ONÓ como suenan las venganzas o, por restarle dramatismo a la frase, como suena el cobro de una deuda pendiente. La historia comenzó hace algo más de dos años y medio, cuando en septiembre de 2018 el violonchelista Asier Polo tocó tres suites para violonchello solo de Johann Sebastian Bach -la 1, la 3 y la 6- en la Colegiata de Zenarrutza con motivo de la trigésima edición de los Ziortzako Kontzertuak. Un año después, en fechas similares, días en los que se pone el sol del verano, regresó al mismo escenario mágico (un poco más adelante les contaré por qué, más allá de su belleza arquitectónica...) y grabó las otras tres restantes, las suites 2, 4 y 5, con la idea de darle cuerpo a un disco cuya presentación estaba prevista para 2020, ese año perdido que tanto duele.

En pos de su huella levó anclas ayer la Sala BBK, donde por fin pudo ver la luz el CD doble. La presentación, guiada por César Coca, se decoró con la proyección de las ilustraciones audiovisuales en modo de poderosos vídeos que reflejaban la historia protagonizada por el propio Asier, acompañado por su cello de Francesco Rugieri, un soberbio instrumento labrado en los talleres de luthieres de Cremona, una de las cunas más soberanas. No fue, contra lo que pudiera pensarse, un concierto o un recital, no. Se trató de un coloquio destinado al alumnado de conservatorios de Bizkaia, donde se repasó, además, la armoniosa trayectoria de Asier a lo largo de una carrera mayúscula.

Atentos a todo ello estuvieron Koldo Narbaiza y su hermana Jaione, involucrados en los conciertos de Zenarrutza desde tiempo ha. Se diría casi que los sienten como propios. Aprovecha el cronista este impás para saldar la deuda que dejó pendiente: el tinte milagroso de la Colegiata de Zenarrutza. La tradición sitúa su fundación en el siglo X con una leyenda que cuenta como el día de La Asunción del año 968 los vecinos celebraban misa en la iglesia de Santa Lucía de Garay, en Munitibar, cuando un águila cogió una calavera de una tumba que estaba abierta y se la llevó hasta que la dejó caer en el lugar donde hoy está la iglesia. Los vecinos entendieron este hecho como una señal divina y levantaron, en el lugar donde el águila dejó la calavera, una iglesia que con el tiempo se constituyó en parroquia del núcleo poblacional y sus caseríos. Pagado queda.

Bilbao no es tierra de aves rapaces y, sin embargo, la Sala BBK, donde todo discurrió ayer con emoción contenida, fue sobrevolada por un sinfín de melómanos que no perdieron de vista a su presa: el espectacular CD doble.

A la cita acudieron, como les dije, diversas generaciones melómanas. Desde la juventud de Alicia Yáñez, Leire Rodrigo y Saia Morel hasta la experiencia de Mercedes Ortiz de Artiñano, Blanca Prado y Teresa Alonso, pasando por el presidente de la Academia de Ciencias Médicas de Bilbao, Ricardo Franco Vicario, acompañado por Concha Arizaga; el gerente de la Sociedad Coral de Bilbao, Iñigo Alberdi; Arantza Albaina, Karmele Lejonagoitia, Gurutze Bidarte, María José Cobo, Uxue Aranburu, Amaia Lázaro, Begoña Valencia, Gontzal Agirre, Begoña Iturriaga, Carmen Olabe, Ainara Martín, Ainhoa Bengoetxea, Patricia Ugarte, Itziar Muguruza, Andrea Alonso, Idoia Muñoz, Miren Zabaleta, Mireia Ortega, José Luis Madariaga, admirador confeso de genial compositor y de Asier, el violonchelista que ha tocado con algunos de los más importantes artistas de su época, como Alfredo Kraus, el Cuarteto Janacek o Gérard Caussé. Con Alfredo Kraus colaboró como solista durante los últimos años de su vida. Asier es, además, compañero habitual de la pianista de Legazpi Marta Zabaleta y de Eldar Nebolsin. Enseña en el Centro Superior de Música del País Vasco-Musikene y en la Universidad Alfonso X El Sabio y ha espolvoreado el nombre de Bilbao por medio mundo.

Asier Polo vibra con la presentación de un proyecto especial : la grabación de las 'Suites para violonchelo solo', de Johann Sebastian Bach

El disco, grabado en la Colegiata de Zenarrutza entre 2018 y 2019, vio la luz ayer en un encuentro celebrado en la Sala BBK