“La literatura quiere conmovernos y puede conmovernos con la belleza y el amor, pero también con la muerte y la violencia”, explica Unai Elorriaga (Getxo, 1973). Y con Odola Kantari, su última publicación, el escritor intenta conmover a sus lectores y lectoras con un ensayo que no es un ensayo al uso que, además, incorpora el humor, como ya nos tiene acostumbrados en la mayoría de sus obras.
Está siendo un año intenso para Unai Elorriaga.
—El premio Euskadi de Literatura me lo han dado por un libro publicado el año pasado, Francesco Pasqualeren bosgarren arima, y ahora tenía un libro que ya llevaba tiempo con él, Odola Kantari. Viene de un espectáculo literario musical que he hecho por numerosos escenarios vascos con el músico Josu Aurrekoetxea. También he publicado una libro para niños y niñas que tenía hace muchísimos años, una historia graciosa sobre un personaje que le crece la barba indefinidamente. Hay momentos en los que se juntan muchas cosas.
En ‘Odola kantari’ recoge una cita de Augusto Monterroso: “En la literatura solo hay tres temas, el amor, la muerte y las moscas: Yo voy a hablar de las moscas, que hablen todos los demás de las otros dos temas”. A usted ahora le toca escribir sobre la violencia...
—La gente cree que la poesía, las baladas y los versos tratan principalmente sobre el amor. Y lo que hemos demostrado es que sí hay amor, pero hay mucha muerte, violencia y sangre en la poesía, las baladas y los versos. No diría que es la mayoría, pero sí un gran porcentaje. Sobre todo, en las poesías que han llegado luego a la canción, que han sido cantadas, entre otros, por Mikel Laboa o Benito Lertxundi, había un tema recurrente como es la violencia, la sangre, las guerras... Ideamos un espectáculo de un hora de duración en el que hacemos un repaso de cómo se han tratado estos temas durante la historia, desde la Edad Media hasta hoy en día. Pero en una hora es imposible meter todo lo que existe sobre este tema, y de ahí me vino la idea de hacer un compendio sobre ello, un ensayo de 150 páginas que sea agradable de leer. La muerte ha estado presente en la historia de todas las tradiciones.
No es la primera vez que trata sobre ello, en sus libros ha abordado con frecuencia el tema de la violencia.
—Indirectamente han aparecido pinceladas aquí y allí, pero nunca como en este libro. Pero, hablando así parece que es un libro duro de leer, todo lo contrario, resulta muy agradable. Lo que le hace diferente a los ensayos tradicionales es que he metido una voz más. Normalmente, suele haber solo la voz del autor que desde su autoridad habla sobre temas con un poco de subjetividad y la objetividad que pueda. En este libro, aparece la mía comentando los poemas, pero meto otro narrador en contra de lo que yo opino, que se ríe de lo que digo, que se mofa, que me trata irónicamente, sarcásticamente... Es una especie de conversación, muchas veces, muy chistosa. Yo me lo he pasado muy bien escribiéndolo. El tema es tan duro que no se puede tratar con dureza porque si no, nadie lo leería.
El humor sutil está siempre presente en su manera de narrar.
—Creo que es una pieza importante de la literatura y, por supuesto, para mí, el humor es imprescindible en mi obra.
Sus libros no suelen ser de literatura rápida, de leer y aparcar.
—Al final, los que escribimos, los que leemos, queremos disfrutar, pues yo disfruto de ese tipo de literatura. Habrá gente que no lo haga, no pasa nada, hay muchos autores y tienen mucho dónde elegir. Que cada uno elija lo que le apetece leer. A mí me gusta la literatura que se fija en los detalles, en cada manera de escribir cada oración y que sorprende al lector a cada momento. Entonces, cuando me pongo a escribir, intento reproducir eso. Sé que no es una literatura de masas, tampoco estamos para eso. Estamos para disfrutar. Al final, es un juego con el que se disfruta y espero poder seguir haciéndolo.
‘Un tranvía en SP’, ‘El pelo de Van’t Hoff, ‘Vredaman’, ‘Francesco Pasqualeren bosgarren arima’... En todas sus novelas intenta innovar...
—Todas se mueven en un mismo ambiente, en una misma atmósfera pero es verdad que son muy diferentes, por el planteamiento, por la estructura, por los narradores... Al final, la atmósfera es la mía porque cada persona tiene un cerebro que no podemos cambiar excesivamente, pero sí podemos cambiar muchísimas cosas, la técnica, la narración, el tono, el ritmo, y creo que especialmente en los tres últimos libros lo he hecho. Y tengo intención de seguir haciéndolo.
En 2002 recibió el Premio Nacional de Narrativa con ‘Un tranvía en SP’. ¿Cómo se sobrevive a esa presión?
—Muchas veces me hacen esa pregunta y me resulta curiosa, porque a mí la sensación que me dio, y que me da ahora cuando me han dado este último premio también, es de todo lo contrario, te dan libertad, te dan una garantía de que lo que estás haciéndolo estás haciendo bien. Hasta este momento, siempre he hecho lo que he querido, lo que me ha parecido, nunca he tenido en cuenta lo que van a decirme, me da igual. Y que me sigan dando premios me corrobora esta decisión, El otro día me decía un periodista –y yo no me había dado cuenta pero es verdad– que todos mis libros han recibido un premio o un reconocimiento. Esto me asegura que estoy en la buena línea. Si escribiera un libro y nadie lo leyese, nadie me hablara de él, entonces sí me preocuparía, sí me crearía una tensión y diría: “Ostras, he estado 5 años escribiendo esto y no vale para nada, no va hacia ningún lado”. Ahí sí que sentiría presión.
Sigue compaginando la literatura con la docencia...
—Por un lado, es un aliciente trabajar con gente joven y por otro lado, me da una tranquilidad. Ves a muchos escritores que están un poco presionados porque al final viven de ello y tienen que publicar cada cierto tiempo, tienen que escribir artículos, dar charlas... Yo estoy liberado de todo eso, doy las charlas que quiero, que me apetecen, escribo los artículos que me aportan algo, escribo lo que quiero... Porque mi sueldo está garantizado, puedo mantener mi vida, la familia, la casa... Además, los profesores también tenemos tiempo libre, tenemos vacaciones que las dedico también a escribir.
¿Está pensando ya en su nuevo libro?
—He estado ideando el libro, construyéndolo, estructurándolo en mi cabeza y cuando ya lo tuve claro, supe lo que tenía que escribir, hacia dónde iba. Cuando todos los hilos coincidían, en junio, empecé a escribirlo. Aunque, posiblemente, desaparecerán algunas de las páginas porque después corrijo y quito mucho, realizo un trabajo de pulido muy cuidadoso. Escribo el texto casi como si fuera una partitura, cuidando cadencias, silencios y respiraciones.