El festival DalecandELA Fest acogió el año pasado a más de 16.000 asistentes y logró una recaudación para luchar contra la ELA que superó los 80.000 euros. Coti, Los Zigarros, León Benavente, Carlos Ares e Iván Ferreiro son los nombres de referencia de la edición de este año, que tendrá lugar en el Puerto Deportivo de Getxo entre el 18 y el 21 de septiembre. El exvocalista de Los Piratas y autor de himnos como Turnedo, volverá a Bizkaia en la recta final de la gira de su último disco, Trinchera pop. “Está muy bien que haya festivales cuyo fin no sea sacar pasta y ganar dinero”, explica el gallego en esta entrevista.
¿Cómo va el verano?
-Bien, trabajando mucho, con un montón de conciertos, y disfrutando.
¿A caballo entre los conciertos puntuales y el descanso? ¿Es posible el equilibrio?
-Más o menos. Tengo bolos el fin de semana y descanso el resto de días aunque los viajes son duros cuando hay que cruzar el país. Lo llevo bien, estoy bastante hecho a esto y el cuerpo se acostumbra a tanto viaje y furgoneta. De todas formas, al ser el tercer año de gira de Trinchera pop está siendo más suave. Lo hemos calculado muy bien y en octubre pararemos ya.
Casi tres años en carretera. El disco está dando para mucho.
-Sí, pasó ya con Casa, están funcionando muy bien en directo. La gente sigue queriendo verme, así que yo seguiré hasta que se aburran.
No se aburre compartiendo de nuevo un escenario con su ‘hermano’ Leiva.
-Lo hacemos en El Náutico para estar juntos y relajarnos. Es muy divertido y siempre lo hacemos en verano. Con la excusa del ensayo aprovechamos para vernos, comer, charlar de la vida y contarnos nuestros problemas y alegrías. El bolo lo cobramos, sí, pero es casi simbólico (risas). Es un bolo que no se puede contratar, es algo surgido de la amistad.
¿Qué balance hace de la gira y el disco?
-Estoy muy contento porque es un disco que trabajé mucho tiempo y lo disfruté. No tengo queja alguna, ya que me ha ido muy bien en estos últimos años. Disfrutan de mi música en los conciertos y en casa, así que yo, encantado.
¿Siente que el álbum le ha abierto a un público que va más allá del fan de siempre?
-Sí noto cierto crecimiento cada año, con los últimos cuatro discos, diría. Supongo que llegan fans nuevos aunque no sean millones. A mí me sorprende porque siempre pensé que acabarían echándome de este negocio.
El síndrome del impostor ¿no?
-Exactamente. Y sin embargo vienen a verme, incluso gente joven, pero no sé porqué. Yo trato de hacer los discos que me gustan, de avanzar y crear cosas, de sentirme excitado con el trabajo. El público sabe lo quiere y siempre hay nuevos oyentes dispuestos a escuchar cosas.
Su trabajo, como prueba esta gira, es casi lo opuesto al consumo rápido de canciones y a discos que no van más allá de dos meses de vigencia.
-Se habla mucho de la música como un todo, pero tiene muchas partes y propuestas. Hay una más efímera y mayoritaria de la gente joven, sabes, pero ya existía en otras épocas también. Tal vez ahora, con los teléfonos y Spotify, ahora se acaba todo antes porque nos llega mucha información. Se hace mucha más música que en los 80 y 90 aunque se viva peor de ella. Es todo mucho más, pero hay músicos que siguen su propia senda y ritmo, y funcionan. No deberíamos decir que todo está mal o bien, ya que hay un montón de espacios en la música.
Y muchos los desconocemos.
-De hecho, seguro que hay un montón de artistas con millones de escuchas que ni tú ni yo conocemos. Los veo en festivales. Hay mucha saturación y permanecerán los mejores. Mientras tanto, el público joven va escuchando, aprendiendo y haciendo una biblioteca musical en su cabeza, tal y como hicimos nosotros. Cada generación tiene una música nueva aunque, en el fondo, hable siempre de lo mismo pero renovándose formalmente y con otros códigos. El pop siempre lo hace. Ahora se dejan por whatshap (risas), pero las generaciones tenemos muchas cosas comunes. Gracias a eso existe el arte, el cine, la música, la pintura, las series…
Regresa a Getxo ¿La del DalecandELA Fest se la plantea como una cita más?
-No, no. He estado viendo que su objetivo es plantar batalla a la ELA, así que me hace mucha ilusión participar. Está muy bien que haya festivales cuyo fin no sea sacar pasta y ganar dinero.
¿Su objetivo, como canta, es ejercer de Dj y poner a bailar a la gente?
-No solo eso, en mi caso. Trato de hacer conciertos muy emocionales. El baile es maravilloso, pero soy más de hacer que la gente sienta cosas hablando de cómo me siento, de cómo veo el mundo… Mi música es más emocional que de baile, aunque me gustaría ser más bailongo. No se me da bien (risas).
