Tres años después de su última visita a Euskal Herria, concretamente a Bilbao, el Never Ending Tour, la gira interminable que puso en marcha a finales de los años 80 y con la que ha dado varias veces la vuelta al mundo, recala mañana, sábado, en Donostia Arena (Illumbe), con un telonero de lujo, ya que justo antes del maestro Dylan y su sombrero blanco actuará su discípulo Andrés Calamaro.
Dylan debe tener pasta suficiente como para que su nieto Pablo (ronda los 20 tacos y le gusta rapear) tenga la vida resuelta aunque viva hasta los 100 años. A pesar de ello, sigue en gira constante, pasando de los aviones y subido a un autobús que le traslada, como un viejo hippie de los 60, de un punto a otro del planeta para cantar su repertorio más clásico (con temas de Highway 61 revisited a la cabeza y el blues como motivo central) junto a un rosario de sus mejores canciones recientes, las de su renacimiento de hace casi dos décadas, cuando publicó Time out of mind.
A caballo entre los viejos bluesmen y uno de los protagonistas beat de En el camino, de Jack Kerouac, Dylan vive, a sus 74 años, en la carretera, ofreciendo en torno a un centenar de conciertos al año, en los que bucea en su repertorio glorioso de los 60 y 70 -de Blowin´ in the wind a Highway 61 revisited o Like a rolling stone, que no suelen faltar-, se para en sus dos últimas décadas, en las que su genio ha vuelto a brillar aunque muchos de sus fans veteranos no quieran verlo, y concluye con alguna concesión a su obra reciente, en este caso su último trabajo de canciones propias, Tempest (2012), y el último editado, Shadows in the night (Sony Music), con versiones popularizadas por Sinatra.
No nos engañemos. Ese último CD editado, que evidencia “una admiración” por Sinatra que “nunca se ha ido” y que ha tardado décadas en reconocer y plasmar en un álbum porque “no había sido lo suficientemente valiente”, es solo una excusa para subirse a un escenario.
De hecho, apenas interpreta un par de temas de él, junto a canciones inolvidables como Tangled up in blue o Simple twist of fate, y clásicos recientes como High water (for Charlie Paton) o Love sick. Eso sí, en versiones que solo se reconocen -los dylanitas- cuando llega el estribillo, y saltando del rock al blues, el folk y el country, y alternando guitarra, armónica y teclados.
El discípulo Andrés Calamaro repite como telonero de Dylan en Donostia. Maestro y discípulo volverán a encontrarse, con el compositor, cantante y teclista argentino en un momento difícil de su carrera. Si bien es cierto que su último disco de estudio, Bohemio, recuperó algo de pulso creativo, hasta él parece ser consciente de que no repetirá nunca clásicos como Alta suciedad y Honestidad brutal. ¿La prueba? Sus dos últimos discos, ambos en directo: Jamón del medio, el que sirve de documento a su última gira estatal, e Hijos del pueblo, el de sus conciertos compartidos con Bunbury.