Bilbao - Francia quiere espectáculo, una lucha a tumba abierta donde se imponga el ciclista con más corazón, el que sobreviva a más escaramuzas y trampas de todo tipo. No quiere francotiradores, mentes gélidas que encuentren en la larga distancia, en la soledad de una contrarreloj, los cimientos del triunfo. El que quiera ganar el Tour de 2015 tendrá que defenderse del viento en Holanda, agudizar los sentidos en el pavés, exprimirse en un puñado de kilómetros contra el cronómetro y, sobre todo, mirarle a la montaña con esas ganas incontenidas de adolescente por estrenar. La organización presentó ayer un Tour atípico, apostando por las pendientes y minimizando las etapas contrarreloj. Está claro que quiere una guerra de trincheras, sin cuartel. Ahí, incluso un galo podría ganar el Tour.

Puestos a buscar emoción, qué mejor que dejarla latir hasta el último instante. El podio de París no quedará definido hasta la penúltima etapa, en la que el Alpe d’Huez dictará sentencia. Será la rúbrica a una edición récord. Nunca antes la carrera francesa había tenido tan pocos kilómetros cronometrados desde que en 1947 se introdujo esta modalidad. Serán catorce individuales en la primera etapa, la que inaugure la carrera en Utrecht, la sexta localidad holandesa que abre un Tour. Los otros 28 serán por equipos en la novena etapa y gracias a que la ronda gala ha logrado la derogación de una regla que impone que este tipo de pruebas por equipos solo se podían celebrar en la primera semana de carrera.

En esos primeros días predominarán los llanos, pero no faltarán dificultades. De aumentar la emoción se encargarán además las bonificaciones, que regresan desde su última aparición en 2008. En Bélgica será el Muro de Huy, prestado de la Flecha-Valona, el que ponga el espectáculo. Como el año pasado, el pavés pondrá a prueba los nervios del pelotón. Serán siete tramos entre Seraing y Cambrai que sumarán en total algo más de trece kilómetros. La crono por equipos llegará antes del primer descanso, justo a los pies de los Pirineos. Este año serán menos duros que los Alpes y presentan como novedad la ascensión a Pierre Saint-Martin. Se pasará también por el Tourmalet, pero esa etapa no tendrá final en alto.

La carrera deja para el final una cadena de cuatro etapas muy exigentes en los Alpes. Tres de ellas tendrán final en alto. La última de ellas solo tendrá 110 kilómetros, pero visitará el Telegraphe, el Galibier y el Alpe d’Huez. El más fuerte ahí, llegará de amarillo a París.

El vigente campeón, Vincenzo Nibali, vio ayer con buenos ojos el recorrido y aseguró que le recordaba al de 2014. A pesar de ser de su gusto, no pudo reprimir lanzar una puya a la organización al apuntar que con tan pocos kilómetros cronometrados se aventajaba a ciclistas franceses como Thibaut Pinot, tercero en la pasada edición. En la otra cara de la moneda está Chris Froome, quien ve que el trazado no le favorece: “Me veo como un ciclista de grandes vueltas equilibradas y el Giro, con su larga contrarreloj de 60 kilómetros y algunas llegadas difíciles en montaña, será muy equilibrado y se adapta bien a mis características”. El británico dejaba caer así que seguramente no se deje ver por el Tour y sí en Giro y Vuelta.

Quienes sí estarán serán Alberto Contador y Nairo Quintana. “Es un Tour que me gusta. Es más duro que los últimos años y me exigirá recuperar bien tras el Giro, pero lo voy a preparar a tope”, explicaba el madrileño. Quintana, por su parte, se mostraba contento con el diseño: “En principio es un recorrido muy bueno para mí, me favorece. Hay pocos kilómetros contrarreloj y mucha montaña”.