Hablábamos el año pasado de milagro en la edición 2024 de Ura Bere Bidean. Parecía insuperable pero anoche, y seguramente hoy, la emoción que lograron las actuaciones de Gatibu, Evaristo, Gozategi, Neomak, Leire Martínez, Süne o Bulego con la BOS, no solo se repitió en un pabellón a rebosar con 11.000 espectadores encendidos, sino que se incrementó gracias a un buen número de sorpresas, como las apariciones de ETS y Zetak al final del concierto, que convirtieron la velada, entre canciones que ya son parte de la memoria colectiva, en otra noche para el recuerdo fijada a fuego en la cultura euskaldun.
“Si logramos hacer todo como está en nuestra cabeza, será un concierto para decir: yo estuve allí”. Lo avisó Jordi Albareda, fundador de Fair Saturday, fundación que impulsa Ura Bere Bidean, un proyecto más que consolidado en clave de solidaridad y de apoyo a la cultura y música vasca, y, por ende, al euskera. Y no se equivocó anoche, en la primera velada de esta cita que se repetirá hoy, ya con las entradas adicionales de última hora agotadas por un público familiar y vizcaino y guipuzcoano, principalmente.
El pre concierto lo protagonizaron los escoceses Valtos, que animaron a los 11.000 asistentes, todos sentados, que fueron llenando las gradas y la pista mientras sonaba su fusión de folk celta y electrónica. Tras la presentación de Iban Garate, reforzada con su vídeo correspondiente, abrieron fuego Neomak, con la adaptación sinfónica de su Aioiai, ya más pop que tradicional. El ritmo, con triki veloz y primera bajada entre el público, prosiguió con Nahi dut y siguió con Eskuekin, de Esne Beltza, interpretados por su líder, Xabi Solano.
Ya con el pabellón como un horno , un cuarto de hora extra con los inesperados ZETAK y ETS, que hicieron explotar el BEC
La primera de las muchas sorpresas llegó con Mendigoxaliarena, tributo a Lauaxeta en clave más calma que el original grabado por Eñaut Elorrieta, quien se ayudó de Aiora Renteria y de imágenes del Gernika de Picasso. La BOS, con Fernando Velázquez al frente, sustituyó con sus cuerdas solemnes a las guitarras eléctricas originales en el primer pellizco emocional de la cita, que desplegó la alfombra roja a autores jóvenes –pero cualificados– en un tramo en el que sonó el pop rockero Oroitzen, con las emocionadas chicas de Sukena; el épico Nora, de Nøgen, con la BOS tan espectacular como la peña; Basan, de Olatz Salvador, sin entramado electrónico, y el sentido Udazken egun hura, de Janus Lester, que cantó al piano, entre el público y al borde de la lágrima.
A la última
El espectáculo, con una infraestructura y los medios más contemporáneos, en sonido, escenografía e imagen, prosiguió con el puente intergeneracional de Lisboa, de Anne Lukin, compartido con el ritmo de la batería y con Mikel Urdangarin, que ofició de Gorka Urbizu. Esa apertura del proyecto cada vez más evidente a los artistas más contemporáneos cobró vida con Bengo y su urbano Denbora, bailado y propulsado desde el enorme escenario, con el apoyo de la Sociedad Coral de Bilbao y dos grandes pantallas laterales aunque minúsculas en comparación con la de 190 m² de la parte trasera del escenario.
La velada, a la última en sonido, iluminación, proyecciones y efectos especiales –bolas de espejo motorizadas, un motor de vuelo, unidades de llama, confeti y humo…–, volvió a demostrar el poder de la garganta de Aiora con el Ardi beltza de Bulego, en dúo con su vocalista, Tom Lizarazu. Las sorpresas avanzaron con la voz de tenor del veterano Pier Paul Berzaitz al interpretar Baratze bat junto a la entregada y feliz Leire Martínez, entre atronadores aplausos.
El espectáculo contó con una infraestructura y los medios más contemporáneos, en sonido, escenografía e imagen
Con el ritmo ska orquestal y los metales de Euri tanta bakoitzea, de Betagarri, al público, cada vez más participativo, le costó mantenerse sentado justo cuando la cita confirmó la reciente apertura a sonidos más rudos y eléctricos tras la pianística y sin orquesta interpretación de Mabu de Txoria txori, tan imprevista como la posterior de Maren en otro tributo a Laboa. Anoche las guitarras se adueñaron del tramo central de la velada con las actuaciones consecutivas de Lehiotikan, que dieron cuenta del mítico Ikusi mendizaleak, entre cadenetas y con el pabellón a voz en grito coreando “gora gora Euskal Herria, euskaldunak gara”; Latzen, que acaba de anunciar su regreso con la canción Memento mori, añadió dulzura con la balada heavy Laztana, interpretada por Aitor Uriarte junto a su hija, y el otoñal y canoso pero siempre contestatario Evaristo, que atacó un orquestal Ellos dicen mierda. Entre tragos de agua cantó el único tema en castellano, reforzado con el impulso de los metales y con la grada coreando “amén, amén”.
Tras la “hostia” gritada y algo desubicada de Evaristo llegaron el muy bailado mix de romería de Gozategi, el dúo de Tom con la dulce Maren en Gure Izarrak y otra bailada interpretación de Txitxarro, de Süne, antes de que Gatibu hiciera un meedley de sus éxitos para acabar tocando la fibra de 11.000 euskaltzales con Agur kapitaina, dedicada a su exbajista fallecido, y anticipando su agur definitivo a Ura Bere Bidean portando una maleta y abandonando la pista semanas antes de su disolución definitiva en el BEC.
Ya con el pabellón como un horno y cuando la emoción parecía haber llegado a ebullición, Aiora sorprendió con una versión de Elektrizitatea interpretada junto a varias decenas de vocalistas/colegas femeninas: Süne, Leire, Esti Markez... Y para rizar el rizo y tras otra andanada de Solano, un cuarto de hora extra con los inesperados ZETAK y ETS, que hicieron explotar el BEC con interpretaciones de Akelarretan, con Peio al trombón, y un popurrí que incluyó Musikaren doinua y Ametsetan, respectivamente. Lo dicho, una noche para el recuerdo.