Bilbao - Periodista, actor, dramaturgo... Unai Izquierdo conjuga actualmente varias facetas profesionales; entre las que se encuentran la dramaturgia e interpretación de Ocaña, obra acerca de la biografía del pintor y activista José Pérez Ocaña; una historia “que siempre debió contarse”. Así, la coproducción del Arriaga y Pabellón 6 que llega mañana al Palacio Euskalduna cuenta con la directora María Goiricelaya y los intérpretes Mikel Losada, Itziar Lazkano y Diego Pérez, además de Izquierdo.

La obra que nació en 2018 y comenzó su andadura en el Arriaga y Pabellón 6 llega al Euskalduna refrendado por el premio Nazario de Sevilla, pero? ¿qué va a encontrar el público en ‘Ocaña’?

-Se va a encontrar la historia de un personaje que no conocía y se preguntará “¿cómo es que no sabía nada acerca de esto?” Y también se encontrará con una historia de amor y una historia entre una madre y un hijo que a todo el mundo le recordará la suya propia; o eso es al menos es lo que dice la gente que ha venido a verla. Es una buena oportunidad de conocer al personaje y de emocionarse, divertirse? tiene un poco de todo.

¿Por qué decide llevar esta historia a escena?

-La propia biografía es digna de contar y de subirla a las tablas del teatro porque es un historión. Además, yo creo que son personajes que hay que reivindicar porque gracias a ellos nosotros podemos hoy acostarnos con quien queremos y enamorarnos de quien queremos, porque ellos han puesto la otra mejilla.

¿Gracias a la generación de Ocaña?

-Sí, porque fue alguien que hizo de la libertad su bandera, y creo que lo peor que podemos perder es la libertad, a nivel de pareja y de cualquier cosa. Me enamoré de la persona, de la historia. Además, como actor es un reto. Es un personaje andaluz y un personaje muy ambiguo sexualmente, por eso quise ponerme un reto.

Y ahora vuelve al Euskalduna afrontando de nuevo ese reto...

-Sí, además es el propio Euskalduna el que quiere promocionar espectáculos de producción local. Nosotros, además de haber ganado el premio en Sevilla, fuimos nominados como mejor espectáculo vasco en los Premios Ercilla; por eso, quieras o no, ya nos habían echado el ojo. Yo creo que es una obra que le gusta mucho a la gente, de hecho siempre hemos llenado el teatro. Tiene muchos ingredientes interesantes y es una obra diferente, no es una obra al uso.

¿Cuáles son esos ingredientes que la diferencian de otras obras?

-En la función verás que tiene continuamente en escena todos los cuadros que nos ha cedido la familia, hay una banda sonora muy especial, cantamos, llevamos a escena varias performances de Ocaña... hay mucho lugar para la emoción y es una comedia con la que te ríes muchísimo. A la gente le gusta por eso; es la mezcla perfecta de la vida, te ríes, te emocionas...

Explíquese...

-Es una historia valiente. Nosotros hemos crecido viendo muchas historias de amor heterosexuales, pero casi no existen obras de teatro donde se cuente el amor entre dos hombres o dos mujeres, y esto para las nuevas generaciones es muy importante porque saben dónde fijarse y decir: “lo que a mí me pasa no es nada raro”. De hecho, a nuestras funciones va mucha gente mayor pero también muchísima gente joven, desde los 15 o 16 años. Es increíble que esto pasara hace tan solo 30 años, que a un tío le encarcelaran solo por ser gay. Les perseguían por la Ley de Vagos y Maleantes?

¿Qué suponen los premios recibidos? ¿Un reconocimiento de su trabajo?

-Yo sabía que nos iba a ir bien porque la historia es muy potente pero no me imaginaba que tanto. Para mí es un antes y un después en mi carrera de teatro. La gente me conoce también por la tele pero mi verdadera profesión es ésta. De hecho, leía antes una crítica que decía que tengo un dominio del personaje y un acento andaluz perfecto? No hay mayor premio que ése, que te alaben así. Es muy importante porque quiero seguir en esto y me ayuda a confiar y a decir: “puedo escribir, actuar y seguir en esto”. Dicen que nadie es profeta en su tierra pero a mí me está yendo muy bien?

