Bilbao
tal vez sea el trabajo más ingrato de la organización de la Herri Krosa. Docenas de voluntarios colaboran desinteresadamente para que la carrera pueda celebrarse y, como recompensa, se convierten muchas veces en la diana de las protestas y cabreos de conductores. José Ignacio Laia y Delfín Martínez saben de lo que hablan. Han estado presentes en todas las ediciones de la prueba vizcaina, velando junto a sus colaboradores en todos los cruces y accesos de vehículos para que los corredores puedan invadir las calles de Bilbao. "Llevamos en la Herri Krosa desde que se fundó como colaboradores", explica Delfín, "alguien tenía que hacer el trabajo sucio para que otros se diviertan. Nos gustó el tema y hemos seguido hasta hoy".
José Ignacio explica que aportan 46 colaboradores. La mayoría es " gente que ha andado en bici y familiares" a los que llama cada año religiosamente cuando los organizadores de la prueba solicitan su apoyo. Entre ellos, como en la carrera, hay gente de todo tipo: "Muchos son gente joven, pero también de nuestra generación con más de 60 años".
José Ignacio y Delfín las han visto de todos los colores durante 25 años en la Herri Krosa y reconocen que algunas veces han estado cerca de tirar la toalla. "Hemos pensado en dejarlo muchas veces, porque ha habido muchos líos y follones", explica Laia, "sobre todo con la gente a la que cambias un día la calle y ya no sabe dónde va". Pero cada año terminan encontrando las ganas de retomar la que consideran una carrera excepcional. "Lo especial es la animación de la gente, que es popular y lo mismo corre un niño de 10 años que una persona de 80", señala Delfín, "no es una competición y es para que la gente disfrute. Es única, una carrera pionera en todo el Estado. Ahora hay un montón de carreras, pero la primera gran carrera popular es la Herri Krosa de Bilbao".
Durante un cuarto de siglo han controlado el tráfico "por amor al arte", algo que les ha servido para ver de todo en la carrera bilbaina: "Lo peor es la gente que en la plaza Circular quiere atajar. Un año le arrollaron a una señora y apenas conseguí cogerla. Lo más raro son los que van protestando por todo y los que van vestidos de cualquier manera. Una vez aparecieron unos bien colocados y después de correr un poquito echaron la pota por ahí...".