El maestro Juanjo Mena (Gasteiz, 1965) está considerado uno de los directores más importantes del panorama internacional. Con tan solo 16 años ya empezó a dirigir escolanías y a los 18 formó su primer coro. Después, vino la dirección de la EGO, la de la Sinfónica de Bilbao, las grabaciones de música de Jesús Guridi y Andrés Isasi, el debut, como director invitado, con la Orquesta Sinfónica de Baltimore, y en 2010 su elección como titular de la BBC Philharmonic Orchestra, formación que condujo hasta 2017, cuando decidió repensar su futuro y tener más tiempo para decidir.

Le pilló el confinamiento en Minnesota...

—Así es, dirigiendo un concierto ya sin público, para la radio con un programón, la Sinfonía Leningrado y el Concierto para piano número 2 de Rachmaninov. De hecho, tuve problemas para volver a casa, porque los vuelos se habían cancelado. Durante esos meses, aproveché para seguir trabajando viendo cómo todo se caía. Aunque tengo que reconocer que en el caserío de Legutiano, con mi mujer y mis dos hijos, tuvimos un confinamiento diferente; es muy grande, con jardines y vista a los pantanos. Pudimos pasear por las montañas de alrededor. No había tanta gente, éramos menos de 2.000 personas, sin restricciones horarias como hubo en muchos sitios.

¿Desde cuándo no había pasado tanto tiempo en casa?

—La familia no está acostumbrada a tener a su padre en casa, y de repente, aparece todos los días, y piensas: ahora cómo nos organizamos (risas). Pero ha sido muy bonito poder vivenciar esta situación con la familia. Estoy casi todo el año fuera de casa, aunque he intentado volver siempre a tiempo para compartir con mi familia los momentos importantes.

Ha sido uno de los primeros directores de orquesta que antes ha regresado al escenario...

—Nada más acabar el primer confinamiento, en junio del año pasado, todo el mundo quería hacer cosas en España. El 23 de junio, por fin, pude ir a ensayar con la Orquesta Sinfónica de Galicia para acudir al Festival de Granada. Se celebraron también el festival de Santander, la Quincena donostiarra... Era como demostrar que estábamos aquí con nuestra música. Durante el confinamiento fue un gran esfuerzo de medios y de estructuras, en el que los músicos aceptaron un tipo de trabajo al que no estaban acostumbrados. Pero después, España, y Euskadi especialmente, han dado una imagen, una demostración de que se puede hacer música. Tenemos orquestas públicas, pagadas con dinero público y tenemos que tener también en cuenta que debemos atender a nuestro público. Aquí han funcionado muy bien la Orquesta de Bilbao, la de Navarra y la de Euskadi. Han hecho un buen trabajo desde el principio para demostrar que se podía tocar en tiempos de pandemia con distancias y con medidas de seguridad.

Habrá tenido también muchas cancelaciones de conciertos...

—He hecho más programas en un año que en muchos de mi vida. Muchos directores no han podido venir a dirigir orquestas españolas y me han llamado a mí. Además saben que estoy en ese circuito europeo y mundial. He estado en Tokio con el pianista Javier Perianes, en Barcelona, voy a estar en Sevilla... Pero es increíble que en países que siempre se han dado como musicales, como Francia, Italia, Alemania o Centroeuropa, la música haya parado.

Ha comentado que también la situación ha sido muy grave en Gran Bretaña, donde usted fue director titular de la BBC Philharmonic durante años...

—He sufrido mucho con lo que ha pasado en Inglaterra y en Norteamérica. Los músicos me han llamado preguntándome por las audiciones, dónde pueden ir, pero claro, surge el Brexit y no pueden, no tienen permiso... En Londres hay unos 3.000 músicos freelance, que no pertenecen a ninguna orquesta. Trabajan con un contrato de servicios de dos, tres o cuatro horas. Si de repente se para absolutamente todo, esa gente que vivía de eso, con una preparación instrumental increíble, con un nivel altísimo... Músicos que trabajaban conmigo en la BBC han tenido que vender sus instrumentos y ponerse a trabajar en otras cosas.

También muchos de los conciertos que tenía en Estados Unidos se cayeron...

—En el mundo anglosajón la música ha parado porque tenían a dos personajes como Boris Johnson y Donald Trump. El ministro de Cultura de Johnson ya nos trató mal cuando yo estaba en la BBC, porque había habido políticamente un no apoyo claro de la orquesta a su partido con las elecciones antes de que llegara Johnson. En la pandemia, han seguido la misma línea; han matado una de las mayores virtudes de Inglaterra, que tiene un altísimo nivel musical de sus orquestas.

¿Considera que se ha tratado mal en esta pandemia a la cultura?

—Ha habido otras prioridades, pero insisto, como han demostrado muchas orquestas o el Teatro Real que sigue programando ópera, se puede combinar pandemia y cultura. Ha habido situaciones traumáticas. En Cincinnati han seguido pagando a los músicos, no les han quitado el seguro médico, que es lo más problemático. Pero fíjate lo que está pasando con el MET de Nueva York, la organización de artes escénicas más importante de Estados Unidos, que durante meses no ha pagado los salarios de sus empleados. Supone un nuevo golpe para los músicos, cantantes y otro personal que trabaja ahí. Ahora están negociando otra vez.

¿Se considera un afortunado por poder seguir dirigiendo?

—Siempre lo pongo por delante: soy un afortunado por poder seguir dirigiendo orquestas en estos terribles tiempos de pandemia.

Ahora se marcha a Cincinnati para dirigir el May Festival...

