bilbao - Lo que sucede en el Gran Premio de España es motivo de especial reflexión, porque es habitualmente el escenario para la introducción de mejoras en los monoplazas. Llegan los paquetes de las fábricas. Los necesitados los reciben como los agricultores a la lluvia para los secarrales. Es agua de mayo. Cuando el albor de la temporada viene mal dado, el personal de la Fórmula 1 se emplaza al Circuit Barcelona-Catalunya para evaluar la capacidad y margen de progreso. Algunos -actualmente casi todos- esperan milagros. El paddock respira a expensas de evaluar los cambios que puedan traer las novedades.

El tren ya ha pasado por la quinta estación de la temporada y la vida sigue igual: hay un equipo que campa a sus anchas por el campeonato. Nadie lo puede detener. La F-1 es abundancia o sequía. Sin medianías. Ya en la cuarta ronda del Mundial que fue el GP de Azerbaiyán, la escudería Mercedes batió el récord de Williams establecido en 1992 con Mansell y Patrese, cuando firmó tres dobletes en las tres carreras inaugurales. Pleno. En Bakú, la fábrica alemana firmó el cuarto 1-2. Pleno al cuadruplicado. Ayer, para alejar la gesta de generaciones venideras, pasaron a ser cinco. Quintuplicado.

El presente es insultante. Mercedes ha borrado la palabra competencia. Liberty Media, la compañía propietaria de la F-1, esa que jubiló al patrón Ecclestone con la máxima de imprimir paridad a la competición, solo puede remediar este percal con lastre. Plomo en los asientos. O amputando extremidades. Como en el medievo con el ladrón. A los Ferrari, Red Bull y demás solo les queda invocar a la gama de divinidades o llamar a las fuerzas de la naturaleza para que lluevan oportunidades de victoria.

diferencias siderales Ayer, por ejemplo, un accidente en la vuelta 46 de las 66 pactadas reseteó la carrera. “¡A por ellos!”, pensaría Chase Carey, la cara visible de Liberty Media en las carreras. La aparición de un coche de seguridad en la pista anuló las diferencias. La prueba se reanudó en el giro 53. O sea, el certamen se transformó en un esprint de 13 vueltas. Cuando existe una superioridad evidente, sideral, una carrera encogida ensancha proporcionalmente las esperanzas de los actores secundarios. El ritmo sostenido, la fiabilidad? son factores con menor incidencia. Pero ni con esas hubo intimidación. Imposible desbancar a los Mercedes.

Esas 13 vueltas bastaron para que el tercer clasificado, el Red Bull de Max Verstappen, cediera casi 8 segundos con el líder. Menuda broma.

Otro momento que ilustra el dominio: en la vuelta 25, por detrás de los Mercedes rodaba el Ferrari de Charles Leclerc... a 23 segundos del líder. Muy mal gusto. A este paso, Mercedes va a tener que dejar ventaja a sus rivales para dar lustre a sus hazañas.

La emoción de la F-1 es la incertidumbre de qué piloto de Mercedes ganará. Ayer la imagen más representativa -y que honra a los pilotos- fue ver a Lewis Hamilton y Valtteri Bottas alzar como un trofeo al presidente de honor de Mercedes, Dieter Zetsche. Y es que pilotar un Mercedes es viajar con el éxito de copiloto. Es un tesoro para las manos y las posaderas.

Por el diseño del trazado, esa emoción fue microscópica: una curva. Circuito de 16 curvas y 66 vueltas... Un total de 1.056 ángulos. Imagínense que minúscula la emoción... En ese primer recodo de la carrera culminó Hamilton sus expectativas. “Lo más importante va a ser la salida”, advirtió Bottas recién firmada su pole. Dicho y hecho. En esa tumba perdió su condición y el liderato del Mundial. “El embrague no se ha comportado del todo bien”, señaló, como el futbolista que mira al césped buscando un montículo tras fallar un gol cantado.

Bueno, siendo sinceros, tras la entrada del safety car en la vuelta 46 Hamilton tuvo que proteger la primera posición. En ese momento gozaba de siete segundos de ventaja que se esfumaron por el accidente de Stroll y Norris; en el transcurso de la carrera la renta máxima del inglés sobre Bottas, que secundó a su homólogo en todo momento, llegó a ser de diez. Hamilton, para apresar la victoria, abrió cuatro segundos en dos vueltas. De ahí, a la cúspide del campeonato, con la vuelta rápida en el zurrón. El de Stevenage cuenta 112 puntos; el extinto líder abraza 105 unidades.

Bottas, que en la sesión para formar la parrilla mejoró el crono de Hamilton en 634 milésimas -una barbaridad-, fue incapaz de encadenar a su compañero. No vio ni la sombra. El finlandés corrió sin DRS. No fue así literalmente. Los Mercedes comenzaron a doblar pilotos en la vuelta 19.

Cuando se piensa en el papel de Ferrari ayer, hay que aplaudir. De perdidos, al río... Con el panorama que ha asentado Mercedes solo se puede decir ¡bravo! a los bólidos italianos. Ayer, por pretender reducir el abismo que les separa de los Mercedes cedieron la tercera posición de la prueba y, por ende, del campeonato, ahora en manos del avispado Verstappen.

vettel, en modo kamikaze Sebastian Vettel partía desde la tercera pintura. Se lanzó poseído por la frustración en la curva 1. Su alerón llegó a liderar la carrera en los primeros metros, cuando Hamilton y Bottas, este cual jamón del sandwich, pilotaban en paralelo. Un trío sin cama para frenar los arrestos. Eso sí, Vettel metió el morro por una apurada de frenada que dio como resultado la cuadratura del círculo. Su neumático delantero derecho se aplanó. Adiós podio. Fue como un kamikaze en Pearl Harbor. Su batalla, de nuevo, fue con Leclerc.

Vettel, a la postre cuarto, y Leclerc, quinto, jugaron al gato y el ratón. ¿Quién era quién? Se alternaron el rol. Con el plano en su neumático, Vettel cedió su lugar a Leclerc. Orden de equipo que el box tardó cuatro vueltas en imponer. Demasiado para la evidencia que se plasmaba. Más adelante, la situación de invirtió. Otras tantas vueltas en adoptar la decisión. Sin ritmo, con fallos en el pit-stop y tardías elecciones estratégicas, Ferrari no podía pedir más a la carrera: cuarto y quinto puesto. Ni las migas.

Verstappen, Red Bull, es lo más cercano a los Mercedes. 64 puntos; 48 menos que Hamilton en solo cinco episodios. Vaya final aguarda... A pesar de ello, el holandés fue elegido Piloto del Día. Su obra maestra la dibujó en las tres curvas del amanecer. En ese lapso conquistó dos posiciones. Se zampó a los Ferrari.

¡Qué curioso!: en cinco carreras solo un piloto que conduce un Mercedes ha sido reconocido como el más brillante del día: Bottas, en la cita de Australia, en el descorche del campeonato. Quizá visto lo visto el soberano público ha sentenciado que viajar en Mercedes es abusar. Tal vez sea la manera de restar mérito a las manos de sus pilotos. Igual es el modo de proyectar esperanza en alguien, cualquiera, para ver si es capaz de plasmar el insospechado cambio. Porque esto es Mercedes, Mercedes, Mer...