Llegar hoy a Tellebarri-Ibarrondo Bidea, en Erandiogoikoa, es retroceder un poco en el tiempo. Si bien, las zonas rurales han ralentizado desde hace años ese avanzar de la era moderna, el coronavirus y todo lo que le ha venido anexionado han motivado, en ciertos aspectos, esa vuelta atrás en el calendario. Así lo han percibido Javier Lario y Mari Carmen Díaz, que hace cuatro años alquilaron el baserri Ibarrondo, se pusieron a acondicionar y a cultivar la privilegiada tierra de su terreno y comenzaron a vender sus productos de la huerta. Allí mismo. A pie de su casa. Siempre abierto. Con el estallido de la pandemia y sus largos y largos meses de consecuencias, la gente ha multiplicado los paseos por distintos rincones de los municipios y han proliferado los planes de rutas por aquí y por allá (por donde se podía), a golpe de zapatilla y charleta. Eso lo han notado Javier y Mari Carmen en su negocio Las calabazas de Ibarrondos, porque cada vez más personas iban pasando por allí; les han descubierto y han sido conquistadas.En efecto, la esencia de tiempos pretéritos siempre ha estado ahí en la idea de Javier y Mari Carmen. "Nosotros vivimos aquí, la gente toca la campanilla que tenemos puesta en la puerta y salimos a atender cuando sea. Los fines de semana sí ponemos un puesto fuera con todos los productos, que no es más que una mesa de cocina con un mantel y una sombrilla", sonríe Javier. "La pandemia nos ha influido muchísimo. Ahora hay más gente que pasea y también una mayor amplitud de recorridos. El que antes solo paseaba por Artxanda, ahora se viene hasta aquí", añade. El covid y sus restricciones también han despertado las ganas en mucha gente de irse a vivir a un pueblo o a un área rural. "Sí, sí", confirma este erandioztarra. "Nosotros somos la inmobiliaria de la zona, a la vez que te vienen a comprar tomates y huevos, te preguntan: ¿No conocerás un caserío en venta por aquí? Somos agroinmobiliaria", bromea Javier.

Lo cierto es que la puesta en marcha de su negocio también contribuyó a dar nuevos aires a este entorno, muy próximo ya a Loiu. "Esta zona estaba desangelada, era el extrarradio del Erandio más profundo, porque estamos a 200 metros de la muga con Loiu. Era la trastienda de Erandio, estaba sucio, sin un alma, además, hubo unos problemas de convivencia... Al venir nosotros y albergar esta actividad ha cambiado y luego con la pandemia, mucho más", considera este productor. El Ayuntamiento también se muestra partidario de revitalizar estos lugares, con una limpieza e iluminación adecuadas, por ejemplo, o con el diseño de rutas para caminar que transiten por sitios como este camino de Tellebarri-Ibarrondo. "Y poco a poco, entre todos, vamos consiguiendo mejorarlo", reconoce Javier.

Evolución

Así que el panorama realmente ha cambiado en estos cuatro años para esta familia. "Vinimos a este caserío, que anteriormente, había sido el mejor de la zona a nivel de producción, porque su terreno tiene unas peculiaridades muy favorables; por ejemplo, tiene una bolsa de agua natural que coge una hectárea; es que en Erandiogoikoa hay muchas aguas subterráneas. Además, al ser la vega de Akarlanda, la bruma de la noche se junta aquí, así que tenemos la suerte de regar muy poquito", explica. Una vez habilitada la tierra y con los frutos ya conseguidos, nació Calabazas de Ibarrondos. Y esta venta de productos con esta fórmula de aromas de antaño fue engordando, hasta hacerse grande con la situación de pandemia. "Nosotros solo tenemos nuestro producto en temporada en la tierra y sin abonos de ningún tipo. Pero claro, como empezamos a crecer y la gente nos demandaba más, ahora traemos productos de gente que conocemos del entorno, como Zarandona, de Derio, Ricardo, de Laukiz... Nos vamos ayudando así unos a otros. Y lo contamos al cliente. Vamos con la verdad por delante y cuando es el caso le decimos: Esto no es nuestro. Pero la premisa que tenemos es que siempre que vendamos algo, no ha tenido que tocar la cámara: o sea, o es nuestro o de pequeños productores", señala Javier. Es decir: "No vendemos de todo durante el año y lo que traemos tiene que ser de 10, si es 8 no nos vale", sostiene.

Pero además, este rincón de Erandiogoikoa ha ganado más vida por la cantidad de animales de esta familia. "Tenemos algo de ganado también y a la gente le gusta entrar a verlos. Y claro que les dejamos. Tenemos un cerdito que al hermano lo comió el zorro el mismo día de parir, así que lo metimos en casa a biberón. Vive como un perro más. Se llama Antonia", desvela este productor. Pero no solo eso. "A nuestro ganado no lo matamos. Tenemos ovejas, un ternero, que se llama Txistu, que no podía estar con los humanos y pegaba a todo el mundo; lo iban a sacrificar y lo trajimos para aquí, tenemos también tortugas grandes, hemos tenido hasta 360 gallinas y 60 patos, pero el zorro nos ha fastidiado. Y luego estamos con siete perros, 21 gatos... Y todos vacunados y esterilizados", repasa Javier. Así es la nueva vida del caserío Ibarrondo.