ES un año marcado por los números, como si un sortilegio cubriese con su manto los carnavales de Bilbao. En el registro está consignado que se cumplen ahora 45 años de la recuperación de los carnavales, 40 años desde que se fundase la orden de Farolines y Zarambolas que tanta guasa ha dado y dará y 25 años desde que Moskotarrak organiza la Orden Botxera de Farolín y Zarambolas, cometido que desde este año vuela por libre. No en vano, la comparsa, con el empuje de Marino Montero, putative father de los dos personajes que se han convertido ya en santo y seña de las carnestolendas a la bilbaina, ha dejado consolidado ese universo txirene y guasón que tanto juego da. No faltan aspirantes al testigo. No en vano, Automóvil Clásico de Euskadi, organización que preside Koldo Ortiz de Vallejuelo, ha presentado sus credenciales.

El programa de carnavales de Bilbao de 1908 arrancaba así. “Domingo primero, a las once y media, la banda de música Santa Cecilia. A las doce y media, concurso infantil de disfraces. Por la tarde, paseo de coches por la Gran Vía. A las cuatro, gran concurso de máscaras”. Y hay constancia, por escritos y en fotografías, que ya en siglo XIX la villa incluía desfiles de carrozas y caballos. ¿Los Automóviles al volante? Encajan como un guante de Fitipaldi en la propuesta.

Eso será mañana. Ayer volvió a reunirse, en el Café Lago que hoy gobierna José Ignacio Martínez Ortega, quien ayer se saludaba con un fuerte abrazo a su antecesor, el legendario Boni García, al son de los acordes del txistu y el tamboril de Mikel Bilbao y con la nostálgica presencia de José Mari Amantes y Luis Ángel Castresana, el XXV Consejo Ecuménico de la Orden Botxera de Farolín y Zarambolas. Como es costumbre, decidieron cuál fue, a lo largo de 2023, la txirenada del año: las celebraciones variopintas del 60 aniversario del Azulito a lo largo y ancho del Bilbao más grande. Como es tradición, a su vez, expusieron sus propuestas para Zarambolas y Farolines de este 2024 que ya se adentra en nuestras vidas. Así para el muy honroso título de Farolín se propusó la siguiente terna: José Ángel Iribar, el sagrado Txopo con estatua de bronce propia (“había que ponerle en un pedestal”, chistó una voz...); Anakotz Merikaetxebarria, artista y transformista bilbaino, y Unai Izquierdo, actor, dramaturgo y periodista (showman, al fin y al cabo...). Para el papel de 365 días al año como Zarambolas se propusieron las figuras de Esmeralda Herlo, bilbaina on line, Josune Doiz, hostelera de toda la vida, y la actriz Getari Etxegarai. Ahí quedan sus propuestas.

Las escuchó de primera mano el heraldo del Ayuntamiento de Bilbao, Joseba Rosales, bien rodeado de gente honrada con las txapelas carnavalescas (roja para Zarambolas, blancas para Farolines...) como José Antonio Nielfa, La Otxoa, Nati Ortiz de Zarate; Eduardo Robles y Agustín Ferrero, de Los Cinco Bilbainos, Julio Alegría, Pascual Molongua o la voz de la calle; el albokalari Ibon Koteron; Imanol González y Alazne Markaida, de Bilboko Konpartsak; Juankar Bilbao, hostelero del Muga y Jon de Miguel, alma, corazón y vida de Taberna Plaza Nueva; Iñaki Astigarraga, indestructible flor de la canela, y Arturo Trueba, insumergible Ría del Ocio; Javier Ruiz, Gontzal Azkoitia, quien regentó un Azulito bar allá en Estraunza, Joseba Angulo y un puñadito más de asistentes (Txema Soria y quien esto escribe arrimaron el hombro también...) que se saludaron al verse con alegría de la buena. De sus candidatos dijeron que son hombres y mujeres capaces de abanderar la defensa del honor y la buena fama de Farolín y Zarambolas, figuras arquetípicas de nuestra peculiar forma de ser, que han llegado a convertirse en icono de la bilbainidad constituyendo el único símbolo original y distintivo de los carnavales de esta villa. Eup!