MADRID. El despliegue rojiblanco fue muy potente; poderoso en ataque en el primer tramo, el del 1-0, y enorme defensivamente en el segundo tiempo, con dos balones al poste, uno para cada equipo, y con una valiosa ventaja final para el Atlético en el primer duelo: una victoria, un gol a favor y ninguno en contra a la espera de Múnich.
El Atlético lo tenía muy claro. Había una prioridad por encima de todas: ganar. No había mejor fórmula para la vuelta. Ni una sola duda. Ni en ambición, formidable desde el primer minuto, ni en esa intensidad ingobernable, ni en su presión, ni en un inicio tan potente y tan incontestable para el Bayern, incrédulo ante tanta agitación.