OMO si las cuerdas fuesen alas que le permitiesen volar, Alban Gerhardt ha surcado los cielos de medio mundo. Después de haber hecho despegar su carrera con la Filarmónica de Berlín y Semyon Bychkov en 1991, Gerhardt es reconocido como uno de los violonchelistas más versátiles, muy apreciado por sus actuaciones como solista, desde Bach hasta el canon clásico y romántico, y también por colaboraciones con varios compositores contemporáneos y su virtuosismo como concertista de cámara. Viaja con una joya al hombro: un violonchelo Matteo Gofriller de 1710 que es admirado en los talleres de lutieres de medio mundo.

Su presencia ayer en el auditorio del Palacio Euskalduna era una suerte de aparición. "Es un ángel", decía Cristina Olaizola, melómana de largo recorrido. Alguna razón gastaba la buena mujer si se tiene en cuenta que Gerhardt ha ganado varios premios, y su grabación del Concierto para violonchelo, de Unsuk Chin, editado por Deutsche Grammophon, ganó el Premio de la BBC Music Magazine y fue preseleccionado para un premio Gramophone en 2015. Es reconocido también en el olimpo de la música clásica como un gran músico de cámara. Sus compañeros habituales de actuación incluyen a Steven Osborne y Cecile Licad. Recientemente ha colaborado en un nuevo proyecto artístico, Amor en fragmentos, con la violinista Gergana Gergova, concertina en el recital vivido ayer en el Euskalduna, el coreógrafo Sommer Ulrickson y el escultor Alexander Polzin: una unión poética de música, movimiento, escultura y palabra hablada. Esa variedad de usos y registros le agiganta. Hay que recordar que a Gerhardt le apasiona compartir sus descubrimientos con audiencias mucho más allá de la sala de conciertos tradicional: los proyectos de divulgación emprendidos en Europa y Estados Unidos incluyen actuaciones y talleres, no solo en escuelas y hospitales, sino también en sesiones pioneras en espacios públicos e instituciones de internamiento para jóvenes con problemas sociales.

Como les dije, ayer sobrevoló Bilbao. Lo hizo de la mano de la Bilbao Orkestra Sinfonikoa, con su director técnico, Borja Pujol, como anfitrión, y Javier Pérez atento a que todo fluyese. Verle en los ensayos de última hora con minuciosidad de artesano para pulir, hasta sacar brillo, cada nota, fue, en sí mismo, un espectáculo. Le acompañaba la propia Gergova para completar un cuarteto de la BOS redondeado por el violín de Pablo Val y las violas de Isabel Aragón y Leire Moreno. Los cuatro acompañaban a Gerhardt, cabeza visible del recital de Cámara 9 del programa de la BOS. La cita estaba bautizada con el sobrenombre de Grandes solistas en recital-Zorionak Beethoven! y a lo largo de setenta minutos largos acogió el Quinteto para cuerdas en do menor opus 104, de Ludwig van Beethoven, y el Quinteto de cuerda número 3 en mi bemol mayor, opus 97, de Anton Dvorák. Lo que se conoce como una delicatessen.

Para presenciar esta delicadeza acudieron, entre otros,Eva Crespo, Carmen Hoyos, Moisés Arbides, Naty López Larrañaga, Begoña y Elena Intsausti, Juan Lekube, Iñaki Vicente, Noel Antón, Concepción Alhambra, Amaia de la Torre, Edurne Gergúndez, Rafa Freiso, Txema Uria, Teresa Eizagirre, Ana Elorriaga, Marta Alonso, María José Bengoetxea, José Luis Hernández, Ainhoa García; músicos de la BOS de la talla de Diego Val, María Díaz Conejo, Samuel García y David García, entre otros; Isabel Amezaga, Eduardo Bilbao, Juan Carlos Fernández, Aitor Mugica y un buen número de gente melómana que agradeció de lo lindo la aparición en escena de Gerhardt. A un paso de cumplir cien años de vida, la BOS desplegó sobre el Palacio Euskalduna toda su exquisitez como hermoso argumento del porqué ha sostenido tan larga vida en el corazón de Bilbao.

El violonchelista Alban Gerhardt participa en el ciclo 'Grandes solistas en recital' acompañado por un cuarteto de la BOS

Interpretaron el 'Quinteto para cuerdas en do menor opus 104', de Beethoven, y el 'Quinteto de cuerda 3 en mi bemol mayor', de Dvorák