Durante décadas se ha repetido la idea de que un vaso de vino al día puede ser beneficioso para la salud, especialmente para la del corazón. Esta creencia se popularizó gracias a estudios observacionales que apuntaban a la llamada “paradoja francesa”, según la cual la población de Francia presentaba tasas relativamente bajas de enfermedades cardiovasculares a pesar de llevar dietas ricas en grasas saturadas, en parte por su consumo regular de vino tinto.

Pareja disfruta de una botella de vino Freepik

Sin embargo, las investigaciones más recientes y las revisiones sistemáticas de grandes grupos poblacionales han puesto en duda esta afirmación. El consenso científico actual indica que los riesgos del alcohol superan ampliamente cualquier beneficio potencial asociado a su consumo.

Lo que sí aporta el vino

El vino tinto contiene compuestos antioxidantes presentes de forma natural en la piel de la uva y en otros alimentos como frutos rojos, cacahuetes y pistachos. En estudios de laboratorio, estos compuestos han mostrado capacidad para reducir el estrés oxidativo, mejorar la función de los vasos sanguíneos y disminuir la inflamación.

Algunos ensayos clínicos han sugerido que los polifenoles pueden contribuir a la salud cardiovascular y metabólica, pero es fundamental entender que estos beneficios no dependen del alcohol. La misma cantidad de polifenoles puede obtenerse a través de una dieta rica en frutas, verduras, frutos secos y té, evitando los efectos nocivos que implica beber bebidas alcohólicas.

El alcohol y sus riesgos comprobados

La Organización Mundial de la Salud, la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (IARC) y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades son claros: no existe un nivel seguro de consumo de alcohol. Incluso cantidades consideradas “moderadas” pueden aumentar el riesgo de desarrollar cáncer de mama, colon, hígado, esófago y cavidad oral. El alcohol, clasificado como carcinógeno por la IARC, es responsable de millones de muertes cada año y está vinculado a más de 200 enfermedades y lesiones.

Jóvenes bebiendo alcohol. Freepik

El consumo habitual, aunque sea bajo, se asocia también a hipertensión arterial, arritmias, enfermedad hepática crónica, alteraciones del sueño y deterioro cognitivo. Estos efectos son acumulativos: cuanto más frecuente y prolongado sea el consumo, mayor será el riesgo para la salud.

La evidencia científica

Análisis globales publicados en revistas científicas como The Lancet y análisis de miles de personas han concluido que, desde una perspectiva de salud pública, no hay una cantidad de alcohol libre de riesgo. Aunque algunas investigaciones han encontrado una aparente protección cardiovascular en bebedores muy moderados, este efecto se diluye o desaparece cuando se consideran otros riesgos, especialmente los oncológicos. En otras palabras: lo que se gana para el corazón puede perderse por el aumento en la probabilidad de cáncer u otras enfermedades graves.

La paradoja mediterránea

En las regiones mediterráneas, donde el vino forma parte de la tradición gastronómica, se observan índices de longevidad elevados. No obstante, la ciencia señala que este beneficio se debe principalmente al conjunto del patrón de vida mediterráneo: dieta abundante en vegetales, pescado y aceite de oliva; actividad física diaria; tiempo al aire libre; y hábitos sociales que reducen el estrés. En ese contexto, el vino es un elemento cultural y ocasional, pero no el responsable directo de la buena salud.

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El consenso científico actual es claro: el vino no debe recomendarse como estrategia preventiva para la salud. Sus compuestos antioxidantes pueden obtenerse por otras vías más seguras y sin los riesgos que conlleva el alcohol. Quien decida consumirlo debería hacerlo por disfrute personal, de forma esporádica y moderada, sin asumir que está protegiendo su salud o que le está reportando daños mínimos. La clave para cuidar el corazón y el bienestar general sigue estando en una dieta equilibrada, ejercicio regular, descanso adecuado y evitar el consumo de sustancias nocivas, incluido el alcohol.