La delicadeza y el pop frente a la furia rock y postpunk. Esa es la propuesta de dos de los primeros lanzamientos discográficos vizcainos que nos deja el otoño. De un lado, el grupo de Getxo, Arana, con ex miembros de Cujo y Cancer Moon, que presenta el sensible, bello y melancólico Voces que susurran (Decadencia Corporal), un destacable Ep de cuatro canciones. Las mismas publican los bilbainos Sonic Trash en un split compartido con los gasteiztarras Víctimas Club, en el que apuestan por la caña, el noise y el postpunk para hacerse preguntas y rendir tributo a Laboa.

Los compositores, cantantes y guitarristas Alfonso Arana y David Hono son dos de los activos imprescindibles que han protagonizado la escena pop y rock de las tres últimas décadas en Bizkaia. El primero aportó su pasión juvenil a la dupla inolvidable –los ya fallecidos Josextu Añitua y Jon Zamarripa– que impulsó Cancer Moon y pasó también por otras formaciones musicales como Cujo y Sweet Oblivion, este último proyecto liderado por la voz femenina de Ce Echevarri con él en segundo plano.

Arana funciona como el vehículo más personal del músico getxotarra de toda su carrera. Sus canciones, voz y guitarra lideran una carrera que incluye dos discos, Miedo a lo desconocido (2014) y Noches de sol, lluvia, niebla y estrellas (2019), que recopilaba varios Eps. Es la cabeza visible de una formación que completan colegas de entorno y experiencias compartidas como Iñigo Romera (bajo y coros, miembro de Basurita), Iñigo Egillor (batería y percusión) y Rodrigo Pérez–Andino (teclados y sintetizadores), los dos últimos integrantes de Gringo.

El lanzamiento otoñal de Arana, sexta referencia del valiente sello bilbaino Decadencia Corporal, que antes de verano recuperó en una cassette la obra inédita de Jon Zamarripa, es un Ep de cuatro canciones en formato CD digipack titulado Voces que susurran.

Se abre con el ritmo perezoso de Reflejos, cercano al slowcore de Low y a un Mark Lanegan más refinado y de etiqueta que oscuro y noir. Nos ofrece una belleza taciturna, letra poética –“las palabras te tocan como si fueran gotas de lluvia en tus labios… parece un ángel buscando las alas que perdió en un incendio”– y guitarra evocadora y con reverb que desemboca en leves teclas de piano.

Los bilbainos Sonic Trash se mezclan con Víctimas Club. DEIA

Con el tema En el fondo del mar el ritmo se aviva, con leves aires country y una guitarra viva y chirriante heredera del rock alternativo estadounidense de los 90. Le da el relevo Fantasmas de mayo, la más cruda, vestida de noise y en la que Arana pide “atraviesa el fuego por mí” antes de su crescendo final.

El Ep concluye con Ya no es ella, casi seis minutos de balada melancólica basada en el poema Sin embargo del libro Lógica borrosa, de Cantal Maillard. Apuestas fallidas vestidas con el color melancólico del otoño.

Por su parte, Sonic Trash es el vehículo que impulsó David Hono hace algo más de una década para continuar con la pasión por el rock alternativo de los previos YaTeDigo (YTD). Desde su debut, Hey chica, al más reciente King Kong Party, de hace dos años, y sus singles, Eps y versiones, no ha cambiado ni un ápice su planteamiento, que ya vociferaba en una de sus primeras canciones: “todo es rock and roll... estoy listo”.

Basura sónica

Lo constata el split en formato vinilo que ahora comparten con los gasteiztarras Víctimas Club, editado por el sello vizcaino Brixton Records, en el que Sonic Trash presenta cuatro canciones, listado que abre Serendipia. A pesar del título, no resulta una sorpresa la crudeza seductora del ahora quinteto. Oírles trae consigo una explosión sonora. Estés o no fuera de tiempo o lugar, basta con escuchar “un viejo rock and roll” como este, con un tempo acelerado final, para que el mundo “cambie de color”.

El “viejo ritual” de Hono, ahora ayudado por J. Arias (guitarras), Ekaitz Hernández (piano y teclas), Lander Moya Garai (bajo) y Danel Marín Urrutxurtu (batería), continúa con Ginebra, poesía eléctrica sobre el tiempo y su poder, que arranca, susurrante, con un teclado que emula a The Doors y un ritmo que se dispara y recula a su antojo. “Abrazados muerte y tiempo, el sueño solo es su retrato”, canta David, el tipo de la eterna chupa de cuero.

Harma Tiro Punk nace con un acople, incluye, desde el título, un tributo a Laboa, además de un guiño al latín, y saca “el instinto animal” de los bilbainos en una rodaja punk certera y repleta de preguntas. Hay muchas más en Algoritmo, andanada postpunk directa de dos minutos, con su letra densa y crítica –emoticonos, algoritmos, caos, miedo, poliodio y poliamor, patriotismo, bocazas en televisión– que nos deja el verso: “Tal vez la verdad sea mentira / solo mentiras”.