—El año pasado había un programa muy bonito, lo cambiamos para hacer un programa covid, pero al final no se pudo hacer, pero este año sí se va a llevar a cabo. Es un festival sinfónico coral, y vamos a poder dar presencia al coro, aunque no sea en conjunto. He decidido hacer tres programas en los que la voz es importante. Va a haber algunos solistas importantes cantando lieders de Schubert, de Mahler... Les comenté cómo se habían desarrollado algunos festivales aquí y se va a hacer también con todas las medidas de seguridad.

La semana pasada volvió a dirigir a la Sinfónica de Bilbao en el concierto de los 125 años de la Sociedad Filarmónica. ¿Cómo encontró a la orquesta de Bilbao?

—Han pasado ya años desde que dejé de ser titular. Para mí es una orquesta muy diferente. Tengo una sección de viento que conozco muy bien, que es de mi época, pero en las cuerdas hay mucha más gente que no conozco. Pero cuando yo llego a una orquesta me pongo a trabajar con ellos y disfruto mucho. Hicimos un repertorio que fue una maravilla, un pequeño guiño al programa inicial que se hizo en la inauguración con obras de Arriaga, Mozart... Para mí fue un concierto y un momento muy especial en la Sociedad Filarmónica, de la que me han hecho socio de honor, donde aprendí tanta música. He escuchado ahí grandes cuartetos y he llorado de la maravilla que podía escuchar. Y ese sentimiento es el que intenté transmitir. Un sentimiento que siento cuando dirijo en Bilbao, donde aprendí de tanta gente, como Antxon Zubikarai, gente que me ayudó y que disfrutó conmigo y me hizo crecer. Siento que Bilbao está conmigo también cuando estoy fuera, no estoy solo. Son experiencias que son compartidas.

¿Cómo es dirigir en época de covid?

—La distancia y las mascarillas influyen mucho. Después del confinamiento en Legutiano, cuando se permitía pasar entre provincias, lo primero que hice fue irme a Galicia para ensayar con la orquesta de allí. Hubo tanta energía que fue maravilloso, pero es verdad que cuando me puse delante de la orquesta y me puse a dirigir, me di cuenta de que no íbamos juntos, que la distancia de seguridad que teníamos que mantener hacía llegar tarde lo que oían. Yo he tenido que cambiar, pues a mí me gusta ser muy musical, no tan técnico, y me he dado cuenta de que no podía ser, pues si no era técnico aparecían los problemas. Sin embargo, creo que dejará algo muy bueno a la orquesta en el futuro, no ahora. Ahora ha sido una reafirmación del individuo, los músicos tocan de manera más individual, lo que va a reforzar su yo y, probablemente, cuando vuelva a juntarse toda la orquesta vamos a tener una reafirmación del grupo, una potencia sonora mucho mayor.

Ha sido director titular de la Sinfónica de Bilbao, de la BBC Philharmonic... ¿Está pensando en aceptar alguna titularidad de orquesta?

—He tenido muchas experiencias además como primer invitado en Berger, en Italia... Pero, al final, te das cuenta de que también se puede trabajar bien como director invitado. No estás envuelto en los conflictos internos de las orquestas, sino que solamente haces música. Cuando eres titular de orquesta dedicas mucho tiempo a lo que no es la música y eso, a veces, hace que no progreses. Para mí fue muy importante mi paso por la BOS, era un pipiolín cuando empecé. Hubo gente que me apoyó a la que debo muchas cosas porque confiaron en lo que yo podía hacer. El paso a la BBC fue muy importante también, me encontré con una orquesta de gran nivel, que hizo que me tuviera que esforzar más, que estuviera más preparado y que además aprendiera con ellos todavía más. Por eso, después de la BBC estoy tardando en tener una titularidad.

Pero habrá recibido ofertas de orquestas...

—Sí, todavía algunas no han cuajado, quedan otras del nivel de la BBC o mejores todavía, pero no pasa nada, llegarán. Hay que esperar. Podría venir a alguna otra orquesta española, que necesita mucho trabajo, pero mi momento es diferente. Me quedan unos 25 años de buena música si Dios quiere y quiero hacerlo con las mejores orquestas donde voy a seguir desarrollándome también. No es altivez, sino ganas de aprendizaje.

¿En la actualidad, se puede hablar de proyectos a largo plazo?

—En absoluto, nadie lo puede hacer. Los mánagers que gestionan las orquestas están bloqueados porque ninguna del mundo está programando la temporada 2022-23. Ahora mismo están en cómo salvar los próximos seis meses, salvar el barco... Yo tengo conciertos en estos seis meses, pero se pueden cancelar. Es un momento de aceptar lo que hay y cuando tienes opción de dirigir, como es mi caso, dar lo mejor.

¿Sus dos hijos, Alain y Klara, siguen sus pasos?

—Les encanta la música, no podía ser de otra manera. Mi mujer es pianista, profesora especializada en bebés con el método Gordon. Mi hijo Alain toca el clarinete y también está estudiando Imagen y Sonido. Y Klara, que tiene 15 años, es violinista, muy inteligente, arrasa en clase, le gusta todo lo que hace, disfruta del atletismo... Y eso es importante, que demos a nuestros hijos la opción de que puedan disfrutar.

"Siento que Bilbao está conmigo cuando estoy fuera; son experiencias que son compartidas"

"En el mundo anglosajón la música ha parado porque tenían a dos dirigentes como Johnson y Trump"

"No es altivez, pero solo aceptaré la titularidad de una orquesta en la que pueda seguir desarrollándome"