Duración: 58:38 minutos de juego.

Saques: 5 de Berasaluze VIII y 5 de Martínez de Irujo.

Faltas de saque: 1 de Martínez de Irujo.

Pelotazos: 262 pelotazos a buena.

Tantos en juego: 12 de Berasaluze VIII y 14 de Martínez de Irujo.

Errores: 2 de Berasaluze VIII y 3 de Martínez de Irujo.

Marcador: 1-6, 1-7, 2-10, 3-11, 4-11, 4-12, 5-14, 18-15, 19-19, 21-20 y 22-21.

Botilleros: Josetxu Areitio aconsejó desde la silla a Pablo Berasaluze; mientras que Patxi Eugi acompañó a Juan Martínez de Irujo.

Incidencias: Partido correspondiente a la segunda jornada de la liguilla de cuartos de final del Cuatro y Medio de la LEP.M (dentro del Grupo 2) disputado en el frontón Labrit de Iruñea, con una gran entrada.

Bilbao. Se repitió la historia, el guion, de la semana pasada el Astelena de Eibar, pero, en esta ocasión, un genial Pablo Berasaluze derrumbó las fronteras de un Juan Martínez de Irujo huracanado al inicio, pero que se diluyó conforme iba pasando el envite; aunque acabó regalando, al igual que un heroico Pablo, al público de un Labrit de Iruñea latente un duelo enorme, de tamaño himalayesco. Y es que, las diferencias iniciales entre los dos pelotaris, con 1-10 de salida, eran gigantescas: Juan era un volcán en erupción, una fuerza de la naturaleza, un alquimista con el saque y pegando a una velocidad inaudita; mientras que su contrincante apenas sí podía pelotear ante un adversario efervescente. Cada golpe era una dentellada a una velocidad inmensa, cada saque, una prueba de fuego, y Pablo andaba anulado ante tal magnitud de juego. Sin embargo, el manista de Berriz, peleón y diablesco, concretó toda opción de remate una vez que Juan andaba despistado. Perdió raudo, tal y como había empezado, Irujo la compostura. Y aunque herido de gravedad Berasaluze fue creciendo en cuanto tenía pelota, cosa que anteriormente no había tenido, hasta deshilachar al iberoarra, incómodo hasta la médula.

Todo resultó sumamente extraño y épico por el inicio de Martínez de Irujo. Rayando la perfección y planteando un duelo de velocista, explotó su fuerza en el tren inferior y superior y quitó el aire a su contrincante, para que no disfrutara en su zona de mayor influencia. No podía el de Berriz con un adversario en vena, con chispa, con ganas. Imparable. Cuatro saques -y una falta- sumó en el primer trecho Juan y el resto fueron golpes de cosecha propia: cortadas, ganchos, paradas y dejadas, hasta ponerse 1-10. Un abismo.

Pablo se encontró vendido ante tanta genialidad de Juan sin apenas mostrar sus cartas. Y se lanzó con un all in. Un saque y una dejada en la punta le dieron una pizca de oxígeno. Pero Juan, Usain Bolt con pose de pelotari, estaba rapidísimo y no se echó atrás: batalló cada pelota, pero cada vez era más difícil quitarle el aire al artesano vizcaino. En esa lucha, Berasaluze empezó a cobrarse piezas y cada centímetro era un palmo de terreno (4-14).

la voltereta Corajudo Pablo, artista y ya operativo después de calibrar su remate y su saque, dio la vuelta al 5-14 con una dejada desde el ancho de bellísima factura. Y comenzó la voltereta. Así, en el alambre, el puntillero berriztarra empezó a bailar, a divertirse. Y a creer, lo más importante. Al haber afilado el saque, maquinó para sacar de los cuadros alegres al ciclón de Ibero, cada vez más desdibujado. Y con este pensamiento, ácrata con el remate, Berasaluze empezó su recital de juego, amparándose sobre todo en el saque-remate (sumó siete en total, más cinco primeros servicios). Se fue acercando en el luminoso y el público le meció. Juan apenas podía resistir los golpes del vizcaino, quien ejerció de arquitecto con un saque genial y casi siempre cruzado.

Cuanto todo parecía perdido, Pablo estaba otra vez metido en el partido, acumulando tres saques-remates consecutivos y acunándose en la cuerda floja en la que antes se precipitaba al abismo. Llegó a abrazar el cartón 14 e irse hasta el 18-14. Martínez de Irujo ya estaba desesperado y con pose cadavérica, sin color, sin juego, sin chispa; todo lo mostrado en un primer tramo de perfección había caído en saco roto. Así que volvió a abrir gas Juan. Y un saque-remate abajo de Pablo le dio un pequeño respiro que aprovechó muy bien. Por aquel entonces, la exigencia física para los dos había sido máxima. El de Aspe buscó cansar al vizcaino cuando tuvo pelota y lo consiguió. Restañó sus heridas hasta adelantarse (18-19). Y fue un tramo genial. Latente la tensión y el cansancio, la dinamita casi había muerto; sin embargo, una apertura de Berasaluze volvió a darle cuero, y dos saques le pusieron la miel en los labios. Respondió Juan con dos zarpazos, pero Pablo se guardaba un as: una cruzada letal desde el txoko con el 21 iguales. Irujo acabó en el suelo, desgarrado; y Pablo con los brazos levantados, genial. Legendario.