Ha hecho colaboraciones diversas con Veintiuno, Marc Parrot, Carey o el dúo electrónico Galician Army. ¿Le llegan muchas peticiones, qué le hace decir que sí?
-Tiro de instinto, es una cuestión de empatía. Últimamente me cuesta decir que sí, estoy cansado de la gira. Me tiene que entrar bien o leer su petición en buen momento… lo seguro es que ninguna colaboración tiene una visión comercial. Me gusta colaborar, cantar con otros, saber lo que se cuece, ponerme en un brete… Hay que jugar y divertirse.
Las nuevas generaciones empiezan a verle como una referencia.
-No me veo como una referencia, sino como un señor que sigue aquí (risas). Me llegan muchas cosas, es verdad.
Y en lo personal, ¿cómo se siente? Hay una edad en la que empezamos a parecernos a nuestros padres y, en su caso, su hijo, que canta en el grupo Querido, parece un calco, timbre vocal incluido, al Iván que empezó con Los Piratas.
-Supongo que es la vida que se abre paso. Tienes razón en lo de mi padre y el espejo; y mi hijo está ahí. Es ley de vida, unos nos hacemos viejos y otros crecen. Me encanta ver a mi hijo haciendo música porque es una profesión preciosa aunque nada fácil. Me asusta un poco. Le queda mucho por trabajar, pero es un orgullo. También lo estaría si se dedicara a otra cosa, si fuera abogado, por ejemplo. A los hijos hay que quererlos y apoyarlos. El mío, que me ha sorprendido que sea músico porque no me pidió nada, solo el estudio de grabación unos meses ya siendo mayor. Fui el último que escuché sus canciones. Eso sucede, mis padres no se enteraban de lo que yo hacía (risas). Me gustaría que me pidiera más ayuda y me necesitara más. Es duro ver que cada vez te necesitan menos.
¿Ha vivido ya suficiente tiempo para entregar un disco nuevo?
-No tengo mucha cosa en la cabeza, no estoy componiendo mucho. Me estoy dedicando a tocar. Siempre me pasa así, no tengo idea de nada hasta que llega. Cada vez me permito más ir a mi propio ritmo. Cuando empiezas tienes un hambre especial y quieres aprender y grabar todo el rato. Yo ya me siento estabilizado y cómodo, y me he ganado ir sin prisas. Hoy pensaba bajar al estudio a trabajar algo con un sintetizador nuevo que tengo, pero he pensado que no, que voy a ver una película, quizás una de Star Wars.
¿Sigue enredando con la electrónica o está ya en otro método de búsqueda de emociones y canciones?
-Sí, sigo ahí, aprendiendo cosas con ella, pero también con el piano. La electrónica me gusta mucho porque no hace falta hacer canciones, temas con texto, ni ser un virtuoso. No lo he sido en nada en mi vida (risas).
“Cruzar las líneas siempre me gustó”, canta.
-Sí, estoy dispuesto a casi todo. Últimamente me faltan líneas que cruzar, siento que me aburre un poco todo. Busco cosas que derribar. De hecho, al componer me suelo encontrar con la misma canción constantemente; ahí lo dejo y me voy a pasear. Ese compromiso puede llegar a ser un abismo al sentir que no avanzas y no haces nada nuevo. Yo no soy Springsteen, que es un genio.
Y también “me río para no explotar”. La vida se abre paso y nos machaca. Basta con poner un telediario y nos deja sin respiración.
-Estoy en un momento en el que no quiero hacer declaraciones sobre nada. Veo a todo el mundo manifestándose, pero siento que es algo inútil. ¿Es válido que manifestemos nuestra opinión siempre, sirve para algo? La gente quiere que el artista se exprese y denuncie, y me parece maravilloso, pero me veo yo y me digo qué pinto en todo esto. No qué pinto porque carezca de opinión, que la tengo y el que me conozca bien la conoce de sobra y desde siempre, sino que siento que las redes están llenas de egos. Creo que lo que yo siento no debería importarle a nadie. Ahí está lo reciente de Rosalía, y yo me he visto en alguna con festivales y los fondos que los apoyan. Parece que todos tienen una idea clara de lo que debería hacer… y yo no. Es todo muy complejo aunque la gente busque gestos sencillos. El genocidio en Palestina es claro por parte de un país terrorista, pero me escandalizan también Trump, los incendios, Ucrania… No me da para todo.
Ahí está la amistad como uno de los mejores bálsamos ¿no?
-Va a haber un momento que tampoco nos sirva porque este mundo va fatal. Es todo tan horrible… Yo sigo en la trinchera de la música, la familia y los amigos, pero está todo muy complicado. Poner el telediario te puede amargar una comida.
¿Sigue defendiendo que hará canciones siempre aunque no le interesen a nadie?
-En principio sí, siempre que me interesen a mí (risas). Es la única manera de resistencia y supervivencia en la vida que tengo. Y las haré hasta el final. Yo solo tengo una vida, en la que se confunden la música y lo personal. Están muy ligadas, dependo de ambas.