En la descripción de la obra dice: “Ocaña vuelve a cobrar vida porque esta historia siempre debió contarse?”.

-Sí, porque el propio Ocaña decía que los pobres no pasan a la historia. Si te das cuenta, en lo que hemos estudiado de la Historia salen reyes, condes... pero no salen obreros o zapateros, a no ser que lucharan contra un rey y ganaran. Por eso la historia de este hombre la debemos contar nosotros ya que no la enseñan en el colegio y debería hacerse. Debería contarse cómo se maltrataba, encarcelaba o pegaba por el simple hecho de querer a un hombre, porque los chavales de hoy en día no lo entienden. Yo doy clases en la escuela de Arte Dramático, cuando han venido a verlo dicen: “Hemos flipado, no puede ser que pasara”; pues sí, esto pasaba. Además es un personaje tan guay, tan divertido, que la gente se enamora de él cuando viene al teatro.

Era un activista LGTBI+ en una época en la que no se veía apenas... ¿Cómo era defender una lucha por los derechos de las personas homosexuales en el final del franquismo?

-Él lo hacía de una manera muy peculiar, porque sabía que si iba directamente a la prensa no le iban a hacer caso. Por eso, decidió aprovecharse de su arte, iba por las Ramblas, cantaba coplas, se levantaba la falda, enseñaba el pito a la guardia civil... era su manera de protestar porque así los medios de comunicación se hacían eco. Era burlar a los que les ponían el yugo, al poder. Le salió bien y además Barcelona siempre ha sido un sitio incipiente para artistas. Allí conoció a Camilo -Mikel Losada- y fue otro gran artista que le ayudó en este periplo. Todo esto se ve en la obra, recuperamos sus performances... es una obra muy completa.

La manera en que murió Ocaña es muy simbólica, quemado vestido de sol? ¿Cómo se escenifica?

-Es lo que mayor quebradero de cabeza le dio a la directora, María Goiricelaya; pero está resuelto de una manera muy mágica. Muy mágica y muy sencilla... No te puedo contar más pero es el pellizco de la obra.

Como periodista siempre pregunta a los intérpretes: “¿Qué es, un drama con sonrisa o una comedia con pellizco?” Ahora se lo pregunto a usted. ¿Cómo la definiría?

-(Risas). ¡Nunca me lo habían preguntado! Cuando empecé a escribir creía que era un drama con sonrisa pero ha acabado siendo una comedia con pellizco. Ha ido evolucionando según ha ido avanzando la obra. Está guay reírse pero si solo te ríes y no tiene ese pellizco puede que un tiempo después no recuerdes la obra.

Ocaña consiguió despertar muchas conciencias en su época, pero ¿qué pensaría viendo las nuevas fuerzas políticas que han surgido y el retroceso que ha habido?

-Seguramente estaría en la calle de una manera más contemporánea y sin permitir que la extrema derecha cercenara ciertos valores que hemos conseguido. Quizás se hubiera ido de Barcelona y viviría en Euskadi, porque es un sitio que se ha acordado de su pintura, donde podría hacer una carrera como artista, donde le dejarían ser y hacer. No me lo había planteado pero seguramente viviría aquí.

¿Con qué mensaje se queda el público que sale de la obra?

-El amor no entiende de lenguajes porque es una cosa universal. Yo creo que lo importante es el mensaje de libertad; que hay que ser libres y aprovechar la vida. Así que? ¡larga vida a Ocaña!

La obra sigue muy viva.

-Muchísimo. De hecho, iremos a Galdakao el 25 de octubre y a Durango el 14 de diciembre. Y luego iremos a Gipuzkoa porque cuenta con una subvención, ya que la asociación Gehitu la patrocina. Esperamos ir por allí muy pronto.