Bilbao - El grupo barcelonés de rap Lágrimas de Sangre (LDS) ha regresado con Vértigo (Vértigo Records), un álbum de hip hop combativo con guiños al catalán, versos sin tapujos, sonido duro y colaboraciones de Kutxi (Marea) y Valtonyc, desde el exilio. Agitar conciencias es el objetivo de esta exitosa banda que siente un vínculo especial con Euskadi. “En Catalunya hemos perdido toda esperanza en el régimen español, estamos hartos”, aseguran en esta entrevista.

Si alguna vez se fueron, vuelven “en pie de guerra”.

-No somos especialmente beligerantes, somos gente de paz, pero sí que teníamos necesidad de reivindicarnos. Por eso hablamos sin tapujos, recuperando un sonido más duro.

¿‘Vértigo’ alude a algo interno o es una sensación externa y social?

-Las dos cosas. A nivel social vivimos tiempos muy convulsos, pero eso se puede decir de cualquier época. Es más por la sensación de la banda al crecer tanto y tan rápido, de estar expuesta públicamente. Hacemos música, y todo lo que rodea da un poco de vértigo. La gente nos conoce, y nosotros a ellos no. Reconocen una labor, pero como parte negativa cualquiera puede inventar y difamar desde el anonimato y manchar nuestro nombre o causarnos dolor. Lo hemos vivido.

¿Rap combativo, comprometido o con conciencia?

-Es una etiqueta. Hacemos rap a nuestra manera. Cierto que hay letras combativas y también melodías que se alejan del rap ortodoxo de los 90 del que mamamos.

Le cantan a la censura, los nuevos ‘cara al sol’, los medios de producción y el capital, la resistencia, la avaricia, la pobreza, el turismo especulativo... Tenemos un pie en el precipicio, ¿no?

-Un pie y medio. Como sociedad estamos condenados. En Catalunya hace cuatro meses que no llueve después de que 2018 fuera el tercer año más lluvioso de la historia. Seguimos sin pensar globalmente, tanto a nivel político como social, con cada uno mirando por lo suyo. Y aparecen partidos aun más fascistas que los que teníamos.

Y la cosa no mejora de cara a las elecciones, con la izquierda cada vez más dividida. Al menos, al otro lado también se están dando bien.

-Pero tienen las cosas claras y con eso tienen mucho ganado. Estarán juntos cuando sea decisivo. En el Estado español la izquierda está sin opciones, y nosotros no encontramos representación. Podemos engañó a demasiada gente después del 15M, y eso también ha facilitado las cosas a Vox, que ha canalizado el descontento después del fraude.

Y luego, en Catalunya, ‘procés’ y juicio.

-Hemos perdido toda esperanza en el Estado y su régimen. No queremos saber nada porque solo hemos recibido humillaciones y estamos hartos. De todo esto no se habla fuera de Catalunya, se silencia. La dictadura mediática no permite que se sepa lo que ocurre aquí. Solo somos una sociedad que quiere avanzar hacia la autodeterminación, y no quiere saber nada de torturas de animales, instituciones medievales como la monarquía y la iglesia, o de blanquear el fascismo.

¿Buscan educar, agitar o denunciar?

-Ante todo, expresarnos. Nuestra música nace de la necesidad expresiva que todos tenemos y que con demasiada facilidad se nos niega. El efecto que causemos en los demás no lo podemos controlar, ni tampoco es voluntario.

Versos fieros y guitarras eléctricas, de grupo de rock. ¿Les gustan más que el hip hop que apuesta por la electrónica?

-Hemos mamado del rap noventero del Bumbap, pero también del rock de Extremoduro y Marea, y del punk de La Polla o NOFX. Eso hace una mezcla curiosa que a día de hoy consideramos nuestra identidad, pero para nada renegamos del buen rap de párrafos inacabables sobre ritmos crudos.

No son un grupo con prejuicios. Tienen guiños salseros y al reggae.

-Somos de donde somos, la mayoría de pueblos pesqueros del Maresme que a día de hoy resisten como pueden los embates del turismo y la gentrificación. Se nos nota en nuestra vertiente más caribeña.

¿A los ‘traperos’ no les creen? ¿Mejor colegas como Chikos del Maíz?

-Es difícil clasificar a todo un género, pero vemos que en el trap no predomina la música, sino la imagen; y ella no tiene nada que ver con nosotros. Los Chikos... se merecen todo nuestro respeto por ser pioneros del rap político y por hacer las cosas bien.

Rescatan a veces el catalán en estos tiempos de España inflamada.

-Es nuestra lengua. Imagina cómo están las cosas que nos llaman valientes por usarla. El autoritarismo del Estado llega tan lejos que molesta cualquier atisbo cultural que se aleje del centralismo. Se pone de manifiesto que no somos más que colonias que se conquistaron con sangre y que no hay la mínima intención de reparación.

¿Y la presencia de Valtonyc? ¿Es una reivindicación de su situación?

-Valtonyc es nuestro amigo, y habríamos colaborado tarde o temprano. En este caso se hacía casi imprescindible darle la voz que le quieren quitar. Nos hubiera gustado trabajar con él, codo a codo, como hacemos siempre, pero no podía ser, así que grabó en Bélgica y nos pasó el resultado. Nos pone la carne de gallina cada vez que oímos el tema. Esperamos que vuelva pronto, que amigos y familia le echan de menos.

También aparece Kutxi, de Marea. Su pluma es muy florida; la del grupo es más como un gancho.

-Kutxi es una de las personas que hizo que volviéramos a amar la poesía después de que nos la hicieran odiar en el colegio. Somos seguidores suyos desde adolescentes y colaborar con él ha sido un gran privilegio. Es un grande, musicalmente y como persona.