EL trasero de Gorka Gerrikagoitia se ha acostumbrado al asiento de su coche, el Skoda del Equipo Euskadi; sus manos, al volante; su paladar, al bocadillo del bar de carretera. "Y a mí", dice el director vizcaino, "no me cuesta aceptar esta situación quizás porque me recuerda a la primera época del Euskadi, incluso cuando había entrado ya Euskaltel, y viajábamos a las carreras en coche, sobre todo a Portugal, porque no había dinero para el billete de avión".

En la regresión, un viaje a la raíz romántica de todo esto diría algún poeta, un fastidio para alguien más pragmático, a Gerrikagoitia le duele más que nada tener que despertar temprano a los chavales tal día como ayer después de la Clásica de Almería para meterles a las 8.00 en el coche y salir rumbo a Euskadi, tan distantes, 1.100 kilómetros, como su cielo, azul y amable cuando partieron a orillas del Mediterráneo, negro y furioso sobre el Cantábrico. O también, añade, hacerles secarse el sudor con cierta celeridad al acabar la última etapa de la Vuelta a Andalucía, en Fuengirola hace una semana, para partir a las 5.00 de la tarde y llegar de madrugada a casa para ahorrarse una noche de hotel. Desde que aceptó la propuesta de Madariaga para tomar las riendas del Equipo Euskadi, Gerrikagoitia ni siquiera mira lo que cuestan los billetes de avión al lugar donde deben desplazarse. "Para qué", dice, "si sé que, tengan el precio que tengan, no podemos permitírnoslo". Acepta con dignidad la realidad Gerrikagoitia. Y con entereza los corredores. "Hay que valorar lo que hacen". En el primer entrenamiento de equipo que realizaron los chicos, once ciclistas que sueñan con seguir siéndolo, seguramente con llegar al World Tour y su mundo de comodidades, salieron todos de casa con el tupper de arroz, macarrones o lo que fuere. "Y ahora", añade Gerri, "cada uno se lleva su tupper el día que nos vamos de viaje a alguna carrera". El bocata les espera a la vuelta.

Así desafía la crisis el Equipo Euskadi, que ha completado una notable actuación en el arranque de temporada, especialmente este fin de semana donde colocaron a Mínguez noveno y a Lechuga undécimo en Murcia y al vizcaino como rey de la montaña en la Clásica de Almería. Lo malo es que ahora no compiten hasta finales de marzo en la Vuelta a Alentejo. "No porque no queramos, sino porque no podemos". Gerrikagoitia ha mandado solicitudes a organizadores de Croacia, México, Francia... "A todas partes". Y nada. El Equipo Euskadi apenas ha conseguido estar de reserva en una vuelta en Azerbayán, esperaba que le dijeran algo estos días desde Irán y mantiene conversaciones con una vuelta en China. "Pero es difícil encontrar calendario porque los organizadores o te dicen que no o que sí, pero que te pagues tú los gastos". Así, costeándose el viaje y el alojamiento, corrieron Mallorca, Andalucía y Murcia, mientras que en Almería la organización les puso el hotel. "Tenemos atados sesenta días de competición, pero necesitamos más; al menos, ochenta".

"Pero este ritmo de gastos es insostenible para nuestro presupuesto", apunta Madariaga. "Si seguimos así, solo podremos llegar a finales de mayo o principios de junio". Lamenta Madariaga que ahora el grande no se acuerda del pequeño y lo primero que hizo Gerrikagoitia, que llegaba del World Tour, cuando el de Lemoiz le planteó la posibilidad de coger las riendas del equipo fue acordarse de los más débiles, de los chavales. Le dijo que a él le pagara lo que pudiera, pero que no escatimase ni un euro en la dignidad de los ciclistas ni en la imagen del equipo. "Eso quiere decir que no tolero que a un ciclista le falte material, ropa y demás, un médico que le atienda cuando lo necesite, un preparador que le diga cómo tiene que hacer las cosas y un director que le enseñe de qué va este deporte. Eso lo tienen", dice Gerri. Falta el calendario por el que pelea a diario el director vizcaino. "Y la pena es esa lucha diaria en la que también está Miguel, pero en lo económico", lamenta. Y más pena aún, añade, "que no haya un apoyo más sólido al máximo referente del ciclismo vasco".