Pasen, pasen ustedes a la calle Prim, unas viejas tierras de Bilbao que en su día nacieron sin nombre. Cuentan los libros que entre 1894 y 95, comenzó el trazado ferroviario que iba a originar la calle, con parte de su recorrido en la villa de Bilbao y el resto en la anteiglesia de Begoña. Tampoco se la bautizó, todavía, con el nombre del general catalán, sino con el del más práctico de ferrocarril de Lezama. Eran decisiones propias de aquellos tiempos. Permítanme que les cuente cómo empezó todo.

Desde 1895 la estación de las Calzadas funcionó como estación de los trenes que conectaban la villa con el Valle de Asúa (Txorierri), lo que permitía abastecer la villa del centro agrícola y ganadero de las afueras de Bilbao. Detrás de la empresa de Compañía del Ferrocarril de Bilbao a Lezama estaba un grupo de ricos inversores burgueses de las más selectas familias bilbainas como los Chavarri, Martínez Rodas, Olano, Langa, Solaegui o la viuda de Epalza. Con el túnel construido en 1908 que permitía salvar le pendiente del trazado antiguo sobre Begoña se redujo la distancia y por ende se ganó tiempo, aunque los periódicos y crónicas de la época ya plasmaban el descontento por los altos precios de los billetes de tren hacia el cementerio de Derio.

En los primeros años del siglo pasado la estación de Bilbao-Calzadas pasó a tener un uso más concreto: llevar los cuerpos de los difuntos hasta el cementerio de Vista Alegre en Derio, nuevo cementerio de Bilbao cuando los camposantos de Abando, Albia, Begoña, Deusto y Mallona quedaron desbordados con el crecimiento de la ciudad. El tren pasó a conocerse como el Ferrocarril de los muertos. Estuvo en servicio hasta los años 20 cuando la mejora de las carreteras y de los coches dejó obsoleto el transporte en tren de los difuntos.

Entre las pocas historias existentes sobre el callejero de la villa, al llegar a esta de Prim el asunto se resuelve por la cómoda solución de contarnos abreviada, la biografía del general catalán Juan Prim y Prats (Reus, 1814; Madrid, 1870), Conde de Reus y Marqués de los Castillejos, héroe de multitud de hazañas, en especial las protagonizadas en la guerra de Marruecos en 1859-60 en la que participaron, como es sabido, los Tercios Vascongados. ¿Fue por esta razón por la que se le dedicó una calle, que nace en el Casco Viejo de Bilbao y acaba en el altiplano de Begoña? No lo sabemos, porque hasta la fecha esta cuestión no está resuelta, siendo una de las que más pueden interesarnos a la hora de hacer la historia de esta calle. ¿Quién propuso, y por qué razones, este nombre? Cuando murió Prim, asesinado en Madrid, en la famosa calle del Turco, esta calle o vía urbana de Bilbao aún no existía.

Sepa quien esto lee que antes de la anexión de Begoña a Bilbao aparece la denominación de barrio de Prim para esta zona, lo que hace pensar que fue una iniciativa del ayuntamiento begoñés la de poner este nombre al paraje, decisión que la corporación bilbaina heredó con la anexión y lo mantuvo cuando este camino ferroviario se fue transformando en calle. En las modificaciones del Nomenclátor urbano de Bilbao, iniciadas en 1980 y concluidas en 1983, el nombre de Prim estuvo a punto de ser sustituido por el del bertsolari Kepa Enbeita, no llegando a producirse el cambio.

Permítame un inciso, usted que está leyendo esta retahila de curiosidades. Una de las jornadas más dolorosas que nos dejó la Guerra Civil fue la vivida el domingo 18 de abril de 1937, cuando, estando cantada la caída de la villa, se sufrió un dramático e indiscriminado bombardeo. A pesar de los años transcurridos desde entonces, hay un nombre que ha pasado a la historia unido a sus páginas negras con todo merecimiento. Me refiero a Cotorruelo y a cuantos murieron –fallecieron 113 personas: hombres, mujeres y niños...–, buscando refugio en los sótanos de esta fábrica. Hoy ya no hay rastro de aquel edificio: Por si tienen curiosidad les diré que ocupaba el solar señalado con el número 26 de la calle Prim. Pero no fijemos la mirada en la lúgubre fábrica donde se desató erl infierno. No era, no era posible tamaña tragedia pensaba el pueblo. Pero lo fue.

Dice Miguel de Unamuno en Paz en la guerra, “(...) la guerra de Africa. puso a los chicos fuera de sí. ni uno ignoraba el nombre de Prim(...).” Y cuenta Gonzalo Duo, en un trabajo para Eusko Ikaskuntza, que “La calle Prim de Bilbao asciende por la ladera sur de Begoña, desde la trasera del antiguo Instituto hacia Dolaretxe. Su trazado seguía un camino o atajo que llevaba a una cota más alta que la calle Iturribide, barranca oscura. Prim parece buscar el cielo azul idealista, el azul cristina de los liberales fueristas del Bilbao de 1841, los enemigos del cesarismo de Espartero”.

Recuerdan las crónicas del ayer que por la calle Prim subía el tranvía número once hacia Begoña desde la parada en la puerta de Almacenes Simeón, en la plaza de Unamuno. Atravesaba un túnel donde las familias se protegieron de los bombardeos durante la Guerra Civil. En esa misma calle estuvo la paragüería bilbaina, la bodega Raymond’s o la Asociación Euskadi-Cuba. Hoy tiene, más allá de los murales del arranque de la calle escoltados por palmeras, la calle Prim mantiene su propia joya de la corona. Un diseño del arquitecto Norman Foster: la marquesina de acero inoxidable y cristal de acceso a los ascensores que enlazan Prim con una de las bocas de metro de Santutxu. Admirable.