La epopeya del Giro cerraba los ojos en Roma, un lugar para la ensoñación, para admirar el Panteón de Agripa, la Fontana di Trevi, El Coliseo, la Piazza Navona, el Trastevere, la pasta, los helados y el espresso en la terraza del café más antiguo de Roma, San Eustachio.
En ese empedrado, en esas calles que rinden culto a la belleza, donde la Capilla Sixtina conecta la carne con el espíritu, se apagó la carrera rosa, que despertó en Tirana el 9 de mayo. El alumbramiento fue en realidad un día doloroso y de tintes oscuros. En la capital de Albania, en el primer día de carrera, se quebraron del todo las ilusiones de Mikel Landa.
El escalador de Murgia soñaba con el podio en la salida, como los logrados en 2015 y 2022. Sin embargo, la malaventura le desvió de cualquier objetivo. En un descenso, con el pelotón disparado buscando la meta inaugural, Landa se fue al suelo de mala manera.
Golpeó la bici con un bordillo y quedó tendido, ovillado, en una acera repleto de dolor. Tuvo que abandonar el Giro en ambulancia. Ingresado en un hospital, las pruebas que se le realizaron diagnosticaron la fractura de una vértebra.
Rotas sus ilusiones y baqueteado el cuerpo regresó a casa, donde la fractura, limpia, estable, está soldando bien. Landa debe llevar un corsé.
La recuperación está siendo buena y el propio ciclista avanzó en Eurosport que a mediados de la junio esperaba estar en la carretera para iniciar el camino de regreso a la competición. El alavés, que se perderá el Tour, afirmó que “seguro que llego a la Vuelta”.
Trabajo y fugas
Apagada la luz de Landa, la única que miraba a la general, la representación vasca en el Giro ha tratado de significarse a través de las fugas para buscar la gloria intentando conquistar alguna victoria de etapa.
En ese proyecto se embarcaron Pello Bilbao, Igor Arrieta, Jonathan Lastra, Jon Barrenetxea y Xabier Mikel Azparren. Jonathan Castroviejo, que en mitad del Giro anuncio que la presente sería la última campaña en el profesionalismo, dedicó sus esfuerzo, principalmente, en cuidar de Egan Bernal.
A medida que transcurrió el Giro, Arrieta, muy laborioso en el UAE, brilló con un cuarto puesto en Castelraimondo. El navarro ofreció un excelente nivel ese día, pero no fue suficiente para imponerse al resto. La tarea de Arrieta se centró en trabajar para el equipo y en proteger en lo posible a Juan Ayuso.
Pello Bilbao estuvo muy activo en distintas etapas. Se dejó ver en Tirana y trató de concretar una victoria parcial con sendas fugas. Muy metido en carrera mentalmente, al de Gernika le faltaron piernas para poder triunfar. Se generó varias oportunidades, siempre atento, pero no logró rematar.
Jon Barrenetxea, al igual que Jonathan Lastra, se sumaron a distintos intentos en las muchas fugas que se produjeron, pero no pudieron estar en el baile final. La misma sensación acarició a Xabier Mikel Azparren, que buscó un rendija, pero no prosperó.