Duración: 1h 15 minutos de juego.
Saques: 2 de Urrutikoetxea (tantos 8 y 18) y 2 de Bengoetxea VI (tantos de 2 y 14).
Pelotazos: 280 pelotazos en juego.
Tantos en juego: 14 de Urrutikoetxea y 11 de Bengoetxea VI.
Errores: 5 de Urrutikoetxea y 6 de Bengoetxea VI.
Marcador: 1-1, 2-3, 3-3, 4-4, 5-4, 5-5, 6-5, 6-6, 7-6, 9-7, 9-9, 10-10, 11-11, 12-12, 15-13, 15-15, 16-15, 19-16, 20-18 y 22-18.
Botilleros: Ejercieron de botilleros Pablo Berasaluze (con Mikel Urrutikoetxea) y Asier García (con su primo Oinatz).
Apuestas: Se cantaron de salida posturas de doble a sencillo a favor de Bengoetxea VI.
Incidencias: Partido correspondiente a las semifinales Cuatro y Medio de Primera disputado en el frontón Labrit de iruñea. 1.000 espectadores. Lleno.
BILBAO - Mikel Urrutikoetxea tenía fe. Su entorno, también. Dicen de ella que mueve montañas, que todo lo puede, que no hay nada imposible. No creía en él el dinero, que se dejó llevar por las sensaciones de un gran Oinatz Bengoetxea en las últimas citas del Cuatro y Medio. Le dieron el doble de confianza, doble a sencillo, sin estrenar el cuero. Pero Mikel no se achicó. El zaratamoztarra, manista de cocción lenta, humilde, sensato, respetuoso, ha crecido en personalidad, en ímpetu, en todas las facetas. Su sombra es larga, más que sus ciento noventa centímetros de estatura. Mucho más. Más incluso que su corona de campeón del Manomanista. En un dechado de virtudes, el pelotari vizcaino alcanzó ayer su primera final del acotado al imponer su ley en el Labrit de Iruñea ante un adversario complicado y hambriento. Porque Oinatz, ni vencido ni inerme, puso en grandes dificultades a Urrutikoetxea en una batalla asombrosa, peloteada y a la que solo le faltaron txapelas para los dos al final. Fue un partidazo, que acabó 22-18 para Mikel, mejor en los detalles. ¡Sombreros fuera!
El campeón, que no contaba con la confianza de la matemática y la probabilidad, alumbró posturas trabajadas al calor de la oscuridad, en bambalinas, en el fragor de las sesiones anteriores. Contó después que la película estaba sellada en el ritmo de Bengoetxea. Porque el leitzarra asoma siempre arrebolado en el kilometraje, revolucionado, con el contador a cien y las pulsaciones en el aire. En el retrovisor de los precedentes, el pelotari de Leitza había avasallado a Urrutikoetxea con un principio agotador en el que le faltó un desfibrilador al vizcaino. Pero no: la hoja de ruta marcaba entrar en su juego. Y Urrutikoetxea es un todoterreno. La lectura del partido fue de campeón; la compostura, de veterano; el resto, una delicia; el alma, de artista, y el final del trabajo, aguantando el vendaval, fue el del junco expuesto al ventarrón. No se rompió Mikel, físicamente entero y potente, cada día más fuerte, con distancia al ver los castillos de naipes en el aire desvanecerse por virtud de un rival enorme. El de Zaratamo es todo un campeón y devuelve la fe, esa que le negaban, a Bizkaia, que no contaba con un finalista en la modalidad desde que José Luis Akarregi, lejano ya el 53, acabó siendo el primer campeón en la jaula en Gros.
Casi todo el partido estuvo con distancia el vizcaino, pero acusando los empujones de un Oinatz que comenzó con ventaja en lo que se esperaba: gasolina y fuego. Tierra quemada en la mente. Inició con una cortada descomunal Mikel que no llevó el leitzarra, pero encajó tres golpes consecutivos: una cortada desde el ancho con efecto, un saque y un gancho. Bengoetxea puso ritmo. Mikel, defensa.
En el tajo a contrapelo, le vino la alternativa y la tacada. Con pelota en la derecha, el campeón dio gas al dos paredes, que se fue largo y lo salvó en las tablas Bengoetxea. La pelota, franca, la dejó en el txoko Mikel. Sacó y puso la sangre que le ha crecido, la actitud y el gancho al tercer pelotazo.
Igualados en el tercer cartón, el partido se volvió un tratado de dureza y empates, precioso, disputado e intenso. Se abrazaron los marcadores en el cuatro, el cinco y el seis. Después, terminó Mikel con una volea al ancho un gran tanto, al que le faltan apelativos, tras un traqueteo de narices en el que el navarro tuvo que sudar en defensa. El esfuerzo hizo mella, la falla se abrió hasta el 9-6 y la sensación de un Urrutikoetxea grande quedó patente.
No para Bengoetxea, irreductible, inmenso, activo, que le dio la vuelta. Cruzó un gancho espectacular y se escapó al 9-10. Pero no hubo más distancia entre ambos. Volvieron a empatar a diez, a once y a doce, que fue un gancho con riesgo del vizcaino. La fe. Y con ella tomó conciencia de que podía ganar. Con virtud en el resto en contra, no acusó los vaivenes de su adversario, aun siendo crudos, para terminar tres tantos seguidos, dos saques-remate, y ponerse 15-12. Oinatz se amarró al partido como una lapa y no se fue. Volvió a empatar a remolque. Un error en el gancho a vuelta de saque le quitó la opción de escaparse y dio vida a Mikel, tocado en ese punto. Con el 16-15 puso la puntilla el de Zaratamo, se fue al 19 con buen juego. Oinatz se torció el tobillo y tuvo que retirarse a vestuarios con el 19-16 y se acercó al 19-18. Pero un gancho de Mikel desde las entrañas le devolvió el saque; la fe, un yerro claro de Oinatz y un pelotazo largo le dieron el 22 y la final del Cuatro y Medio.