En otoño el sol cae antes, se desprende en el horizonte con la melancolía de las hojas que planean su descenso desde las alturas de los árboles hasta el suelo.
Es el ciclo de la vida, que deja la plenitud de los días al sol para arrullarse en los tonos ocres, en los paisajes que mutan, en las chimeneas que lanzan tímidas bocanadas de humo.
Discurre el río de la vida al mar de los recuerdos, a la memoria de lo que fue. Aquello que era cascada, es ahora lago. La quietud tras el frenesí, los lunes al sol de la jubilación después de la adrenalina.
En el ocaso de 2025 se apagan las velas que fueron incendio entre el tintineo de los susurros. En la era digital se despide un ciclismo con deje analógico.
Ciclistas de otro mundo que ven el final de sus carreras en una ecosistema radicalmente distinto al que conocieron. El galope de los tiempos modernos descabalga a un pelotón entero.
En la despedida se conectan unos cuarenta ciclistas de toda clase y condición. El general McArthur decía que los viejos soldados no mueren, sino que se desvanecen en la lejanía.
En la distancia se pierden los veteranos Omar Fraile, Jonathan Castroviejo y Víctor de la Parte tras largas carreras. Unai Zubeldia, por su parte se ha visto obligado a dejarlo a los 22 años para emprender un camino laboral. Algún dorsal más entre los ciclistas de Euskal Herria también podría recogerse.
Grandes clásicos
El adiós recorre el espinazo del pelotón y toca el hombro para acompañar la despedida de uno de los mejores del presente siglo: Chris Froome, cuatro veces campeón del Tour, dos de la Vuelta y una del Giro.
El británico aún se recupera del accidente que sufrió entrenando en septiembre. La caída le provocó un neumotórax, la fractura de varias costillas y la rotura de una vértebra.
Si bien no ha anunciado oficialmente su despedida, con 40 años, no parece que pueda volver a competir. Desde su espeluznante caída en el reconocimiento de una crono en el Dauphiné de 2019, Froome, que fichó después por el Israel, ha penado por las carreteras persiguiendo un estatus que no recuperó.
Astillado y reconstruido, Froome nunca se aproximó ni de lejos al excelso nivel que le situó en el centro del universo ciclista. No pudo recuperar esa huella profunda. La decadencia le ha acompañado en los últimos cursos, convertidos en un calvario.
A su lado, en aquel superlativo Sky, estuvo Geraint Thomas, que se coronó en el Tour de 2018. El galés, tantas veces lugarteniente de Froome, es otra de las figuras del ciclismo que se bate en retirada.
Era el último eslabón que unía el Sky con el Ineos. Michael Woods, el atleta que se hizo escalador, es otro que baja la persiana.
Otro gran escalador, Romain Bardet, el que fuera la gran esperanza francesa en la pasada década, optó por el fundido a negro a mitad de campaña.
Rafal Majka, escudero de Pogacar, espero hasta el final de curso, hasta Il Lombardia, para impulsar al esloveno con un último servicio.
El mismo camino emprende Louis Meintjens, el sudafricano que peleaba por los puestos honrosos en las grandes carreras.
Estupendos velocistas
Entre los velocistas se bajó Caleb Ewan de manera repentina. The pocket rocket dejó varios esprints memorables. El australiano colgó la bici después de triunfar en cinco etapas en el Tour y otras tantas en el Giro hasta sumar 65 en su carrera. Abandonó de modo inopinado en abril, tras conquistar la etapa de la Itzulia con final en Lodosa.
Otro velocista que dejó el frenesí de los esprints fue Alexander Kristoff. El noruego imprimió su rastro en las llegadas de adrenalina. Obtuvo 98 triunfos, entre ellos un Tour de Flandes y una Milán-San Remo.
Elia Viviani, otro hombre rápido, también se arranca el dorsal. Lo mismo que Arnaud Démare, el mejor velocista francés de los últimos años. Vencedor de la Milán-San Remo, logró dos victorias de etapa en el Tour y ocho en el Giro.
Entre quienes trabajaron con fervor en favor de sus líderes, Tim Declerq, el Tractor, cierra su etapa, al igual que Pieter Serry, otro clásico.
Anthony Perez, Anthony Delaplace, Geoffrey Bouchard y Adrien Petit dejan un hueco entre los franceses. Daniel McLay, Giacomo Nizzolo, Nans Peters y Tosh van der Sande se despiden junto a Kristian Sbaragli o Jimmy Janssens.
Les acompañan Gianluca Brambilla, Simone Petilli o Pierre Latour, preso de sus miedos a los descensos tras sufrir varias caídas. Ide Schelling cierra su etapa por problemas derivados de la salud mental.
Todos ellos dejan paso a la voracidad de los ciclistas que son en un cambio de guardia que releva a una generación que vivió los días felices, amargos otros, que marcaron un ciclismo que ahora parece añejo y nostálgico. Su tiempo se fue. Un pelotón se bate en retirada.