S la palabra que nos salva: resiliencia. Un término que hace menos de un año sonaba extraño, casi como un vocablo del ayer, fuera de moda. ¿Resi... qué?, nos hubiésemos preguntado, qué sé yo, en enero de este mismo año. Y sin embargo ha bastado la llegada de una pandemia que tensa la cuerda casi hasta la rotura para que comprobásemos que era un desafío, para que descubriésemos lo que nos dice la RAE con su precisión cirujana: "Resiliencia. Capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos". Hoy es una necesidad casi vital. Un menester que se asienta sobre dos pilares, dos fases enlazadas y sucesivas: soportar y combatir, subrayando en el camino la acción de superarse, de renacer.

Habló de ella ayer el presidente de Unicef en el País Vasco, Isidro Elezgarai, al referirse a la expresión que da título a la exposición, Vidas resilientes, inaugurada en el edificio del Ensanche. La muestra, impulsada por Unicef con la colaboración del Ayuntamiento de Bilbao, presenta la exposición fotográfica y narrativa de Araia Tamayo, que tiene como objetivo acercar, a través de retratos fotográficos e historias de vida, realidades de niños y niñas de diferentes edades, procedencias y etnias de Mauritania. Lo dijo Isidro, digo. Oigámosle. "Este año más que nunca hemos descubierto lo que es: la capacidad de las personas de seguir adelante en situaciones difíciles. Ha sido", prosiguió, "un año muy duro para todas las personas del mundo, pero la infancia ha sido uno de los colectivos que más ha sufrido. De golpe vieron como su vida entera cambiaba sin recibir ninguna explicación". Habló Isidro, además, acordándose de toda la ciudadanía vasca que ya no está , que se quedó en el camino, y recordando que "una de cada dos vacunas que se dan hoy en el mundo la pone Unicef". ¡Una de cada dos! Si a ello se le suma que, "en colaboración con la Organización Panamericana de la Salud (OPS), Unicef está coordinando la compra y entrega de 2000 millones de vacunas para 92 países de ingresos bajos y medios" solo cabía una reacción a su discurso: tragar saliva y romper a aplaudir. Es lo que sucedió.

Visitar esa exposición de 16 fotografías con vida propia y relatos sugerentes y sobrecogedores es sumergirse en una de esas noches de hogueras en las que se narran historias al calor de la lumbre. Es un hábito que aún se sostiene en África. Y quienes las escuchan o hacen con los ojos llenos de asombro, bien abiertos. Así estaban ayer los primeros visitantes de la muestra.

Entre ellos se encontraban el padre de la impulsora de las fotografías y los relatos, el artista Daniel Tamayo, quien se refugió en una esquina con un rictus de disimulado orgullo y la elegancia de la segunda fila, dejando que los focos le diesen a ella y, sobre todo, a las historias que se contaban. Las siguieron de cerca la concejala Itziar Urtasun, la presidenta de las Juntas Generales de Bizkaia, Ana Otadui; la diputada de Cultura, Lorea Bilbao; Elsa Fuente, coordinadora de Unicef en Euskadi; concejales y concejalas de las talla de Alfonso Gil, Jone Goirizelaia, Carmen Muñoz o Gabriel Rodrigo entre otros; el presidente del Tribunal Superior de Justicia del País Vasco, Juan Luis Ibarra; José Ramón Taranco, director de Obra Social de Laboral Kutxa; Nora Sarasola, directora de Obra Social de la BBK, Koldo Bilboa, la actriz Gurutze Beitia, Mikel Mancisidor, voz cantante de Naciones Unidas; Txuskan Coteron, presidente de la Asociación Vasca de Periodistas; Cristina Mendia, presidenta de la Asociación Familiar Vizcaina; Teresa González, directora de la Escuela de Ballet Clásico; el ciclista Marino Lejarreta, Begoña Beristain; el presidente de Bilbao Dendak, Rafa Gardeazabal, Luis García, Raquel Rodríguez, Aryux, alma de voltereta y un buen puñado de gente más comprometida con el camino emprendido por Unicef.

Unicef presenta e impulsa la exposición 'Vidas resilientes' de Araia Tamayo en el Edificio Ensanche

La muestra fotográfica y narrativa enseña la capacidad de superación de niños y niñas de Mauritania