Ya en la Antigüedad los orfebres realizaban incisiones sobre metal configurando imágenes como forma de ornamentación. Fue muy posteriormente, en el siglo XV, cuando los artesanos de la orfebrería comenzaron a entintar y estampar sus diseños sobre papel, posiblemente para comprobar sus trazos o guardar un registro de ellos, dando origen a la idea de estampar imágenes incisas en matrices de metal, una de las técnicas del grabado. Y, sobre el papel, todo era maravilloso, al igual que ayer. No en vano, se verán muchas bocas abiertas entre los visitantes al Museo Guggenheim, donde ayer se presentó la exposición que nace fruto de la colaboración establecida entre el Museo Guggenheim Bilbao y el Museo de Bellas Artes – Galería Nacional Húngara de Budapest, reconocida institución que exhibe arte internacional desde la Antigüedad hasta el siglo XXI, y arte húngaro que se remonta a la Edad Media y llega hasta hoy. Entre las colecciones que integran sus fondos destaca, por su cantidad y el tiempo que abarca.
La muestra, desenvuelta de su papel de regalo, si me lo permiten decir así, por el director del museo, Juan Ignacio Vidarte, presenta una amplia y variada selección de piezas de grandes artistas —oigan la alineación que anuncian, formada por Alberto Durero, Leonardo da Vinci, Rafael, Rembrandt, Francisco de Goya, Miklós Barabás, Henri de Toulouse-Lautrec, Pablo Picasso, Egon Schiele, Victor Vasarely, Vera Molnar, Judit Reigl, Dóra Maurer, Georg Baselitz, Katharina Grosse y Gerhard Richter—, con las que ofrece un completo panorama de la creación gráfica desde el siglo XV hasta la actualidad. Las cerca de 150 obras maestras elegidas recorren las centenarias tradiciones de los géneros del dibujo y el grabado, en un trabajo fabuloso realizado por las comisarias Kinga Bódi y Marta Blàvia. Ellas bien saben que el primero de los dibujos de la exposición, el que abre la marcha, se titula Santa Margarita de Antioquía, está fechado en el siglo XV y retrata a la Santa pisando a un dragón. Es de un autor anónimo y bohemio y está con pincel y tinta negra, sanguina, clarión negro y aguado gris sobre papel. Llama la atención, aunque no tanto como el Estudio de Cabezas de Leonardo da Vinci y algunas obras como el vecino Rafael, Vang Gogh, Rembrand, Rubens, Picasso o Goya entre otros. Las tres salas habilitadas emanan fragancias de palacio, aunque la mayoría de los asistentes se quedarton en el atrio. No en vano, servían vino y jamón.
A la cita no faltaron el director general del Museo de Bellas Artes de Budapest, László Baán; la vicelehendakari, Ibone Bengoetxea; la diputada general, Elixabete Etxanobe; la embajadora de Hungría en Madrid, Katalin Toth; el cónsul de Hungría en Bilbao, Juan Carlos Pérez Unzueta, María Kovesdi, Jon Azua, Pilar Aresti, Rafael Orbegozo, de Iberdrola; Irene Abascal, Alberto Delclaux; la directora de la Sala Rekalde (hoy se inaugura la primera muestra desde la reapertura, una exposición enorme del trabajo de Juan Carlos Eguillor...), Alicia Fernández; los artistas Edu López y Ana San Román (ambos visitaron la exposición, deteniéndose al detalle en las obras...), Sol Agirre, Begoña Palacios, Mariano Gómez. Juan José Sánchez, Carolina García, Álvaro Díaz de Lezana. Idoia Arrate, Itziar Gutiérrez y su cuadrilla de Lekeitio, Sylvie Lagneaux, Julia Carvajal, Joaquín Foronda, Jorge Canivell, Marta Fernández Rivera, Paula Fernández, Begoña Cava, César Caicoya, Elier Goñi, Eduardo Andrade, Julio Aristín, Lilia di Brindisi, Julia Diéguez, Raquel González, el fotógrafo David Hornback, ganador de un Pulitzer; Alfonso Icaza, Kégli Balázs, Tamás Véguári, Peter Polbar, Idoia Gutiérrez, de DEIA, Ana Santorcuatro, María Corbero, Teresa Rosa Calvo y Mónica Mañueco, entre otra mucha gente interesada en lo expuesto.