Urkiola

JOKIN, 6 años, vecino de Urkiola, del chalé que está en la misma cima, donde se dobla la montaña, da vueltas en el aparcamiento con su mountain bike. Viste el equipaje del ibanesto.com. Casco, maillot y culote. Le vigila, un ojo sobre el periódico, otro siguiendo los movimientos del crío, su padre. A unos metros de la escena, un grupo de personas charla de pie, en corro. Parece un reencuentro porque se preguntan por su vida como si fuesen antiguos compañeros de ikastola. Pero en realidad, son Julián Gorospe, Roberto Laiseka, Txema del Olmo, David Etxebarria, Unai Etxebarria, Iker Flores, Alberto López de Munain, Ángel Castresana e Iñigo Chaurreau, el director y ocho de los nueve ciclistas -falta Haimar Zubeldia- que participaron en 2001 en el primer Tour de Euskaltel-Euskadi. "¿Quiénes?", pregunta Jokin. Y le explican que esos chicos hicieron historia, que corrieron aquel Tour de 2001, que ganaron una etapa, la de Pirineos, sobre una alfombra naranja, un mar de aficionados vascos. "¿Ah, sí?", dice con rostro de extrañeza que se torna gozo cuando le regalan un maillot naranja firmado por los nueve. Por encima de las firmas se lee: "De un equipo mítico, en un momento histórico".

Julián Gorospe: Aquel año 2001 el objetivo del equipo era llegar al Tour. Era algo claro. Euskaltel-Euskadi estaba creciendo mucho. Cada vez se conseguían más y mejores victorias. Pero sobre todo, era la actitud de los corredores lo que nos empujaba al Tour. Ellos querían correrlo. Date cuenta que de todos los que estaban, sólo David sabía lo que era correrlo. Esas ganas hicieron que desde principio de temporada fuésemos a por ello. Tuvimos contactos con el Tour y nos pedían que hiciésemos carreras buenas para lograr la invitación. Las hicimos. Brillamos en primavera, en las clásicas. Pero no fue suficiente. Llegamos a junio y nos dijeron que había que hacer una buena Dauphiné. Eso nos consumió. El estrés, el no tener la plaza ganada hasta el final.

David Etxebarria: Al ser un equipo estructuralmente limitado, en el sentido de que no nos sobraban corredores de mucho nivel y los jóvenes no tenían tanta fuerza, nos ocurrió que llegamos al Tour bastante justos. Había que ganarse la plaza, y claro, no es lo mismo correr con la plaza segura que tener que ganársela.

¿Entre vosotros había guerra por entrar en el equipo del Tour?

Alberto López de Munain: No, entre nosotros no. Lo principal era lograr que el equipo fuera.

Roberto Laiseka: Bueno, Iker Flores le quitó la plaza a su hermano (Igor).

Iker Flores: Me la gané (risas). A mí ya me habían dicho que iba a ir al Tour. Lo que peor se llevó fueron los dos últimos meses. La incertidumbre. Estar corriendo con esa presión... ¡buff! Eso hacía que tuviésemos que rendir más de lo que debíamos para llegar bien al Tour.

J. G.: La tranquilidad definitiva no llegó hasta dos semanas antes del Tour. Fue entonces cuando nos lo dijeron. Luego hubo otro problema: decidir quiénes iban. Éramos 22, algunos eran experimentados, a otros les iba bien el recorrido, otros habían luchado para conseguir la plaza…

Ángel Castresana: Eso fue lo peor. Estuvimos a tope en la Vuelta al País Vasco, las clásicas… y luego, llega Julián y nos dice que hay que parar de golpe, descansar y volver a recuperar la forma.

Txema del Olmo: Yo recuerdo el momento en el que suena el teléfono y te dicen eres uno de los elegidos que va a correr el Tour, la ilusión de todo ciclista. Esa ilusión es la gran diferencia entre correr el Tour y otras carreras.

Unai Etxebarria: Ilusión y respeto. Miedo no, porque la primera vez no sabes a lo que vas.

I. F.: El miedo lo tienes cuando ya lo has corrido y vuelves. No te das cuenta de lo que es hasta que lo vives.

A. C.: Los látigos del Tour yo no los he vivido en ningún lado. Aquello es diferente a todo.

U. E.: David ya había corrido el Tour y yo quería que me explicase cómo era aquello, por qué todo el mundo decía que era diferente. Pero David me decía que no podía explicármelo, que hasta que corriese y lo viviese yo mismo no podría llegar a comprender lo que era el Tour.

D. E.: Hasta que no lo corres no sabes lo que hay. Por eso ningún corredor tiene miedo al primer Tour, el miedo aparece al ir al segundo, que ya sabes a dónde vas.

