bilbao - Weezer, el vehículo de expresión de Rivers Cuomo, rubricó con un enérgica verbena su estatus como cabeza de cartel del último día del XI Bilbao BBK Live. Y lo hizo con un concierto de pop soleado, repleto de armonías y estribillos vibrantes, de aires playeros y vacacionales, pero embadurnado con el rugido de las guitarras de los 90. Sonaron clásicos como Buddy Holly, Island in the sun y Hash pipe entre versiones, muy coreadas, de Toto y The Turtles.

Con Weezer sucede como algunas de las películas de David Lynch, que detrás de escenas de apariencia feliz y cotidiana se esconden tormentas y demonios difícilmente apreciables si no hurgas más allá de la primera impresión. De las gráciles armonías y melodías en el caso del grupo estadounidense, una de las cabezas visibles del rock alternativo de los 90 aunque ellos siempre se sintieron una banda pop.

Y es que su repertorio, como se comprobó en Kobetamendi, está trufado de vacaciones, islas, soles, amores y paisajes idílicos de Los Ángeles pero su líder esconde tras sus gafas de pasta muchos demonios y tormentas. Y a ellos les cantó ayer, a esa California de postal de la que la reniega el vocalista y cantante, y en la que “no todo es grande”. Para empezar, él, de personalidad apocada, siempre se sintió mejor encerrado en su garaje, con su guitarra y “mis estúpidas canciones”.

A ellas se agarró con el apoyo de Patrick Wilson (batería), Scott Shiner (bajo) y Brian Bell (guitarra y teclas). Curiosamente, Cuomo también renegó de su maltratado por la crítica a su último disco, un indefendible y comercial Black music que es el que les ha vuelto a sacar de gira, para apostar por un repertorio poblado de clásicos, la mayoría de sus discos azul y verde, alentados por el sonido de Pavement y Pixies.

Y lo hizo entre la algarabía general de más de 37.000 fans desde el inicio, con Buddy Holly, su oda a uno de sus héroes, a la par sosías físico. Fue uno de sus muchos caramelos contaminados, canciones de armonías y estribillos coreables pero infectados por la rugosidad de las guitarras eléctricas alternativas de los 90. Como Beverly Hills, Island in the sun, Holiday, Undone-The sweatae song o Hash pipe.

Y entre ellas Cuomo coló versiones del Teal album, entre la verbenera aceptación general. Temas de inequívoca filosofía pop aunque, a excepción de Happy together, sesentera y firmada por The Turtles, en Kobetamendi, como en las listas y contratos logrados en 2019, les funcionó recuperar canciones blandas y AOR como Africa, de Toto, Take on me, de a.ha, o Everybody wants to rule the world, de Tears for Fears.

el gran albarn En las antípodas de la efectividad pop de Weezer, actuó el supergrupo The Good, The Bad & The Queen, con Damon Albarn al frente, líder de Blur y Gorillaz, proyecto que visitó el festival el año pasado, y actualmente en uno de sus mejores procesos creativos. Ayer volvió a ofrecer un concierto inconmensurable junto a sus históricos compañeros: el exbajista de The Clash, Paul Simonon; el exbatería de Fela Kuti, Tony Allen; y el exguitarrista de The Verve, Simon Tong.

Frente a los sonidos contemporáneos de Gorillaz, Albarn entregó un pop de connotaciones clásicas y tan británico (telón de fondo victoriano incluido) como los Bobbies, aunque en él se coló la rítmica jamaicana de Simonon en Gun to the head y The truce of twilight, al igual que aires de vals, vodevil y rock. Repasaron sus dos discos, centrándose al inicio en el reciente Merry Land, fruto del Brexit y con dardos contra el político Boris Johnson. Sonó certero pero exigente, tanto en sus letras como en sus arreglos exquisitos de cuerda pero con escasos ganchos pop.