Hasta pasados los 41 años Jean Dubuffet (Le Havre, 1901-París, 1985), no se decidió a abandonar el negocio familiar de venta de vinos para dedicarse plenamente al arte en el París ocupado por los nazis. A partir de su interés por el arte bruto, obras espontáneas creadas por enfermos mentales o niños, comenzó a desarrollar una incesante búsqueda artística más allá de los límites establecidos. Él mismo calificaba su estilo pictórico como Art Brut, contrario a todo lo que cabía esperar de un pintor de la tradición artística francesa y planteaba un radical desafío a los valores estéticos establecidos.

Era un artista que siempre estaba autocuestionándose, en un proceso de creación constante. Buscaba algo que no encontraba. La obra de Dubuffet era una invención permanente.

La Fundación Solomon R. Guggenheim de Nueva York cuenta con una de las colecciones más importantes del artista francés, de las que han llegado a Bilbao una selección de ellas, complementadas por obras procedentes de la Peggy Guggenheim Collection de Venecia. La exposición Jean Dubuffet: ferviente celebración es una de las muestras bienales acordadas en la renovación del Acuerdo de Gestión con Nueva York y muestra medio centenar de obras del creador francés, al que la Fundación Solomon R. Guggenheim le dedicó tres retrospectivas en vida. "De una manera progresiva, vamos a presentar al público los fondos de la colección Guggenheim, pero también permite tener una visión histórica del panorama del arte del siglo XX", señaló el director general del museo, Juan Ignacio Vidarte.

Recorrido

RecorridoEl título procede de una frase del autor que define su obra vitalista: "me gustaría que la gente viera mi trabajo como una recuperación de valores desdeñados, como una obra de ferviente celebración".

La exposición está comisariada por David Max Horowitz, curator asistente del Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York y arranca con cuadros como Miss Choléra o Voluntad de Poder, ambos realizados en 1946, que suponen un desafío directo a los ideales conmúnmente extendidos de la belleza y elevado estatus del arte.

Junto a su espíritu claramente crítico, Dubuffet experimenta con caminos alternativos, que cree que le conducirán a formas de expresión genuinas. Durante los años cuarenta y cincuenta, invita al público a repensar el concepto de belleza y "se deleita en los cualidades de lo cotidiano y de los materiales más simples y los convierte en excepcionales", señala el comisario de la muestra.

Porque nadie se engañe. La suya era una despreocupación aparente, pero desde ella, con un estilo pseudo-naïf, desarrolló una pintura compleja.

A partir de 1962 es cuando Dubuffet realizó su ciclo Hourloupe, que duró hasta 1974, durante el cual cuestionó nuestra percepción del mundo y recreó un mundo paralelo, lunático, en el que ningún elemento se da por conocido de antemano, con el objetivo de provocar la imaginación del espectador. Como su obra Nunc Stans (1965) o Bidon l'Esbroufe (1967). Ciclo que abandonaría para inclinarse por la escultura, luego por la arquitectura y cuya culminación será el espectáculo 'Coucou Bazar', un cuadro animado. Este cuadro solo se ha representado en pocas ocasiones: en 1973 en el Solomon R. Guggenheim Museum de Nueva York; pocos meses más tarde en el Grand Palais de París; y en 1978 en el Palazzo della Promotrice delle Belle Arti al Valentino de Turín. Se trata de siluetas gigantes denominadas practicables, una especie de figuras móviles, recortadas y decoradas donde confluyen la pintura, la escultura, el sonido y el movimiento.

Durante la última década de su vida, siguió experimentando, buscando nuevos caminos, replanteándose entre el juego de las líneas y los colores el problema imperecedero de la figuración.

"Dubuffet animó a la gente a que ve el mundo a través de sus ojos, de otra manera. con esta exposición en el Guggenheim, también se celebra la vida", según explicó David Max Horowitz.

La muestra, que se puede ver hasta el 21 de agosto, está patrocinada por BBK, entidad que acompaña al Guggenheim desde el inicio del museo. "Creemos en la importancia del arte contemporáneo e impulsamos su papel en la creación de conocimiento, innovación, desarrollo de talento e inclusión. Esta exposición es una celebración a través del arte, con la que el artista quiso compartir un antídoto eficaz contra la apatía y la desesperanza, son como unas vitaminas que en estos tiempos que nos tocan vivir necesitamos todos", explica Nora Sarasola, Directora de Obra Social de la Fundación BBK