N viejo hechicero africano, Soma, representante de una tradición secreta imperante en su etnia, Komo, persigue a su hijo para destruirlo tras haber soñado que éste iba a matarle. He ahí el comienzo de la película Yeleen (La Luz), obra de Souleymane Cisse, con cuya proyección comenzó una nueva edición del cineclub FAS, la 68 a lo largo de su historia, unos meses más veterana que el Zinemaldia (ambos proyectos nacieron en el ya lejano 1953, en enero el FAS y en septiembre, Zinemaldia...), el legendario festival de cine de Donostia, coetáneo en las celebraciones, hasta el punto de que si Félix Linares no se acercó al arranque del FAS fue porque en la misma noche del martes estaba recogiendo un homenaje en tierras donostiarras.

Hubiese acudido a los salones del Carmen, templo habitual del cineclub, de haber podido. No por nada, la cita estaba sembrada de atractivos. Con un aire africano, la ceremonia inaugural contó con el concierto del cantante senegalés Moze Naya y el músico camerunés Cyril Medi. Redondeó la tarde noche africana la proyección de Yeelen (La Luz), que ya se había posado en las pantallas del cineclub FAS en 1988, un año después de que recibiese el premio del Jurado del Festival de Cannes en 1987 y fuese nominada para una Palma de oro ese mismo año. Fue, como ven, una proyección de África sobre los amantes del cine en una inauguración que contó con las dificultades propias de estos tiempos: los problemas para juntarse.

La primera noticia del encuentro fueron las sonrisas. Podían verse en los ojos, que se achinan al sonreír, sobre las mascarillas. Era el signo de la felicidad por haber podido inaugurar una nueva temporada del FAS, asunto éste que se movió, como tantos otros, entre incertidumbres. Lo lograron. Y la presidenta del cineclub, Txaro Landa, acompañada por Txarly Otalora y Norberto Albóniga, madrugaron en la tarde para dar la bienvenida a la concurrencia. La bienvenida y las gracias.

Cómo no iban a hacerlo. Entre el centenar de personas que dieron los primeros pasos se encontraban, por ejemplo Estela Villoc, quien fuera mujer de Dani Soloaga, uno de los históricos fundadores del cineclub FAS; Karmele Acedo, directora de Servicios Sociales Integrados, Ruth Otxoa, Miren Elorriaga, Jokin Zudaire, María Jesús Alonso, Aitor Hernández, Matxalen Muñoz, Ainhoa Madariaga y un buen número de hombres y mujeres que aman el cine y a África.

Fue todo un ejemplo de actitud, con el personal cuidándose y cuidando de los demás con medidas sanitarias extremas y con la obligatoriedad de reservar las entradas por delante a través del correo electrónico. Es una costumbre que lleva camino de convertirse en hábito. Entre los asistentes se encontraban Peio Maudo, Sara Mielgo, Andrea Bosch, Carmen Valerio, Eric Renner; Ana Isabel Robles y Diakaridia, quienes acudieron expectantes a la ceremonia; Jorge Barrios, Begoña Vázquez, Marije Murgia y Daniel Rubio, sospechosos habituales del cineclub FAS; Nerea Uzkudun, Itziar Fernández, Carlos Aranguren, Toni Garzón, Maitane Olaizola, Aitana Burgos, Miren Zarate, Esther Ayo, María José Palacios, Ane Sánchez y un buen número de asistentes que brindaron por una larga vida al FAS.

La película de Mali se proyectó como homenaje al continente negro, en versión original aunque subtitulada, habida cuenta los pocos conocedores de aquellas lenguas que estaban presentes en la sala. No era dificultad alguna. No en vano, el cineclub FAS, el más antiguo del Estado y el segundo de mayor edad en Europa, ha sobrevivido a censuras, a crisis internas y externas y a intentos de prohibición de su programación, que se ha mantenido a pesar de coincidir con acontecimientos históricos tumultuosos. La fuerza del cine y sus feligreses le acompaña. Se diría que son casi inmortales.

Cineclub FAS inicia una nueva temporada, la 68, con la proyección de la película 'Yeelen' (La luz), premiada en Cannes en 1987

La cita, celebrada en el salón del Carmen, se 'ilustró' con un concierto africano de Moze Naya y Cyril Medi