A. L. M.: Y resulta que es la misma gente con la que corres todo el año, pero, a la vez, es gente diferente.

¿Cuándo se da uno cuenta de que el Tour es diferente?

J. G.: Nada más llegar, por la presión. Desde que se hace la presentación ves que aquello no se parece a nada. El desgaste psicológico es tremendo. Me acuerdo de que Laiseka se quejaba casi todos los días. Decía: "Voy para la salida y ya estoy cansado".

R. L.: Uno se da cuenta de que está en otro mundo en la salida neutralizada. El primer día estaba lloviendo, todo mojado, íbamos a 45 por hora… Yo pensaba: ¿a dónde van estos? La primera semana es mortal. Lo que queman son los primeros ocho o diez días. Luego cada uno va en su sitio.

T. D. O.: Durante esa semana había mucha tensión. Fíjate que ibas al masajista después de la etapa y lo que le pedías era que te trabajase, sobre todo, la espalda y el cuello.

D. E.: Bueno, pero el equipo tenía muy claro que la primera semana del Tour era la más complicada, porque no éramos un grupo que estuviésemos muy acostumbrados a correr en bloque, agrupado en cabeza de un pelotón, y eso es muy importante en el Tour. Éramos conscientes de que los primeros días serían duros. Aunque luego se arregló.

Iñigo Chaurreau: Pero creo que tuvimos suerte en ser los primeros. Quiero decir que no teníamos mucho que perder y sí mucho que ganar. Todo era optimismo, el primer Tour… Sin embargo, ahora llevan mucha más presión que nosotros.

D. E.: Yo no lo recuerdo así. ¿Cuántas etapas del Tour ha ganado Euskaltel en nueve ediciones? Pues aquella primera vez hubo un momento en el que se nos exigía que ganásemos una etapa. Ahora , con el tiempo, lo analizas y llegas a la conclusión de que la presión no era la real. Recuerdo el día de los abanicos de la primera semana, en la que nos quedamos todos cortados salvo Chaurre y perdimos 18 minutos. La presión de la prensa fue terrible. Decían que no teníamos nivel para el Tour… Me lo dijo un periodista de As, al que le contesté que las valoraciones siempre se hacen al final del Tour. Luego se ganó una etapa y todo cambió.

¿Sintieron que aquel momento era especial, que estaban haciendo historia? Del Olmo, por ejemplo, fue el primer ciclista de Euskaltel-Euskadi que tomó la salida en el Tour.

T. D. E.: Me hizo ilusión y aún me hace. Sé que hice historia siendo el primero en salir en el prólogo y así lo recuerdo, con cariño.

A. L. M.: Tampoco eres consciente de todo lo que se genera alrededor. El ciclista está centrado en la carrera.

J. G.: Hombre, la verdad es que era impresionante porque al ser un equipo modesto que representaba lo que representábamos, la gente se volcó.

I. C.: A mí eso sí me llegaba, pero quizás nos dimos cuenta de todo eso el día que ganó Roberto en Luz Ardiden. Bajábamos del puerto en el autobús y no dejábamos de ver gente vestida de naranja por todos lados. Era increíble. Eso nos alucinaba. Ahora el naranja es más marketing, pero entonces sí que era sentido, algo que al aficionado vasco le salió de dentro.

D. E.: Fue el momento en el que un pueblo se identificó con un equipo y con un color. Por eso impresionaba más. Creo que el equipo entonces representaba algo que ahora se ha perdido.

J. G.: Indurain fue un boom, luego bajó un poco la afición y aquel año nosotros le dimos un empujón.

R. L.: Siempre ha habido vascos en el Tour, antes y después de Euskaltel.

Durante la primera semana hubo un día en el que todo el equipo perdió más de 18 minutos menos Chaurreau, que llegó adelante. Aquel día se dijo que a Euskaltel-Euskadi el Tour le quedaba grande.

R. L.: ¿Cuántas cruces vimos ese día?

D. E.: Pasábamos por un cementerio de la guerra. Y nosotros quedados.

R. L.: Y no veíamos más que cruces. Una tras otra. Menuda imagen. Nos quedamos con la bolsa de avituallamiento en la mano porque arrancaron los amigos de David (habla de la Once de Manolo Saiz). No pudimos hacer nada.

A. L. M.: No éramos un grupo de estar los nueve en cabeza, dando relevos, provocando abanicos… Cada uno teníamos una forma de correr.

I. F.: Fue con Mayo cuando Euskaltel cambió esa mentalidad. Pero aquel día de los 18 minutos sí que nos llovieron palos. Creo que es lo más fácil. Pero nosotros no podíamos estar haciendo caso a todo eso.

