Si su primera cuna no fue una barca poco le faltó. No en vano, Enrique Sendagorta nació en Plentzia en 1924 (este año hubiese cumplido un siglo...) y vio su primera luz en una familia de larga tradición de marinos y empresarios. A lo largo de su vida se inclinó hacia el mundo de la empresa, donde dejó una huella imborrable, al decir de quienes le conocieron. Pero jamás olvidó la mar, un continente que tanto le atrajo y que tanto le dio.

En su obra autobiográfica ¡Aquí estamos! se relata un episodio de su infancia que lo avala. Habla de la huida de Plentzia a San Sebastián, supuestamente camino de Filipinas, para evitar el asesinato de su padre. En septiembre de 1936 llegó el registro, la detención del padre, la incertidumbre, el silencio, las señales de las palizas en la checa, los intentos de escapada, los días en Mundaka y la navegación hacia San Sebastián, que Enrique recordaba sin un ápice de rencor. En su corazón quedaron la mar bella y la bondad de las gentes que les auxiliaron. Apenas tenía 12 años.

Cómo pensar que allí comenzaría la trayectoria de un hombre que fue uno de los empresarios más relevantes del siglo XX. Junto a su hermano José Manuel Sendagorta fundó la prestigiosa ingeniería vasca Sener en 1956. Dicha compañía es uno de los legados de un hombre visionario en su tiempo, porque había que serlo para apostar por la ingeniería y la tecnología en la España aislada y retrasada de los años cincuenta del siglo XX.

Tuvo una formación de primera magnitud. No en vano, obtuvo el título de doctor ingeniero naval por la Escuela Especial de Ingenieros Navales de Madrid –hoy Escuela Técnica Superior de Ingenieros Navales–, en 1948. Y fue alumno de la primera promoción del máster para altos directivos de empresa por el IESE, que cursó en 1975. Firme con su pasión por el proyecto de su vida fue presidente de la Fundación Sener desde su creación, en 2002, hasta su fallecimiento en enero de 2018.

Demasiado rápido. Viajemos a los orígenes. En sus inicios profesionales pasó por una empresa tan emblemática en Euskadi como La Naval de Sestao. En aquel astillero maduró su decisión de lanzarse al emprendimiento e instalarse por su cuenta. Bastaron los primeros pasos para saber que el emprendimiento iba a ser el leit motiv de su trayectoria profesional.

Las páginas siguientes de su historia lo corroboran. Además de su labor como máximo responsable de Sener, Enrique de Sendagorta también fue el primer presidente de Petronor, otra iniciativa empresarial puntera en su tiempo, entre 1968 y 1976, así como vicepresidente del Banco de Vizcaya y consejero del BBV cuando se fusionó con el Banco de Bilbao. Sener también fue la punta de lanza de Euskadi en el sector aeronáutico al impulsar la empresa Industria de Turbopropulsores (ITP) de la que la ingeniería vasca llegó a ser uno de los accionistas de referencia.

Dale que te pego a su afán expansionista, Enrique de Sendagorta fue socio fundador de las firmas vizcainas Itasa e Indunaval, y fundó y dirigió Construnaves, la asociación de todos los astilleros españoles. A lo largo de sus más de 60 años de carrera profesional, ocupó cargos relevantes en muy diversas plazas de la sociedad empresarial de su tiempo.

Padre de seis hijos, recibió el premio a la Trayectoria Empresarial del Círculo de Empresarios y fue ejemplo para varias generaciones de empresarios. “Creo en la fuerza invencible de los hombres unidos en pos de un objetivo grande”, se le oyó decir en alguna ocasión. Y desde el principio hasta el final de su vida creyó en la expansión y la competencia internacional como herramienta para abrirle camino al conocimiento.