UNDÉCIMA ETAPA

Besançon-Oyonnax - 170 Kilómetros

ETAPA

1º. Tony Gallopin (Lotto-Belisol) 4h25:45

2º. John Degenkolb (Giant) m.t.

3º. Matteo Trentin (Omega) m.t.

29º. Mikel Nieve (Sky) m.t.

GENERAL

1º. Vincenzo Nibali (Astana) 46h59:23

2º. Richie Porte (Sky) a 2:23

3º. Alejandro Valverde (Movistar) a 2:47

15º. Mikel Nieve (Sky) a 6:03

Qué contentos los chicos y chicas de la caravana. Han dejado la chaqueta y el pantalón largo en la maleta, las botas y el chubasquero, para lucir músculo ellos y cacha ellas y cantar y bailar, al fin, sobre la plataforma de los camiones de publicidad bajo el sol, y no bajo la lluvia. ¡Ah, el calor! Qué bien viene ahora la lluvia fina con la que riega al público la manguera del camión de Vittel, el agua de Francia. Y el gorro de picnic de Cochounou, un salchichón, de tela y cuadritos rojos y blancos, que hace de pararrayos como decía que hacían antes los ciclistas con las hojas de berza el difunto Patxi Gabica, qué pena, hace poco más de un año en una comida junto a Barrutia y Carlos Echeverria dispuesta para recordar el Tour y sus cosas y él no hacía más que hablar del calor, qué maldito y qué duro andar bajando a las huertas a robar la berza al aldeano, bajar a los ríos a meter los pies y la cabeza, parar en las fuentes y asaltar los bares donde una vez se encontraron a Mas metido en una nevera. Y para la suya, las portátiles de ahora donde se guardan frescos los botellines de agua y sales, la Coca-Cola y la fruta, se dieron cuenta en el NetApp cuando apareció el sol en la jornada de descanso de Besançon que necesitaban, qué olvido, hielo, un buen puñado, y pensando de dónde sacarlo, salió Texeira, que no es de los años de la berza, pero casi, e hizo como si nada hubiese cambiado en el ciclismo en 50 años y lo pidió en la pescadería del supermercado de al lado, donde se lo dieron con gusto al auxiliar gallego, qué les diría el pájaro. Ha salido el sol, al fin, en el Tour, y lo celebra el pelotón, pero sobre todo Tony Gallopin.

El primer rayo que espera en Oyonnax es para el francés, que llora otra vez, tras ganar la etapa como un maestro, como lloró en Mulhouse el día que se vistió de líder y recibió la llamada de Hollande, presidente de la república, para darle la enhorabuena y decirle lo orgulloso que estaba de él la nación francesa porque al día siguiente, 14 de julio, fiesta nacional, más ojos seguirían su desfile amarillo por los bosques de los Vosgos que el despliegue militar de los Campos Elíseos, en París. Cuánta luz daba esa noche en la habitación del hotel de Gallopin ese maillot amarillo. Cuánto sueño le quitó ese sueño que el día siguiente, con su bicicleta amarilla que mandó hacer el dueño de Ridley por la noche en su fábrica de Amberes, fue oscuro y gris, de lluvia y frío, pero más aún de sufrimiento. No lo disfrutó el francés. “El peor día de mi vida. Fue una pesadilla”, dijo en La Planche des Belles Filles, donde le devolvió el maillot a Nibali. Un mal recuerdo.

Menos mal que están los padres para iluminar el camino. El de Gallopin, que daba masajes a Fignon y por eso Tony tiene un recuerdo entrañable del profesor, le obligó a recorrer la etapa de ayer antes de venir al Tour. “Menos mal que le hice caso”. Recordaba, entonces, el repecho que había después del puerto de tercera, la Cote d’Echallon, último diente del perfil de sierra de los kilómetros finales, carretera estrecha y mal asfaltada, un suplicio que sufrieron todos, más que ninguno de los que aún piensan que pueden hacer algo en este Tour, Rui Costa, el arcoíris al que no le sentaron bien los primeros rayos de sol y se dejó más de minuto y medio que le alejan del podio, la luz hacia la que todos corren pensando que es su gran oportunidad.

Gallopin, que es quinto a 3:12 de Nibali, pero a 25 segundos del tercer puesto de Alejandro Valverde, no pensaba en eso cuando atacó en el último repecho, del que se acordaba, y se lanzó en el descenso como se lanzó el grupo, partido, con el italiano y el murciano atentos y Richie Porte, que cree que puede aspirar a algo más que el podio y lo dice sin tapujos, cortado. Se reagruparon abajo, pese al esfuerzo de Jon Izagirre por arrastrar a Valverde y alejar a Porte. Delante quedó Gallopin junto a Michal Kwiatkowski, Nicholas Roche y Peter Sagan, que quería las flores para regalárselas a su novia el día de su cumpleaños y esa inquietud le pasó factura. “Nadie quiso trabajar conmigo”. Ni llegar con él a meta. “Todos me conocen”. Y pocos conocen a Gallopin. Se escondió en la sombra y esperó. Allí nadie le hizo caso. A tres kilómetros vio la luz. “Y me lancé”. El primer rayo de sol del Tour le dio a él.

La agonía Y el último, a Andrew Talansky. Qué angustia la del corredor estadounidense. Hizo 70 kilómetros en solitario por los montes Jura, jurando, seguramente, con la espalda dolida, el deseo de seguir y la tentación de acabar con tanto sufrimiento bajo el primer sol del Tour de Francia. Se bajó una vez con esa idea buscando la sombra del coche, el asiento mullido, el descanso. Y Robert Hunter, su director, le convenció para que siguiese, para que lo intentase. “Le dije que si quería pelear y llegar, volviese a montarse en la bici”. Llegó 32 minutos después que Gallopin, dentro del control, pero no se sabe si hoy volverá a ver el sol.

La luz que hace feliz a Valverde, que es de Murcia, tiene la piel tostada, y la pólvora mojada de tanta lluvia. “Es una alegría que al fin haya llegado el calor. Llevamos el cuerpo ya machacado y esperemos poder encontrar las buenas piernas”, dijo el murciano, que espera encontrarlas mañana mismo en los Alpes que todos dicen no dan miedo sin el Galibier, sin Alpe d’Huez, sin los grandes monstruos de piedra, pero que él avisa, cuidado, que los Alpes siguen siendo los Alpes. “Y más aún, con el calor después de tanta agua y frío, por el contraste que a algún cuerpo no le sentará bien y no podrá soportar”, advierte Markel Irizar, que no le hace falta el sol para hacer gala de buen humor, pero aún así, lo agradece como dice que lo agradece Haimar Zubeldia, cuyo cuerpo de espiga, tan delgadito y frágil, funciona mejor con el calor, y lo agradece todo el pelotón, que dejó el chubasquero en la maleta, y la camiseta interior y el mal humor. “El sol da chispa”, asegura Markel, que podría haber dicho para un anuncio de turismo de Cádiz que da, sobre todo, ganas de vivir. O incluso de bailar. Qué contentos sin chubasquero los chicos y chicas de la caravana publicitaria.