ETXARRI-ARANATZ- “La gente está con ganas de que llegue el 7 de julio”, desgrana Aitor Zubieta (Etxarri-Aranatz, 1984). El Labrit de Iruñea, donde empezó su carrera, rendirá un sonoro homenaje al zaguero de Sakana en San Fermín. El exprofesional de Aspe recibe a DEIA en un día encapotado de calor en el que las muestras de cariño en el pueblo hacen que tenga que lanzar un saludo a cada minuto.

Han pasado unos días desde el anuncio de su retirada de la pelota a mano profesional. ¿Cómo se encuentra?

-Ha sido algo abrumador. La respuesta que ha tenido la gente en todos los lados, no solo en Etxarri-Aranatz o Sakana, ha sido una pasada. No he parado de recibir apoyo de infinidad de sitios. No puedo ni enumerarlos. Estoy muy contento por ello. Por otro lado, personalmente me he quedado muy bien. Ha sido como quitarme una mochila enorme de encima. Me ha dado pena, pero me he liberado.

¿Cómo ha sido todo este curso antes del anuncio?

-Ha sido muy duro. No he estado quieto, pero han sido meses complicados. Ver que no avanzas es algo jodido. Yo me suelo mantener bastante arriba, pero los de casa me han ayudado un montón: mi mujer, mi familia, mis amigos? No están todo el día preguntándote, pero te ven la preocupación en los gestos. Además, la gente me ha brindado todo el apoyo. Cuanto más tiempo pasaba, más me apoyaban.

El público no se olvida de Zubieta.

-Me extrañaba, porque pensaba en que llevaba ya un año parado. La gente me preguntaba siempre por cómo estaba.

La rueda de prensa fue emotiva para todo el mundo. ¿Cómo la vivió usted desde dentro?

-Muy tranquilo. Fue duro aceptarlo, hacerme a la idea y contarlo a los de al lado. Una vez que lo aceptas, que ves que no hay más camino posible, tienes que dejarlo. Cuando lo asumes, sufres un golpe grande, pero yo salí con las ideas claras. Fui con apenas unas notas y con todo lo que quería decir bastante claro, pero al sentarte ahí te dan la palabra y la primera frase ya no te sale. Se te hace un nudo en la garganta. Aun así, dije todo lo que quería decir. Me quedé a gusto. Quizás me olvidé de gente, pero a grandes rasgos comenté lo que quería. Saqué lo que tenía dentro. Al acabar, se me cambió la cara.

Llega el momento de hacer balance de la carrera deportiva, ¿no?

-Podía haber sido mejor o peor. Me quedo contento porque siempre he hecho todo lo que he podido. Eso para mí es importante. Te quedas con la sensación de que has hecho tu trabajo. Quizás si no hubiera tenido tantas lesiones desde el principio, al haberme fastidiado tan joven, no sé lo que habría pasado. Al final, tuve que andar un poco a contracorriente en los entrenamientos. Aun así, por lo hecho, estoy contento.

Una txapela del Parejas en 2010, otra final en 2015, muchos años en Primera?

-Siempre he ido a tope. He tenido la gran suerte o la gran desgracia de haber tenido a mi alrededor un elenco de pelotaris de muchísimo nivel. Eso te hace mejorar. He pasado por varias generaciones de zagueros. Por ejemplo, Elkoro, Berna, Zezeaga, Beloki, Otxandorena, Zearra, Oskar Lasa, Ruiz, Laskurain, Eulate, Begino? Y he seguido ahí. De hecho, cuatro meses antes de lesionarme jugué una final. Estoy contento por haberme mantenido ahí.

Los trofeos no lo son todo.

-Los títulos que has ganado están ahí. Estoy muy feliz por ello y he peleado porque hubiera más. Lo que de verdad llena es que he compartido un montón de cosas con la gente que tengo cerca. Eso hace que te unas más a ellos. Une más a la familia y a los amigos. Por otro lado, está el público. Que hayas trabajado por una esperanza y que se te valore y se te quiera por ello quiere decir que somos privilegiados. Lo he valorado siempre. Es una pasada.

