Bilbao - Lola Herrera lleva toda una vida sobre las tablas y, como confiesa, "mientras la salud me lo permita y tenga la capacidad de hacerlo" seguirá trabajando. Y es que, como explica la gran dama del teatro, "es lo que me da vida". Ahora, al cumplirse cuarenta años de su estreno, la veterana actriz se vuelve a meter en el papel de Carmen Sotillo y protagonizará Cinco horas con Mario, el texto de Miguel Delibes ante el público bilbaino.

¿Qué tal se encuentra tras el desmayo sufrido hace un mes y tras el que canceló varias funciones?

-Muy bien. He descansado casi un mes y me ha venido muy bien. Lo he superado enseguida. A los pocos días ya estaba estupendamente. Así que ya estoy con fuerzas para iniciar un nuevo camino.

Llega a Bilbao con 'Cinco horas con Mario' cuarenta años después de su estreno.

-Sí, es una obra que he recogido en cinco ocasiones distintas con lapsus muy largos de por medio. Lo cierto es que el estreno fue un momento de mucho vértigo porque no sabíamos qué podía suceder en una época en la que no se hacían monólogos, a diferencia de lo que ocurre hoy en día. Entonces, era un reto que nos pusimos nosotros, aunque no pensábamos que nos fuera a salir bien, pero queríamos hacer ese texto maravilloso. Eso sí, no pensamos que engancharía tanto al público y que se sentirían tan identificados. A lo largo de estos años ha variado mucho la reacción del público.

El papel le llegó de casualidad y lo ha retomado en varias ocasiones. ¿Cómo ha ido variando en cada una de ellas? ¿Cómo lo retoma en esta ocasión?

-Con una distancia grande. Ahora lo miro desde un óptica distinta. Y es que ahora veo cómo profundizar en lugares donde no veía otras veces. Con el tiempo se han abierto cráteres en el texto donde he podido colarme y he descubierto muchas cosas. Es un texto riquísimo. Lo que cuenta Carmen te permite adentrarte en toda la situación de una sociedad, cómo era? Es fantástico, puedes profundizar todo lo que quieras porque siempre encuentras un camino nuevo.

¿Desde su propia experiencia, el personaje ha ido madurando?

-Claro, el tiempo pasa para todos. Mi mente, al mismo tiempo que la sociedad, ha cambiado. Y el público reacciona distinto, eso también ha ido evolucionando. Esto se estrenó recién estrenada la democracia, valga la redundancia, y estábamos todavía con los cuarenta años de dictadura. La gente no sabía por qué sonreír. Pero los años de democracia han hecho mucho a favor de todo. A favor de la comprensión, de nuestra distancia con nuestra propia historia inmediata... La juventud disfruta muchísimo, aunque desde otro ángulo.

¿No les llega la obra de la misma manera?

-Cada uno hace la lectura desde donde está. Pero Delibes es un escritor maravilloso y habla de la historia de su propio país, de una historia que está a la vuelta de la esquina. Es un documento extraordinario, precisamente para los jóvenes, que, en general, se interesan bastante poco por las cosas que han pasado. A lo mejor se interesan por los griegos, pero por cosas inmediatas, no. Y este que cuenta Delibes fue un momento crucial: el de pasar de la dictadura a la democracia. Las mujeres no éramos nada ni nadie ni teníamos ningún derecho. Hay muchas mujeres que lo han visto tantas veces cómo se ha hecho. Ahora hay veces que vienen tres generaciones de mujeres juntas, es muy bonito y gratificante.

Miguel Delibes dibujó una sociedad patriarcal. ¿Qué queda de aquello?

-Muchos residuos, pero se han hecho leyes para darnos lo que nos corresponde. Algunos están iracundos por perder ese mando. Indudablemente no es del gusto de todos, pero estamos intentando hacer una sociedad más justa, donde haya un equilibrio e igualdad entre seres humanos.

¿Existen hoy Menchus?

-Sí, y siempre las habrá. Este personaje es como una caricatura, pero el fondo de sus quejas tiene su razón de ser en el tiempo que era. Quizás hoy no pediría un 600, pero sí un viaje por las islas griegas. Afortunadamente hay cada vez menos. Cuando se contó esto estaba justificado por la educación de Menchu, ya que sus padres la contraeducaron para ser libre.

Hay gente que continúa agarrándose a eso...

-Sí, sí. Hay un partido que pretende que nos vayamos a casa a criar hijos y a ponerles las zapatillas a ellos. Cada uno que exponga lo que quiera, pero tenemos que ser libres para hacer lo que queramos. La que quiera que su meta sea criar hijos es respetable, pero que sea por voluntad propia. Que podamos ser libres de tomar nuestras propias decisiones. No tenemos todo lo que nos corresponde, pero no desistiremos. No hay que descuidarse ni un pelín, hay que estar alerta y no caer en ninguna trampa. No podemos perder lo que hemos logrado.

¿Qué tiene la obra para llenar teatros cuatro décadas después?

-Una conexión total con el público. Yo me lo pregunto también a veces. La verdad es que es un asombro. Allá donde vamos se vende todo y la gente lo disfruta muchísimo. Es un clásico, y la gente no solo lo ve, sino que unas generaciones han traído a otras, ha pasado de boca en boca. Miguel Delibes está más vivo que nunca en ese sentido. La gente está muy receptiva al texto que hacemos. Por ejemplo, Sacristán también está haciendo un texto suyo.

Se le considera la gran dama del teatro, pero para llegar hasta aquí el largo camino no habrá sido siempre fácil...

-Efectivamente, ha sido largo y duro. Es verdad que no se me ha hecho largo, pero sí duro. Aunque también tiene unas compensaciones que no sé si se encontrarán en otras profesiones. Creo que en mi caso me ha creado una pasión. Sobre todo, el teatro. Tienes que renunciar a muchas cosas, pero tengo clarísimo que si volviera a nacer me dedicaría a lo mismo. Es lo que me gusta hacer. El contacto directo con el público es mi oxígeno para vivir. Es algo vital para mí, lo necesito para vivir.

Ha hecho cine y televisión, pero ¿qué sería de Lola Herrera sin un escenario?

-No me lo puedo ni imaginar. El escenario es lo que me llena. He hecho televisión también, sobre todo hasta los 80, pero el teatro es lo que nunca he dejado. Lo cierto es que la televisión fue mi escuela. Todas las semanas hacía personajes distintos, por lo que me sirvió para ampliar conocimientos. Nos dio popularidad también, y es que en el teatro tardas más en ser famosa. Fue beneficioso, pero desde hace tiempo decidí que no quería hacer televisión, por lo que conllevan series tan largas. Algo puntual sí que podría hacer, pero no me siento capaz de hacerlo de la forma en la que se hace ahora. Tengo muchos años y he hecho muchos esfuerzos. Quiero dedicar la energía que tengo a subir al escenario y a pasarlo bien con los que vienen a vernos.

¿Es más selectiva?

-Los años te hacen selectiva. Hay que valorar energías. No quiero derrocharlas en algo que no me gratifique de las misma manera. El teatro sí me compensa.

Cuando acabe 'Cinco horas con Mario'...

-Tengo proyectos, sí. Pero a mi edad los proyectos son a corto plazo. Estoy liada con esto y tengo cosas planeadas para casi todo el año, pero luego veremos cómo acabo con la gira y qué hacemos. Tengo dos cosas que me interesan pero... Por ahora estoy centrada, con el Mario, que es mi compañero.