Marta Hernández

erandio - “Yo me dejo barba desde junio y... las canas y la tripa ya son naturales. Creo que me estoy convirtiendo en él?”, comenta con un humor contagioso José Antonio Riveiro. Rive es Olentzero en Erandio desde hace treinta años. Tres décadas cumple justo en este 2019 despertando la ilusión en las caras de los pequeñajos, encendiendo sus ojos brillantes, repartiendo emoción con su sonrisa bonachona? “Mientras exista esta magia, yo estaré al pie del cañón cuando quieran contar conmigo”, asegura este erandioztarra, que las próximas navidades no fallará en el desfile de Altzaga, ni tampoco en su visita a los barrios de Lutxana y Kukularra y a la ikastola Altzaga.

“El mayor piropo que me han dicho es: ¡Tú eres el de verdad! Porque, sobre todo, en centros educativos, cogen a un alumno y le ponen una barba de pega y una almohada en la tripa”, explica Rive, que realmente habla apasionadamente de su papel como Olentzero. “Ni sé las cartas que tengo guardadas en el camarote. Algún día las voy a publicar. Y tengo muchos chupetes también porque las amatxus, sobre todo amatxus, dicen a los críos que hay que darle el chupete a Olentzero y así es como lo dejan de usar”, indica. ¡Es increíble que Rive conserve esos tesoros!

Y esa es la parte tangible y visual que queda de un recorrido tan extenso siendo el carbonero más famoso de Euskadi. Pero hay otra huella: la emocional. “Algún niño te pide que venga su padre, porque es una familia inmigrante? Este tipo de cosas te dejan el corazón dando vueltas. No todo el mundo piensa en la Play Station”, admite. Él mantiene incontables anécdotas en su saco personal. “Una vez en una tienda de Erandio, una mujer me dijo: Es que eres el de siempre, cuando yo era cría, tú ya estabas y ahora soy madre y sigues tú. Tengo una foto con mi cuñado, del primer año que hice de Olentzero en Erandio; era un niño y ahora tiene 39 años. Las generaciones pasan, pero yo sigo”, admite Rive. Es el hombre más querido por los niños de Erandio, aunque algún que otro se haya sentado en su regazo un poco mosqueado. “Algunos son bebés muy pequeños, me ven a mí con esas barbas y lloran y salen en las fotos con un berrinche... Y alguno hasta viene con el pañal cargado. A veces tenemos esas crisis, pero son las menos”, rememora con gracia. Y bueno, sus dos hijas han tenido que pasar por ese momento en el que descubren que su aita es Olentzero. La pequeña se ha enterado este mismo año. “Dice que no me jubile”, desvela este erandioztarra.

Desde allí hasta aquí Todo empezó a finales de los 80, cuando Rive era un jovenzuelo de 18 años. “Yo ya tenía barba y entonces no estaban de moda los hipster”, recuerda. Unos conocidos le pidieron que fuera Olentzero en Leioa y dos años después, “me pegaron el toque desde mi entorno en Erandio”, evoca. Ese fue el inicio de un camino maravilloso que vivió en 2014 “un momento durillo”, reconoce. “Ese año tuve cáncer y acabé el tratamiento un 12 de septiembre. Mi obsesión era llegar con pelo y barba al 24 de diciembre. Sobre todo, con barba. Y llegué con una bastante digna”, cuenta. Rive ganó la batalla, aunque luego esa maldita enfermedad golpeó al hijo pequeño de uno de su cuadrilla. “Fue un palo. Y al llegar la Navidad, el crío estaba bajo de defensas porque empezaba el tratamiento. No podía ir a ver a Olentzero y pensé: Esto no puede ser. Así que compramos unos regalos en la cuadrilla y me presenté el 24 a la mañana en su casa”, señala Rive, el Olentzero generoso e... incansable.