Después de una primera velada del BBK Bilbao Music Legends Fest 2025 marcada por un vendaval de fieras guitarras eléctricas, la jornada del sábado, la segunda y la de su clausura, la protagonizaron la elegancia y el buen sonido del rock progresivo de los 70, aliñado con ciertas dosis de AOR y baladas melifluas, del legendario Alan Parsons y su grupo, que desplegó toda su artillería de éxitos, con Eye in the Sky al frente, en un Bilbao Arena de Miribilla con una mejor entrada que en el primer día, especialmente en la zona de graderío.

Tres años después de su cancelación en el festival por problemas de salud, el londinense Alan Parsons, una leyenda de 76 años residente en California (Santa Bárbara), cumplió ante sus extasiados seguidores vascos en Miribilla con su propuesta millonaria hace décadas, esa mezcla entre el rock sinfónico de los años 70 heredero de Pink Floyd y las baladas AOR relajadas y sensibles que triunfaron una década después, en los años 80.

Aunque Parsons se traslada con la ayuda de un bastón, ayer se le vio cómodo en Bilbao. Se situó en el centro del escenario, al fondo y elevado sobre su Live Project, marcando rango, sobre una tarima y siempre sentado tras las tres operaciones de espalda que ha sufrido en los últimos años, alternando su repertorio entre la guitarra y el teclado.

Animando al público con gesto hierático, con otro teclista y el batería en sus flancos, Parsons, el prototipo en los antípodas de esos músicos atletas como Mick Jagger, que corren una maratón en cada escenario, el londinense que se doctoró en sonido y grabaciones junto a The Beatles y Pink Floyd no se guardó ni uno de sus éxitos –lejanos ya, logrados en los 80– en el cajón, empezando con Standing on Higher Ground con una base marcada y sintetizadores muy años 80, con un dinámico PJ Ollsson a la voz principal de su Live Project.

Desde entonces, Parsons evidenció su papel como director de orquesta y cantante (muy) ocasional en la siguiente y conocida balada Don’t Answer Me, con sus ecos de los 60 y el pop de la Motown, y con añadido de un solo de saxofón. Alternando la guitarra acústica y los teclados aunque sin gran protagonismo instrumental, cedió gustoso el brillo a su grupo y al magnífico sonido marca de la casa, inmaculado, elegante y con pegada, en concordancia con haces de luces nada complejos pero muy efectivos.

Un septeto

Parsons se vio apoyado por su Live Project, un septeto sin rutilantes estrellas y más efectivo que efectista –el típico grano que hace granero–, siempre presto a socorrer al líder, especialmente en el apoyo coral en grandes armonías a varias voces, ya que todos y cada uno de sus miembros se acercaron al micrófono en algún momento de los 90 minutos del bolo.

Con una sonoridad más física, orgánica y expansiva que en disco, el bolo prosiguió con el riff de teclado y el bajo marcado y en progresión de Psychobabble, en un terreno cercano al rock que el rubio guitarrista solista Jeff Kollman –el otro era Dan Tracey, guitarra rítmica– condujo hacia pasajes psicodélicos. Y la psicodelia heredada de sus años compartidos con los Floyd siguió impregnando Miribilla en la balada Time mientras Olsson, sobresaliente, cantó eso de que el tiempo es como “un río que se dirige hacia el mar”, e hizo que no se echara en falta a Eric Woolfson, el co–líder y vocalista del Alan Parsons Project original, al llegar sin problema alguno a las notas más altas.

Casi fundidas, con el público ya caliente, sonaron la rockista Breakdown y The Raven, basada en el poema homónimo de Poe y sin la voz filtrada con vocoder del original, que precedieron al sinfónico Old and Wise y a otro de sus clásicos, I Wouldn´t Be Like You, concierto aire a The Doobie Brothers y la suma de sendos solos de bajo y guitarra. Sonó exótico La Sagrada Familia, extraído de su disco dedicado a Gaudí, y estrenó la inédita Let’s Talk About Me antes de la emotiva aunque convencional Don’t Let it Show, con su teclado litúrgico.

El público disfrutó con el bolo. Efe

Tras el tramo central del concierto, se sucedieron un puñado de temas menores, de Damned If I do a Day After Day y su mensaje de que “el show debe continuar”, el soft rock de Can’t Take it With You o Prime Time, antes de que la banda desembocara en lo que todos los asistentes habían ido a escuchar, la unión del instrumental Sirius –la banda sonora con la que salía al parqué Michael Jordan al frente de Chicago Bulls– con su mayor éxito comercial, Eye in the Sky, con su riff clarividente, el jefe nuevamente a la (escasa) voz y con todo el grupo compartiendo micrófono, con los fans, ya desatados y participativos, coreando el estribillo. Y más después de un guiño al piano al Txoria txori de Laboa.

En los bises sonaron, sin que la banda se moviera del escenario debido a los problemas de movilidad del líder, (The Systems of) Doctor Tarr, eléctrico, funk y mainstream, y Games People Play, ya entre palmas arriba y debajo del escenario aunque el punto culmen se viviera casi 15 minutos atrás.

Leyenda euskaldun

Antes de la actuación estrella de Parsons saltó a escena otra leyenda musical, en este caso euskaldun. El reloj se acercaba a las 20.00 horas cuando Errobi se adueñó del escenario para demostrar, como ya hicieran en su concierto de regreso en Bilbao, en Euskalduna Jauregia, que el pionero grupo vasco, uno de los primeros en aunar la electricidad del rock y la psicodelia anglosajona con el folk euskaldun hace ya más de medio siglo, está lejos de sufrir ataques reumáticos debido a la edad.

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Mixel Ducau, a la guitarra eléctrica, y Anje Duhalde a la acústica, con ambos repartiéndose el micrófono y esas armonías vocales inolvidables, resisten al frente de los Errobi actuales, revitalizados con la sangre que aportan los recién llegados: el hijo de Anje, Txomin Duhalde, a la batería, Rémi Gachis a la guitarra e Iñigo Telletxea al bajo.

En Miribilla nos retrotrajeron a una juventud aliñada con una banda sonora donde el folk euskaldun, el rock y los sonidos progresivos de los 70 volvieron a darse la mano, a un volumen alto, muy alto, con espacio para la diversión, las tonadas de amor y reivindicaciones no tan del pasado: patria, euskera, libertad, lucha de clases… Sonaron (casi) todas las que marcaron una época, desde el inicial Gure lekukotasuna a Kanpo, Nagusiaren negarrak, Aitarik ez dut, Rock eta rollin, Telebista, Agur t’ erdi, Nora goaz... No sabemos el futuro que les espera, pero por nosotros, que sigan en esta interminable gira del agur.