La ley de Vettel
El alemán vence en Malasia haciendo caso omiso a las órdenes de Red Bull y desata una guerra con su compañero Webber Alonso colisiona en los albores con el nuevo líder del Mundial y abandona
bilbao. "Multi twenty one", reprochaba Mark Webber, una y otra vez, a su compañero en Red Bull, Sebastian Vettel, vencedor del Gran Premio de Malasia, aunque sin sonrisas en el rostro, a pesar del doblete protagonizado por la aplastante escudería austríaca. Era el primer cruce entre los pilotos nada más concluir la carrera, en la espera para la entrega de trofeos. La regañina del australiano era en código cifrado; twenty one -21 en número- quiere decir que el segundo coche de la escudería clasifica el primero. Pero las palabras públicas de Webber instantes después, proyectadas desde el podio, fueron directas al morro del alemán, que terminó agachando la cabeza, reconociendo su rebeldía, pidiendo disculpas -"Cometí un error muy grave, tendría que haber mantenido mi posición. No quiero cambiar la verdad y me disculpo ante Mark", diría-, pero sumando su primera victoria de la temporada. Ya vuelve a copar el Mundial de Fórmula 1. Vettel dictó su propia ley.
"Después de la última parada en boxes (la 4ª para Red Bull), el equipo me dijo que la carrera había terminado y que arriesgáramos lo menos posible de cara al final", protestó Webber a la postre, porque se sentía robado por su propia familia, sin escrúpulos; Vettel, sin embargo, llegados a ese punto, cuando Red Bull mandaba con mano de hierro en la prueba, se alzó como enemigo en casa. Al tricampeón le pudo la ambición. Así ganó Vettel, saltándose las fronteras internas, diestro en el infartante duelo de compañeros prolongado en dos vueltas brutales por el liderazgo y con un monoplaza que evocó a sus antecesores; el consumo de neumáticos ayer no fue un problema.
Y así como Vettel ganó por aplicar su ley, Lewis Hamilton, que anecdóticamente se confundió en el pit-lane y entró al espacio del box de McLaren para cambiar sus calzos -"es la costumbre", diría-, fue tercero por obediencia de Nico Rosberg, que asintió las órdenes de jerarquía, de sumisión, impuestas por Mercedes. "Siento que Nico debería estar aquí", ajustició el inglés desde el cajón, donde apenas esbozó una sonrisa. El podio, ciertamente, fue todo un poema.
alonso 'se come' a vettel Fernando Alonso, en su cita 200 al volante de un F-1, en su trazado fetiche que es Sepang, impactó contra el difusor del poleman y líder Vettel en la frenada para la entrada de la segunda curva, en los albores de la prueba, y los daños en el alerón delantero mataron poco después su participación. Alonso y Ferrari pudieron haberse mantenido en carrera de haber visitado el garaje tras consumir la primera vuelta, pero arriesgaron manteniendo el coche en pista a la espera de acontecimientos (o al primer paso por boxes), saltando chispas el monoplaza, y en la misma recta de meta, 300 metros después de haber podido acogerse al auxilio del boca a boca, el alerón delantero se soltó y Alonso se hizo un recto hacia la grava. Ahí se fundieron sus ilusiones. Apenas 5 kilómetros de aventura. El asturiano, aunque siempre valiente, pecó ayer de imprudencia -en su caso, como en la carretera convencional, el que golpea por detrás, tiene la culpa- y seguido se asumió un riesgo con la permanencia en pista del Ferrari sobre el que se puede debatir su coherencia. Se acordará de ayer tras haber perdido el título de 2007 por la diferencia de un punto, el de 2010 por el margen de cuatro y el de 2012, por tres.
