Tras la pandemia, Springsteen se prometió celebrar el regreso a la normalidad con “la mejor fiesta que pudiera”. Quien conozca al veterano rockero de 75 años sabe que se refería a otra de sus giras eternas en los escenarios, de la que ya disfrutamos en Madrid y Barcelona y tendrá su epílogo en 2025 con dos conciertos en Donostia, los días 21 y 24 de junio. La trastienda y el objetivo de esos encuentros maratonianos –los ensayos, la elección del repertorio, la amistad y camaradería entre los músicos, la añoranza por los ausentes, la pasión del público y la metáfora que suponen sobre el discurrir humano entre la vida y la muerte– traspasa las pantallas en el documental Bruce Springsteen and The E Street Band: Diarios de carretera, ya disponible en Disney+. “Es tarde para dejarlo”, confiesa el músico en la película.

El documental, dirigido por Thom Zimmy y que ofrece la visión más completa hasta la fecha sobre el proceso de creación de sus conciertos, arranca con Springsteen avanzando hacia la cámara con los andares de un septuagenario. Antes de subir las escaleras que comunican con el escenario, en penumbra, ya se adivina su sonrisa tras el abrazo previo a sus músicos, el mismo que recibirán al acabar la misa rockera. Aquella magia a la que cantó está a punto de desplegarse de nuevo. El sueño eterno, aquel que tuvo de niño y cumple cada noche en gira. “Soñaba con tocar ante un público vociferante, y desde los 16 años ha constituido una parte profunda y esencial de lo que soy; y del sentido de lo que le doy a mi existencia”, confiesa a cámara.

En el 50º aniversario de su The E Street Band, esa máquina de triturar estilos a ritmo de rock, jazz, soul, r&b, folk, pop y gospel, su promesa en pandemia ha vuelto a cumplirse. “Sin música ni espectadores, me prometí a mí mismo, a los fans y a la banda que, si lo superábamos, celebraría la mejor fiesta que pudiera” con la que está siendo su primera gira en 6 años. “Estoy vivo, vuelvo a casa”, se le oye vociferar en Ghosts, esa canción que el documental tan bien recrea con un flash back al pasado y a su grupo The Castiles.

Llevamos juntos medio siglo y no sabemos cuánto tiempo podremos continuar, ni lo que pueda pasarnos”, defiende. “Siempre me sorprende el instinto de camaradería al verlos juntos”, dice Patti Scialfa, pareja de Bruce, quien reconoce a cámara el mieloma múltiple que le diagnosticaron en 2018 y solo le permite cantar en algunos conciertos, ya que “afecta a mi sistema inmune”. Diarios de carretera, que se complementa con un disco homónimo disponible en plataformas como Spotify, acaba siendo un canto de amor a la amistad y a “nuestros chicos”, a los que alude su mánager, Jon Landau, a los supervivientes y a Danny Federici y Clarence Clemons, quienes se fueron antes de tiempo y cuyos fantasmas –entrevistas incluidas– recuperan las imágenes. Su muerte fue “un golpe terrible del que no es fácil recuperarse”, reconoce Bruce.

El documental comparte imágenes novedosas de la banda –y de sus clásicos en vivo– desde los ensayos hasta los conciertos, de los momentos de elección del repertorio al del ritmo y la filosofía que se buscaba para hilar las canciones. Se ve cómo la banda, ampliada con coristas y vientos, “se sacude las telarañas” y cómo Bruce y el pirata Steve Van Zandt, convertido en director musical, paran, corrigen y dan indicaciones para poder “recuperar el modo frenético y fuera de control con el que tocábamos”. Algo impensable para quien les viera a finales de los 70 y primeros 80, pero solventado con nota para ser un grupo de músicos tan veteranos.

Seriedad y diversión

“No queremos ir a lo seguro, sino salir y dejarlos anonadados, joder. Sonar reales y honestos, con el porcentaje de cagadas que no vamos a poder evitar. Para eso pagan, quieren verlo en directo, por eso tiene que haber errores”, se le oye decir al Jefe a sus músicos mientras preparan un espectáculo de tres horas de duración “en creación constante”, con aportaciones de temas novedosos cada noche a petición de los fans. “Volver es la bomba, una celebración”, reconocen todos mientras van sonado canciones festivas como Rosalita o Mary´s Place, la parte más lúdica de un “espectáculo muy espiritual” protagonizado por “la parroquia” de Bruce, esa a la que se ve, a pie de escenario o haciendo cola, con rostros de fascinación, alegría, cantando, saltando, con pancartas y hasta dejando caer alguna lágrima.

Aquel tipo que, según recuerda Steve, “era el más introvertido del mundo y se ha convertido en el mejor artista (entertainment)”, se transforma en un ciclón en escena; incluso a sus 75 tacos, y monta un espectáculo que salta del hedonismo sexual que supuraban Sam & Dave y James Brown, a la seriedad de una gira que transita entre la felicidad y el dolor, entre el cálculo y la espontaneidad. De aquellos primeros conciertos a los que llegaban en una furgoneta a los estadios actuales, sus hoteles de lujo y las 40 guitarras de las que disponen ahora. “Solo llevábamos una al empezar”, recuerda Bruce, mientras Landau habla de la gira como “un espectáculo serio con toques de humor”.

Hasta el infinito

Entre las canciones de su álbum más reciente, A Letter to You, destaca Last Man Standing, presente en todos sus últimos conciertos y en el documental, al igual que la interpretación acústica en la despedida de I´ll See You In My Dreams. Y es que estos conciertos retratan a fuego a su autor –el último en pie de quienes crearon The Castiles– y a su banda, ya septuagenaria. Esas canciones “cohesionan los pensamientos y sentimientos que hacen estos conciertos distintos”, indica Landau. Y es que no dejan de tratar, entre la electricidad y la diversión, de “la vida, de la muerte y de lo que hay en medio”.

“Hacer música mientras envejeces es un asunto interesante y complicado, pero espero continuar hasta que las ruedas se gasten y mientras la banda me acompañe. Una cosa sí sé tras 50 años en la carretera, ahora es tarde para parar”, explica el músico en la despedida de un documental obligado para los fans y para quien aún crea en la vigencia del rock. “El público paga por la intensidad de tu trabajo, por estar ahí, solo ahí, tocando para cualquier posibilidad que el rock´n´roll pueda ofrecerte”, apostilla. Y citando un pensamiento de Jim Morrison, concluye al asegurar, sobre su tarea y dirigiéndose a sus fans, que “os quedéis con las posibilidades de la vida, con esa energía al salir del concierto y que la llevéis a vuestra vida con una sonrisa y un sentimiento de amor en el corazón, un alma tranquila y, espero, un espíritu renovado”. Amén.