Construido por manos anónimas, es bien sabido que en el año 1814 el cementerio de Begoña ya estaba en funcionamiento, como queda acreditado en el acuerdo que adopta el Ayuntamiento de Bilbao para trasladar cadáveres desde el cementerio de San Francisco a dicha ubicación. Aunque se desconoce la autoría del proyecto, casi todos los camposantos de estas características fueron construidos por arquitectos municipales. Todo el recinto dispone de un muro perimetral, realizado en sillería recubierta de mortero, que alberga inscripciones de carácter religioso a ambos lados de la portada. Uno de los carteles desapareció por su propio deterioro; en la otra situada a la izquierda de la entrada aún puede leerse: “Esta es al final entrada obligatoria que conduce al infierno o a la gloria”.
Fue construido siguiendo los modelos arquitectónicos del siglo XIX: planta rectangular claustral, cerramiento de su perímetro en piedra para evitar profanaciones, entrada monumental, capilla y otras dependencias auxiliares como depósito de cadáveres, sala de autopsias o vivienda del capellán.
Cuentan las crónicas que la ampliación del camposanto en varias ocasiones modificó su original planta rectangular, añadiendo los terrenos cercanos a la actual calle Bilintx, en donde se construyó una nueva capilla de mayores dimensiones, más acorde con las características y el volumen de enterramientos que necesitaba acoger el cementerio. En la actualidad, únicamente se conservan restos de la capilla (que se destruyó en un incendio) así como del depósito de cadáveres, la sala de autopsias y el despacho del capellán.
Busquemos el porqué del cambio de paisaje que rodea este cementerio. El desarrollo urbanístico de la villa en los años 60 del siglo XX propició la construcción de numerosos equipamientos y edificios residenciales en las inmediaciones del cementerio. A escasos metros del camposanto se encuentran localizados diversos bloques de viviendas, una residencia de ancianos y varios centros de salud. En el año 2016, el Ayuntamiento optó por su clausura, una vez transcurridos diez años desde la última inhumación.
Y cinco años más tarde, en octubre de 2021, la Sociedad de Ciencias Aranzadi arrancó, de la mano del Ayuntamiento de Bilbao, el proyecto Begoñako Argia, la luz de Begoña. Según la documentación existente entonces, al menos, 55 víctimas mortales de la Guerra Civil fueron inhumadas en el Cementerio de Begoña. Y a tenor de la información que constaba en el registro cementerial, la mayor parte de estos enterramientos se corresponden con soldados jóvenes provenientes del frente de guerra, víctimas mortales de los bombardeos sufridos en Bilbao y algunas ejecuciones. Incluso se hacía mención también a una pequeña fosa común con cuatro individuos.
¿Qué ocurrió en aquellos trabajos? Apareció una fosa desconocida. Dividida en cuatro partes contiguas, se han encontrado los restos de 46 personas, la mayoría soldados republicanos tanto gudaris como milicianos. Se ha halló, además, mucho material junto con los enterramientos: monedas, botas, munición, objetos personales (peines, mecheros, navajas, botones...) y hebillas de cinturón y chapas que evidencian que hasta 42 de esas 46 personas eran gudaris y milicianos republicanos. Aunque ya se conocía la existencia de enterramientos vinculados a la Guerra Civil en el Cementerio de Begoña, la mayoría en tumbas individuales, no había documentación alguna acerca de esta fosa. Fue un hallazgo estremecedor.
La presencia de este cementerio, bien cercano a ese otro ubicado en las calzadas de Mallona, es fiel testimonio del devenir, desarrollo, crecimiento e historia de Bilbao. De hecho, a lo largo de toda su existencia, en sus fosas y panteones, se han ido depositando los restos de cientos de personas de Bilbao. Y permaneció activo incluso en momentos muy complejos como la Segunda República o durante la Guerra Civil.
Además de su valor en materia de Memoria Histórica, en el cementerio existe un conjunto de gran interés para el estudio de la arquitectura funeraria de finales del siglo XIX y del siglo XX. De hecho, se documentan panteones diseñados por importantes arquitectos y artistas especializados como Vicente Larrea, Emilio Amann o José María Basterra, además de otras construcciones como la capilla, el osario, etcétera.
A medida que Bilbao avanza hacia su propia transición verde en toda la ciudad, se realizó un concurso para revivir y transformar el cementerio de Begoña y convertirlo en un nuevo espacio urbano verde, para quedarse y caminar, un nuevo gran jardín para Bilbao. Como propuesta ganadora el ayuntamiento de Bilbao seleccionó al equipo formado por IWA Studio y LOLA Landscape Architects para asumir esta tarea. El espacio ocupa 0,6 hectáreas.
De acuerdo con el proyecto, el antiguo cementerio dará lugar a un parque conformado por un jardín central y una galería botánica o anillo perimetral cubierta en gran parte por árboles capaces de aislar el recinto del ruido. Con el objetivo de crear un nuevo lugar de esparcimiento sin perder la memoria de su pasado, el plan contempla la inclusión de los panteones y objetos más significativos del antiguo cementerio dentro del jardín central. Por su parte, la galería botánica, con un tamaño de 3.700 metros cuadrados, contará con un jardín memorial además de un establecimiento de hostelería. Una resurrección.