DURANGO. El día que llegó su jubilación cumplió su sueño. Jornadas antes, contaba los días para ir a recibir sus primeras clases de tiro con arco. De aquella añoranza, encontró en el Zaldibar Arku Taldea una segunda familia. En el club, nos consta que también dejó su impronta, huellas dactilares que nunca se borrarán a pesar de que desde el 16 de enero de 2019 ya no está a nuestro lado.

Me reveló un día no hace mucho tiempo que de niño, los pequeños de su pueblo, Elorrio, jugaban a indios y vaqueros. Los de familias pudientes -evocaba entrelazando los dedos de sus dos manos- disfrutaban de arcos y flechas que les regalaban sus padres, comprados en tiendas de la capital vizcaina en la que él nació y vivió sus primeros años.

El hijo de Carmen y Esteban, mientras tanto, junto a sus amigos, con pistolas hechas o soñadas con madera. Las manufacturaban como bien podían, bajo la casa de la estación del ferrocarril de la villa que habitaba junto a sus queridos hermanos Aurori, Inés y Kike. Cumplidos los 65 años, jubilado, fue completamente niño. Por lo tanto, se podría decir que falleció con 13 años después de cumplir su sueño infantil. O de otra forma, tal y como diría él, hoy 18, de agosto de 2019, cumpliría 21 años para los 100 después de 79 vueltas al sol.

Zorionak, aita! Maite zaitugu! Ama Araceli, Gabi, Aiur, Ekhi eta ni, Iban.