Quién lo diría, quién ha visto algo así...? Es una de las Siete, así, con mayúsculas; una de las elegidas. Les hablo de Barrenkale, pura historia de la villa, como luego les relataré. Ahora permítanme un par de apuntes de actualidad. En esa calle hizo fortuna el Txoko Eder, un histórico de la hostelería local que popularizaron en su día las hermanas Gaztelu, Gaby y Agustina, quienes prestaron su efervescente personalidad a Miss Martiartu, uno de los personajes más célebres del historietista y hombre renacentista, Juan Carlos Eguillor. El Txoko Eder hoy tiene otro nombre, Pakita la de Barrenka. Es una nueva discoteca gay, abierta a finales del pasado año. Y en esa misma calle, pura tradición en la villa como les decía, ofrece sus servicios Txoko Nordisk, un local de aires nórdicos que se presenta como un espacio multifuncional adaptado para todo tipo de eventos que hoy protagoniza la visita de esta página. Uno entra y espera que resplandezca una aurora boreal. ¿Tendrá algo que ver con todo esto el cambio climático...? Lo que les decía, quién lo diría.
Barrenkale. Su nombre alude a la posición que tenía respecto a las otras dos calles (Goienkale o Somera y Artekale) cuando se edificó en 1445. Escuchemos a Bilbaopedia cuando pone su acento en los orígenes de esta calle y la sangre que le corre por las venas. El linaje de los Barrondo o Barraondo, banderizo, tuvo una casa-torre que estaba en dicha calle donde se alojó el rey Pedro de Castilla El Cruel cuando venía a Bilbao. Entre los jefes de esta poderosa familia se hallaba Juan Sánchez de Barraondo o Barrondo, vencedor de la morería en la batalla del Salado y caballero de la cofradía de Santiago de Burgos, aprobada en 1538 por el rey Alfonso XI. En la casa-torre se alojaron Fernando el Católico y Juana de Aragón, apodada La Vizcaina, hija natural de Fernando el Católico y de doña Toda de Larrea. Se le conoció en algún tiempo como Cal Palacio. Estuvo también la casa-torre de Juan de Arbolantxa, primer preboste de la villa (antes de que el cargo pasara a los Leguizamón), torre que luego fue de Pedro de Novia Salcedo. La más antigua referencia pone en su cabecera norte los suelos de anclaje, muelle de mercaderías, y solar de “cambeistas y trato de mercaderes”, lo que podríamos llamar la Bolsa, nombre que recuerda todavía el edificio, así llamado, fundado en el siglo XVII.
En Barrenkale predominaba el bullanguero gremio de los cuberos, aunque abundaban los vendedores de bacalao, aceite, grasa y aguardiente, y los cargueros, o sea los que hacían el oficio de mozos de cuerda. No por nada, frente a esa misma calle, a la altura del muelle se tomaba la embarcación para pasar a San Francisco. En 1885 hubo un intento de cambiarle el nombre, poniéndole “Echegaray”, el proyecto no prosperó y al poco tiempo se olvidó.
Ya en la primera mitad del siglo XX en Barrenkale se instauró una de esas que se llamaban capitales del buen comer. En la esquina con el cantón, donde está actualmente en número 42, abrió, hacia 1907, un pequeño bar, el que luego fuera el famoso restaurante Luciano. El aterrizaje aquí fue a causa del desalojo por Horacio Echevarrieta del caserío que tenía Luciano Aguirrebalzategui en sus terrenos situados entre las calles General Concha, Rodríguez Arias y Telesforo Aranzadi. Murió Luciano en 1923 y las hijas se hicieron cargo del negocio, ampliando el restaurante en los años posteriores con la compra de dos lonjas enfrente del cantón y el piso superior. El piso, inaugurado el 14 de diciembre de 1935 se dedicó a comedor para la élite bilbaina. Fue decorado por Tomás Bilbao Hospitalet, participaron los pintores; Juan de Aranoa, pintó dos paredes representando la caza y la pesca, Jenaro de Urrutia una pared con productos del campo y José Arrúe que se encargó del tríptico “Comáis”, “Bebáis” y “Paguéis”. Se complementaba con muebles art decó. El restaurante cerró el 9 de junio de 1970 y de aquella época solo queda la taberna adquirida por la comparsa Txomin Barullo, reinaugurada el 10 de abril de 1980.
Una calle con personalidad
Hoy los tiempos son otros, como les dije. Barrenkale sigue siendo una calle con personalidad. Allí sobrevive con fuerza el Txoko Nordisk, fundado en 2017 por una familia eusko-danesa. Los pilares decorativos del Txoko Nordisk recuerdan a los árboles desnudos del invierno nórdico. No en vano, la característica principal son los colores neutros, predominando el blanco dada la luminosidad que aporta. Como material, la madera es el más utilizado, sobretodo roble, haya, abedul o arce, ya que son los árboles más comunes en la zona norte de Europa.
El local tiene algunos rasgos de carácter particulares que no han de desdeñarse. En medio de las líneas simples aparecen unos arcos de piedra que le dan personalidad al espacio. Anuncian que tienen una capacidad para treinta personas y destaca el rincón infantil un txiki park que se llama valhalla, una evocación mitológica del cielo de los vikingos. ¿Vientos del norte...? El aire que se respira es limpio y sano por su avanzado sistema de ventilación, aire acondicionado y sistemas de purificación. Posee una cocina doméstica, no industrial, y puede alquilarse en tres turnos; mañana, tarde/noche o todo el día, nunca por horas. Quien lo desee puede cocinar allí mismo o dispone del servicio Sukalde catering para despreocuparse de los fuegos. Es una suerte de oasis de las tierras del norte que ofrece espacios para la relajación. Casi nada en los tiempos que corren.