Es casi un milagro que una colección como la de los tapices de Rubens forme parte del patrimonio navarro. Aparecieron de casualidad en el sótano del viejo hospital provincial de Nafarroa –lo que ahora es el Museo– y la historia de cómo llegaron es casi de película, con un militar navarro veterano de Flandes que se mete a cura y dona todos sus bienes como protagonista.

Los tapices han sobrevivido al contrabando ilegal de obras de arte; a la cera y las llamas de las velas que los iluminaron durante siglos; a las cagadas de murciélago y a las polillas; a las vueltas de exposiciones y viajes por el mundo –el primero, de Flandes a Iruñea–; y a las revueltas de guerras civiles y conflictos varios. Y aquí están, recién restaurados y como nuevos otra vez en el Palacio.

Todo esto lo contó la restauradora Alicia Ancho en la exposición Al hilo de Rubens: de Flandes a Pamplona, organizada por Cultura hace un año. Lo hizo con más detalle y apoyada en el trabajo de casi cien expertos y las investigaciones de Amaia Vicente, que fue la que encontró, entre muchos testamentos, el de Tiburcio de Redín y Cruzat, un militar navarro que luchó en Flandes y que legó todos sus bienes al hospital antes de meterse a cura y jurar voto de pobreza. Entre esos bienes, “una tapicería de raz de 7 u 8 paños de figuras grandes”. Los tapices de Rubens.

La colección está compuesta por seis tapices grandes –de 4,80 x 7,50 metros– y uno muy pequeñito, unos angelitos para colocar encima de la puerta. La serie tiene un valor incalculable. No hay muchos tapices barrocos similares. Quizá los de las Descalzas Reales de Madrid, también de Rubens, parecidos a ojos inexpertos. Y, en segundo lugar, porque están inspirados por los diseños de uno de los pintores favoritos de los Austrias. El autor del soberbio retrato ecuestre del Duque de Lerma, con el caballo más bonito del Museo del Prado, hizo los diseños que llevó a la tela el taller de Frans Van den Hecker en Bruselas, ahí por 1650. Los tapices navarros “se encuentran entre los de mayor calidad que se realizaron en Europa durante el Barroco y constituyen un importantísimo conjunto, sobresaliente”, según el Gobierno foral.