Entonces, es cierto lo del calor y los Alpes. Eso que dicen de que son como un escáner. Que descubren la verdad. Lo que hay. Y no hace falta ni siquiera una cuesta para saber que es así porque mucho antes de eso a Dani Navarro, uno llamado a brillar bajo el sol en la montaña, se le indigestan el llano y la velocidad, vomita y acaba haciendo eses con la bicicleta, mareado, hasta que al fin para, se baja y se abraza a lo primero que encuentra, el oso del auxiliar del Cofidis. Qué mal tenía que estar para acabar así. Muerto. Es el primero. Luego vienen más. Larga y tediosa procesión en los Alpes, bajo el sol, donde no hay sitio para esconderse ni sombra que alivie el paso de los difuntos. Entre ellos, Richie Porte, que siente nauseas cuando queda mucho todavía por subir hasta Chamrousse y comienza su calvario. En meta se lo deja todo. 8:48. La vida. Otro funeral. De eso va el Tour. Y no de ver quién gana. De nuevo ayer Nibali, que es mucho más líder tras ganar la etapa después de rematar un ataque lejano de Valverde, que ya es segundo a 3:37 del italiano al aprovechar el hundimiento del australiano del Sky. Pero eso no importa tanto.
La verdad de los Alpes cuando se convierte el pelotón en una procesión es tan dura que indigesta y pone en duda la verdad máxima, que el Tour está por encima de los nombres y que va tejiendo su leyenda con lo que tiene, con los que están, es igual uno que otro. Es igual Merckx o Anquetil, Indurain o Coppi. Cuando se fueron, humanos mortales imperfectos, el Tour siguió engordando su leyenda. La carrera escribía la historia. Se sobreponía a las pérdidas. Cuando el Tour, un Chronos despiadado, devoraba a sus hijos, miren Ocaña ovillado en el col de Mente bajo la lluvia, miren tantos otros, había un día siguiente que borraba su recuerdo. Siempre ha amanecido en el Tour. Una gesta, un ataque, una lucha agónica, una historia maravillosa se sumaba a la vitrina de historias maravillosas del Tour. ¿Y ahora?
Ayer en los Alpes, bajo el calor que anunciaba desplomes, no hubo nada de eso para meter en la vitrina de historias maravillosas. Solo defunciones, un lento y agónico goteo como el paso lento y triste de Porte, el segundo que aspiraba a ser el primero porque se lo había dicho Froome antes de borrar su nombre del Tour y hacerlo más pequeño, que se podía comer a todos, incluido a Contador, que entonces estaba y, luego, dejó de estar al meter la rueda en un bache y fue devorado por los Vosgos. Esos nombres borrados del Tour se escriben de nuevo en los Alpes con nostalgia. Se les echa en falta. ¿No estaba el Tour por encima de los ciclistas? ¿No era más grande que cualquier recuerdo o ausencia?
Quizás quiso borrar Valverde el recuerdo y contar algo nuevo y precioso cuando atacó como nadie esperaba que atacase a diez kilómetros de meta, cuando Porte era un difunto, un alma en pena consolada solo por el bueno de Mikel Nieve, y vio el murciano vacío el escalón del podio que tenía por encima, el segundo. Para subirse a él atacó, descreídos los que no se lo esperaban, y pareció por un momento, qué ganas de llenar el papel con una gesta, un vuelco o una esperanza siquiera, que el acelerón era una apuesta por ganar el Tour. ¿Se imaginan? Pues pareció porque Nibali, que había acusado el golpe de calor todo el día y había perdido a su fiel Fuglsang en una caída en el descenso del col de Palaquit, no respondió al desafío. Miró a su alrededor y se quedó quieto.
¿Cuánto tiene que recuperar? Si le quita hoy tanto y mañana otro tanto, pues en los Pirineos puede que? De todo eso se llenó la libreta en unos segundos. Qué rápido escribe el boli cuando ve una historia. Y qué rápido paró cuando el italiano metió una marcha más y cogió a Valverde como que no quiere la cosa. Luego, hubo que arrancar esa página y pasar a otra que se quedó en blanco de historias maravillosas. Se llenó de defunciones. La de Porte era ya total. “Las luces se apagaron”, resumió Servais Knaven, director del Sky. “El Tour es así, el calor, la montaña, siempre se cobran alguna víctima y le ha tocado a él”, se resignaba Nieve, que se mantuvo al lado de su líder pero, aunque no lo quiera decir, sabe que desde hoy será libre para volar y contar para que sea escrita una historia que merezca la pena.
hubo más víctimas La carretera hasta Chamrousse, larga, ancha y no muy dura, fue un rosario. De un salto a 7 kilómetros de la cima, Nibali se plantó junto a Majlka y Konig tras dejar sentados a Valverde y Pinot, que luchaban por lo mismo, el podio o distanciar cuanto más mejor a todos los demás, y no se entendieron. Valverde, que había despertado el Tour con su ataque inesperado, se quedó a rueda del francés tras la despedida de Nibali y no respondió a los gestos, el movimiento de codo dando paso, hasta que el chaval, que es joven pero no tonto, se enfadó, se giró y le recriminó al murciano su actitud. “No comprendo a Valverde”, dijo luego Pinot, que no entendía cómo el del Movistar no colaboraba para sacar más tiempo al resto, que venían por detrás fundidos, muertos, en procesión. “Se quedó a rueda y me decía que iba a bloque, que no podía más, pero luego va y encima me ataca. Quería aprovecharse de mí”. Y, podía haber añadido a la lista de quejas contra el murciano, que en los últimos 200 metros le esprintó para sacarle unos segundos, tres, que no son nada y tampoco son tantos los 33 que rascó Valverde a Van Garderen y Bardet, aunque eso sí, el ataque a diez kilómetros de meta le sirvió para subir un peldaño, ser segundo y sacar ahora 46’’ a Bardet, tercero, 1:03 a Pinot y 1:42 a Van Garderen, la amenaza americana para la crono de Bergerac.
Delante de esa procesión corre Nibali, más feliz que nunca ayer en el podio donde recordó el centenario del nacimiento de Gino Bartali y, más triste, el aniversario de la muerte de Casartelli en 1995, tras golpearse la cara con el pretil en el descenso del col d’Aspet. El italiano puso más acento en el desplome de Porte, “era al que más miedo le tenía”, que en el ataque de Valverde, ahora su principal rival por la victoria, aunque ya no importe tanto eso como ver quién cae, quién muere, a quién devora el Tour que ya no parece el Tour. A ver qué funeral toca hoy.