Gertrud Goldschmidt (Hamburgo, de 1912 - Caracas, 1994) fue, ante todo, una mujer inspiradora que con 41 años se convirtió en artista. Pero no en una artista cualquiera. Gego, seudónimo formado con la contracción de las cuatro primeras letras de su nombre y apellido, es una de las grandes creadoras de la segunda mitad del siglo XX, como lo demuestra la retrospectiva que le dedica el Guggenheim Bilbao hasta el 4 de febrero.

“La exposición se enmarca en las líneas de programación del museo, presentar la obra de grandes artistas latinoamericanos del siglo XX, y recuperar la obra de mujeres que no han tenido en la Historia del Arte el reconocimiento que su trabajo merece”, ha explicado esta mañana en la presentación Juan Ignacio Vidarte, director general del Guggenheim Bilbao.  

Comisariada por Geaninne Gutiérrez-Guimarães y patrocinada por Seguros Bilbao, la exposición está organizada de forma cronológica y temática y analiza las aportaciones formales y conceptuales de la artista germano-venezolana a través de su obra de formas orgánicas, estructuras lineales y abstracciones modulares. Las piezas reunidas están fechadas desde principios de los años cincuenta hasta inicios de los noventa.

Artista a los 41 años

A través de 150 esculturas, dibujos, grabados, textiles, publicaciones o fotografías, la retrospectiva muestra los distintos contextos artísticos latinoamericanos que atravesó la extensa carrera de Gego y sus rupturas e intersecciones con movimientos como la Abstracción Geométrica y el Arte Cinético. 

Gego nunca estudió Bellas Artes, nació en el seno de una familia alemana judía y se formó en arquitectura e ingeniería. Pero en 1939 tuvo que huir de su país por la persecución nazi. Decidió emigrar a Venezuela, donde se asentó definitivamente y en 1953 inició una carrera dedicada al arte que se prolongó durante más de cuatro décadas. 

 Su primera exposición individual fue a sus 43 años, coincidiendo con un cambio también a nivel personal. Se había divorciado y vuelto a emparejar con el artista lituano Gerd Leufert. Juntos se habían mudado de la capital venezolana a vivir a El Tambo, una casa en el pueblo de Tarmas, donde ella se enfocó en la experimentación de distintos medios y técnicas expresivas, como la acuarela y el dibujo. 

En la exposición, se pueden ver algunas de sus primeras obras, como representaciones de paisajes, formas geométricas... Entre finales de la década de 1950 y comienzos de los 60s, Gego se aleja de una forma muy tradicional de representar temas como el paisaje, lo figurativo y la arquitectura. Su investigación sobre las líneas paralelas, como ella lo llamó, se basa esencialmente en la geometría.

Gego, a través del efecto de las líneas paralelas, dibujadas una encima de la otra, consigue que estos parezcan moverse cuando nos movemos alrededor de las esculturas u observamos los dibujos. También se adentra en el cinetismo, (kinesis, movimiento), cuyas obras crean la ilusión óptica del movimiento en el espectador.

Esculturas colgantes y transparentes

En 1969, la artista toma un nuevo rumbo alejándose de las líneas paralelas para pasar a las reticuláreas, término con el que designa diferentes formas retículares , en dos y tres dimensiones, creadas a partir del ensamblaje de piezas modulares en su mayoría de base triangular. “Gego comienza a utilizar materiales industriales que estaban disponibles en ese momento, ya que Venezuela estaba atravesando un proceso de modernización. Y es así como trabaja con aluminio, con bronce, con acero y con hierro”, explica Geaninne Gutiérrez-Guimarães. 

Los visitantes se topan en el espacio central de la Sala 105 con esculturas colgantes de la artista, basadas en cuadrados o triángulos. Además, se exponen Chorros, Troncos y Esferas, obras minimalistas que ponen de relieve temas como la fragilidad, la gravedad y la transparencia. “Sus esculturas no son sólidas, formas abiertas, que tienen que tener aire,  través de las cuales se pueden obtener múltiples miradas”, señala la comisaria. 

Se trata de estructuras realizadas con hilos muy finos de alambre, entretejidos manualmente por la propia artista sin necesidad de ayuda externa, como fue el caso de sus primeras estructuras de metal en los que requirió del asesoramiento de profesionales en el trabajo con hierro.

Antes de concluir con las series realizadas entre 1987 y 1991, cuando ya contaba con más de 70 años, Gego desarrolló un conjunto de obras denominado “Dibujos sin Papel (1976-1988) que constituyen uno de sus trabajos más complejos a nivel conceptual y suponen un punto de inflexión en su evolución artística.

Estas esculturas minimalistas realizadas con alambre, fragmentos de metal reciclado y pequeños herrajes sobresalen del muro que las sustenta como si estuvieran dibujadas en el espacio, y funcionan como construcciones sin papel y sin marco.