Vettel arrojó su afán ganador antes que nadie en una prueba nacida sobre asfalto mojado. Marchando en cabeza, fue el primero en sustituir los neumáticos; el ganador del Australia, Kimi Raikkonen, lanzado desde la séptima plaza, se manejaba en la discreción de la décima posición para iniciar desde allí su particular remontada en la que Sergio Pérez y Hulkenberg le amargarían la existencia; Massa, mientras, partiendo desde la segunda pintura, perdió posiciones en los primeros suspiros y, al igual que Iceman, su máxima aspiración fue poco más que ser quinto, mientras que el finlandés cerraría siendo séptimo. Si bien, el brasileño, entregado en la causa como escudero, sin rechistar tras el favoritismo de la Scuderia con Alonso en la primera cita del curso, hizo una salida estratégica para abrir camino al asturiano, una especie de abanico que abrió hueco a la punta de lanza de Ferrari.
vettel lleva la iniciativa La visita inaugural de Vettel al pasillo de garajes dejó en primer lugar a Webber, que no perdió la delantera hasta el momento fratricida, acontecido en el abrazo número 44 de los 56 previstos para el trazado de Sepang. Hasta entonces, Vettel tuvo tiempo de despotricar a rebufo de su compañero: "Quitádmelo de en medio que es demasiado lento". Una alusión radiofónica a Webber y a modo de exigencia para el equipo. Como no hubo reacción para el mensaje, Seb obró según sus principios, y Webber, entre alucinado y airado, no cedió al desorden del alemán. Se opuso cuanto pudo al triunfo de un Vettel que se comportó como un crío consentido, dedicando palabras como "he tenido mucho miedo (en su refriega con Webber con alternancias en el mando), ha sido un estúpido", y el gesto de una peineta al colocarse el primer lugar. Algo propio de un patio de colegio. Y más a estas alturas de la temporada, cuando puede que a Red Bull le interesara saciar las ansias de victoria de Webber para poder más adelante, cuando el campeonato se vaya perfilando, exigir su esclavitud. Vettel no lo consintió, se subió a las barbas porque quiere abarcarlo todo. Aunque de no ser así, seguramente no amasaría las cifras que reposan en su palmarés. Pero ayer vendió una imagen de culpable y despiadado con los suyos.
El suceso de ayer en el seno de Red Bull fue algo similar a lo que ocurrió en el Gran Premio de Turquía de 2010, pero entonces ambos bólidos llegaron a tocarse con consecuencias fatales para Vettel, que abandonó la carrera. "Lo de Turquía no volverá a repetirse", dijo entonces el jefe de filas, Christian Horner. "Fue un incidente de carrera que nunca debería haber sucedido entre dos compañeros de escudería", sentenció. Ya hay un segundo capítulo y puede que todo esto se convierte en una saga.
No obstante, Vettel fue mejor que Webber, quien sostuvo el duelo por el triunfo dos vueltas (44 y 45) antes de derrapar y perder la estela del tricampeón, que, al margen de moralidades y reglas estructurales, fue indiscutiblemente destacado, certero, fiable, contundente.
Poco antes de la polémica, Mercedes se erigía en único rival para Red Bull, con Hamilton y Rosberg haciendo trenecito tras Webber y Vettel. El progreso de la marca se percibió, sin embargo, la máquina fue competitiva hasta ese punto, hasta que Red Bull se exprimió a partir de la vuelta 44, espoleado por el pique Vettel-Webber, quienes dijeron adiós después de haber mantenido diferencias de entre dos y tres segundos sobre Mercedes.
McLaren, entretanto, arrojó otro cúmulo de despropósitos. Pérez no está siendo lo revolucionario que se esperaba y Button, entre errores de los mecánicos -ayer se le salió en el pit-lane una rueda mal ajustada- y su irregularidad, no hay un proyecto que termine de consolidarse con garantías de oposición a la corona, lo que se contradice con el presupuesto de la estructura. Aunque ayer ni el ganador podía mostrarse contento. Más bien por contención que por sentimiento. "Podía haber ganado, pero Vettel tomó sus propias decisiones", apostilló Webber, que solo pudo aceptar disculpas. No se sabe si contraatacará con rencor. Por de pronto, en Malasia se bailó al son de una ley impuesta por Vettel, sheriff o forajido, disidente.