Tiene la suerte de haber hecho siempre lo que le gusta.

-Yo valoro las cosas que me quedan. Me llevo muchas experiencias que me llenan y esas no se van a ir a ningún lado.

¿Cree que deja un legado en la pelota a mano?

-No sé. Me voy contento porque mis compañeros me han lanzado palabras muy bonitas. Son compañeros y amigos. Tanto los más veteranos como los más jóvenes me han dicho palabras que calan por dentro. ¿Si dejo poso o no? Quiero creer que sí. Según me han transmitido, los calificativos son muy gordos.

Ha sido una referencia en el vestuario durante muchos años.

-Me llevo muchas amistades. Durante estos años, me han venido a comentar inquietudes y a pedir consejos. Para mí eso es muy importante. Es un orgullo que mis compañeros hayan contado conmigo siempre. He hablado con muchos de ellos y les he comunicado que sigo igual y estoy para lo que necesiten.

Fue un joven veterano.

-Me tocó. No me puedo quejar. He vivido un cambio brutal en la pelota y me ha gustado. Fui joven veterano, pero me voy siendo veterano aunque algo menos joven (risas).

¿A qué cambios se refiere?

-Hay muchos. La forma de entrenar, porque ahora es todo más individual; el tipo de pelotari, el material, el juego, la velocidad? Ahora los zagueros tienen que jugar diferente. Se explotan recursos casi ilimitados. Nos estamos acostumbrando a cosas sencillas, pero que son muy difíciles. Casi todos esos cambios los trajo Juan Martínez de Irujo. Todos los que han llegado después han venido a la sombra de ese tipo de juego.

Continúe.

-Aimar y Juan han llevado este juego a límites insospechados. Lo más complicado es hacer que lo difícil parezca fácil. Y lo hacen.

¿Nos acostumbramos mal a ver esa excelencia personificada en un ramillete de pelotaris increíble?

-Sí. Pero nos hemos ido yendo y han entrado otros. Los jóvenes están entrando. El problema es que, por A o por B, se han quedado sin pelotaris veteranos de ese nivel para mezclar. Ha sucedido ese cambio.

El manista veterano es necesario.

-Tiene mucho que aportar. El joven es la frescura. Hay chavales que juegan una barbaridad. Tenemos que darnos cuenta de que la mayoría son muy jóvenes y no podemos caer en el error de ponerles etiquetas porque han debutado y no cuajan en dos años. Hay que tener paciencia. Todos necesitan su tiempo de maduración. Quedan muchos días de soles y de sombras.

¿Qué diferencia hay entre el debutante de 2004 y el de ahora?

-Había menos oportunidades de dar el salto. Fui durante unos años el más joven. Había más pelotaris de entre 30 y 40 años que entre 20 y 30. Eso sí, hay que darles la oportunidad. El joven siempre es más echado para adelante. Tenemos confianza y la frescura que traen los chavales jóvenes no la cambio por nada. Yo tuve una relación similar con los veteranos de entonces.

¿Qué ha sido para usted la pelota?

-Todo. Ha sido uno de los pilares centrales sobre los que ha orbitado mi vida desde que era un niño. A mi familia y a mis amigos siempre les ha gustado la pelota. Mi padre y mi hermano jugaron y, también, muchos de mi cuadrilla. A mi alrededor es un deporte muy importante.

Un pelotari necesita de una familia que le apoye.

-El que he tenido ha sido incondicional desde que era un niño hasta hoy. Mis padres han sacrificado todo, y disfrutado, por ir con mi hermano y conmigo a cada partido. Sin eso, es complicado que puedas llegar arriba. Los padres y los amigos hacen que sigas dentro.

¿Con qué instante se queda de su vida como pelotari?

