo lleno de nervios y el segundo fue para disfrutar”, afirma. Fue su momento álgido. Un fogonazo de luz y la confirmación de que la oscuridad había quedado atrás. “Cuando di la noticia fue como una fiesta. La alegría no fue tanto por mí, quería comunicárselo a toda la gente que me había ayudado porque fue un trabajo de todos y quería que la gente lo disfrutara conmigo”, añade.

Sin embargo, al vallisoletano le faltaban los minutos en el Baskonia. No estaba dentro de la rotación del primer equipo y en el filial tampoco encontraba su hábitat más cómodo. “Estoy muy agradecido al Baskonia por la oportunidad y lo he disfrutado mucho, fue un sueño entrenar con esa gente que veía en la televisión como Marcelino o Shengelia, entre otros. Pero había que cambiar”, argumenta. En su camino apareció el Zornotza y “desde el primer momento tuve conexión con el entrenador y el club”. Encantando con el pueblo y con el equipo, Martínez vive ahora otro capítulo más en su carrera, otra cara diferente dentro del baloncesto y que espera que vuelva a tener otra sonrisa.