A. L. M.: La parte de la prensa que estaba esperando una oportunidad para meterse con el equipo aprovechó ese día y cargó.

T. D. E.: El equipo representaba a un pueblo. Es fácil adivinar que había gente incómoda con eso.

A. L. M.: Pero internamente no fue tan dramático. Hubo más seriedad en aquella cena, pero al día siguiente estaba olvidado. El Tour no para.

D. E.: Yo creía que nos iba a caer una bronca tremenda de Julián porque estaba acostumbrado a Manolo. Pero no pasó nada. Me sorprendió. Aunque aquello nos vino bien para luego. Nos tranquilizó. Habíamos ido a correr tres semanas, no una.

Luego vinieron los Alpes y, después, Pirineos.

J. G.: Y nosotros corríamos ya de otra forma. Perdimos tiempo, sin quererlo, y eso nos dio libertad.

R. L.: El Tour está hecho de casualidades. Yo me pude haber ido para casa en Alemania, en una etapa que me quedé solo, y vino a rescatarme Casagrande, San Casagrande, que se había caído y llegó con todo el equipo. Si no, quizas me hubiese ido para casa.

U. E.: Gracias a Casagrande y a la afición, que aquel día de Pirineos (en Saint Lary) te llevó en volandas.

J. G.: Roberto agarró un pajarón terrible. Fíjate que incluso cogió un bocadillo a un aficionado cuando faltaban 60 kilómetros y le quedaban por subir Val Louron y Saint Lary.

R. L.: Me deshidraté completamente y Garzelli, que venía en la escapada, me reventó.

J. G.: Pero lo realmente impresionante fue al día siguiente, la etapa de Luz Ardiden.

R. L.: Fue un milagro.

D. E.: Nadie gana una etapa del Tour de milagro.

R. L.: Pero a ver, salimos y había un puerto de cuarta de salida y os dije que llevaba unas piernas… Y luego va Julián y pone al equipo a tirar. Yo me preguntaba: ¿para quién?

J. G.: Fue porque confiaba en vosotros, en Roberto, que había demostrado en la Vuelta que era capaz de hacer grandes cosas en montaña.

D. E.: Julián, fue porque estábamos en Pirineos y nos sentíamos casi obligados a tirar y dar la cara.

¿La subida a luz Ardiden cómo la vivieron?

A. C.: Emocionadísimo. La gente te iba gritando como si estuviera loca que Rober había ganado. A mí se me ponían los pelos de punta y me olvidaba hasta lo cansado que estaba.

U. E.: Todo Luz Ardiden eran ikurriñas y gente feliz gritando que había ganado Roberto.

R. L.: Yo siempre digo que en Luz Ardiden gané gracias a Unai (Etxebarria). Si no está conmigo el día antes, cuando la pájara, yo no acabo esa etapa.

I. C.: Yo el mérito que le doy a Roberto es tremendo porque no ganó cualquier etapa ni de cualquier manera. Hubo una fuga que se juntó bajando el Tourmalet y en el grupo principal hubo un parón al empezar a subir Luz Ardiden. Iríamos quince corredores. Entonces arrancó Rober. Pero el parón apenas duró porque atacó Ullrich, o Armstrong, no me acuerdo, y ya no se paró hasta la cima. Y Rober aguantó desde abajo. Yo no pensaba que lo iba a hacer.

R. L.: Decían que aquella etapa la estaba preparando el US Postal para que la ganase Roberto Heras.

D. E.: Aquel fue el día perfecto porque luego había jornada de descanso en Pau, vinieron los familiares, era mi cumpleaños…

R. L.: Si este año preguntas a cualquier ciclista vasco o de Euskaltel qué etapa desearía ganar te dirán que la del Tourmalet. Los Pirineos son especiales para nosotros.

A. L. M.: Tiene mérito ganar en cualquier lado, pero una etapa de montaña, en Pirineos, de aquella forma…

R. L.: ¡Bah! En cinco años nadie se acuerda de nada y sólo queda el palmarés. Nada más.

I. C.: No lo creo. Aquella etapa es recordada por lo que supuso.

U. E.: Es que era el primer Tour… Yo recuerdo con cariño la primera vuelta de honor en París. Muy bonito.

D. E.: Yo había hecho más Tours, pero aquel fue especial porque por primera vez di la vuelta a los Campos Elíseos con la ikurriña.

I. C.: ¿Verdad que éramos un buen equipo?

R. L.: Sólo recuerdo uno mejor de Euskaltel: el del Tour de 2003.

I. F.: Última nota: vuelve el Euskaltel mítico del 2001.