-Hay dos. El día del debut, cuando saqué la cabeza por la puerta del vestuario y vi el Labrit lleno. ¡Qué era eso! Vaya sensación. Después, la entrada que me hicieron en Etxarri-Aranatz cuando gané la txapela del Parejas de 2010. Aquel día me dijeron que fuera a casa y que no saliera hasta que me llamaran. Al salir, la plaza estaba llena y había un pasillo de mi casa hasta el frontón del pueblo. Fue increíble. Esa sensación no se puede comparar con nada. Tuve la suerte de vivir aquello. Vino gente de todas partes. ¡Parecía que eran fiestas de Etxarri!

Increíble.

-Fue brutal. Había una cena para 300 personas porque se acabaron los tiques. Fuera se quedó mucha gente. Una salvajada.

¿En ese momento se siente miedo escénico?

-No. Entra un calor por dentro que soy un privilegiado por haberlo sentido.

Está repitiendo ese sentimiento al decirlo, ¿verdad?

-Sí. Se me pone la carne de gallina. He tenido la suerte de vivir eso. Aun así, ganando y perdiendo la gente me ha demostrado lo mismo. Pero lo de aquella vez fue impresionante. Son sensaciones que quedan para toda la vida.

Hay recambio en Sakana y en Etxarri-Aranatz. Debuta Adur Lasa.

-Es un gran chico, muy trabajador, que ha seguido trabajando aunque no debutó joven. Espero que tenga un comienzo bueno, porque le he entrenado desde pequeño. Le aconsejé que esto es una carrera de fondo, que se tome su tiempo. Con el trabajo llega la recompensa. Joanes Bakaikoa también es del pueblo. También están Joseba Ezkurdia, José Javier Zabaleta, Julen Martija? Para lo que necesiten me tendrán. Son muy buenos amigos. Iré con ellos al fin del mundo. Me voy con la pena de no haber jugado un campeonato entero con Ezkurdia. Es una espinita bastante grande.

¿Qué mas le queda pendiente?

-Haber jugado un campeonato con Martínez de Irujo siendo ya veteranos y, por ejemplo, nunca he compartido gerriko con Aimar Olaizola.

¿Quién coge el testigo en el vestuario?

-Queda un ambiente increíble, en el que todos participan. Hay muy buen rollo. Están los Merino como veteranos, Retegi Bi, Mendizabal III, Ezkurdia? Queda un poso buenísimo.

¿Ha derramado muchas lágrimas este año?

-Ha sido malo. Los momentos duros llegan cuando pones todo tu empeño en la rehabilitación, das el máximo y no hay resultados. Soy bastante autómata en eso. Lo pasas mal. Ha caído a alguna lágrima de desesperación. La gente que tengo alrededor me ha apoyado y, además, me ha venido el mejor regalo de mi vida, mi hija.

Se le ilumina el rostro. ¿Cómo se ve como aita?

-Es una niña muy buena. Estamos disfrutando un montón. Esto me ha venido en el mejor momento.

¿Y el futuro?

-Lo veremos. No sé si entraré como docente o como ingeniero. He tenido la suerte de haber podido estudiar. Eso ayuda. No he estado quieto. Quizás le dé una mayor oportunidad a la docencia. Es lo que me gusta. Hice prácticas y tuve sensaciones muy buenas. Me llevo bien con la gente joven. De todos modos, no descarto acabar de ingeniero.

¿Y con el deporte?

-Me tocará empezar a andar con la bicicleta. No creo que me vuelva tan fiera como algunos que han dejado la pelota. También me gusta nadar. En el frontón no podré estar el tiempo que me gustaría.

Seguro que no dejará de acudir.

-Soy un pelotazale más. Es posible que pueda golpear un poco la pelota de vez en cuando.

Pelotari del principio hasta el final.

-Juan acertó cuando lo dijo. Cuando le escuché tuve esa sensación. En el pelotari nunca desaparece esa sensación.