A 1.481 metros de altitud, en el macizo de Gorbeiagane y justo en la muga entre Bizkaia y Araba, se alza imponente la Cruz de Gorbea. El emblemático monumento, símbolo para el montañismo vasco, luce ahora una imagen, si cabe, más llamativa y bella gracias al nuevo revestimiento de pintura al que ha sido sometida su estructura entre el 14 y el 17 de junio. La iniciativa surgió hace ocho meses cuando el propietario de la empresa Pinturas Orozko y sus compañeros subieron en bicicleta hasta la cima. Además de disfrutar de la consecución del reto y del espectacular paisaje, “observaron la Cruz con ojos de profesionales y se percataron de que se encontraba muy deteriorada, con zonas donde el hierro estaba oxidado, la capa de pintura desconchada e incluso había grietas en las bases de cemento”, explica el estudioso del Gorbea, Iñaki García Uribe.

Esta situación fue puesta en conocimiento del experto ugaotarra, aunque residente en Orozko, que decidió “pedirles un informe sobre el estado del monumento acompañado de imágenes” que después Iñaki García Uribe remitió al Patronato del Parque Natural de Gorbeia. “Su contestación fue que, efectivamente, se encontraba más degradado de lo que ellos mismos habían apreciado y que en este 2019, coincidiendo con el 25 aniversario de la declaración del macizo de Gorbeia como parque natural, era el momento adecuado para poner a la Cruz un nuevo vestido negro”.

Ahí arrancaron las gestiones para hacer realidad la intervención. “Se redactó y presentó un proyecto y, tras obtener el visto bueno, se empezó a organizar la logística necesaria y a tramitar los permisos. A mediados de mayo ya estaba todo preparado y a la espera de que las condiciones meteorológicas fueran las óptimas para realizar esas labores de altura”. Finalmente, el día D fue el 14 de junio. “La previsión era de ocho jornadas de trabajo pero se ha logrado ejecutar en cuatro. La anterior intervención, realizada en 1991, fue más sencilla pero llevó todo un mes, entre otras cosas porque hubo que instalar andamios y una caseta de obra”, precisa Uribe. Sin embargo, en esta ocasión, para alcanzar los 17 metros de altura de todo el entramado de hierros de la estructura “se ha empleado arnés” y el proyecto abordado entre cuatro operarios ha consistido en la restauración de las zonas más dañadas, la aplicación de una capa de imprimación y dos de pintura para lo que se ha empleado “más de 60 litros de pintura de gran calidad para que soporte las condiciones de frío, fuertes vientos y calor que se dan en esta altitud”.

Hallazgo de remache La satisfacción del equipo por el desarrollo y resultado de las labores es plena aunque también ha habido sorpresas. La más negativa y preocupante ha sido la localización de dos marcas de diente de corte a unos 16 metros, en concreto, “a la altura del aspa de la cruz de remate” que podría haberse debido a un, por suerte, infructuoso intento de dañar y cortar el emblemático monumento.

Y la más positiva fue el hallazgo de un remache de hierro oxidado. “Fue una casualidad. El operario que estaba colgado en el arnés vio algo brillar en el suelo desde las alturas y tras escarbar un poco en la tierra lo encontramos”. Iñaki García Uribe mantiene la hipótesis de que se trata de una pieza perteneciente a una de los dos cruces que se colocaron y que derribaron las inclemencias climatológicas. Para corroborar su teoría, “voy a enviar el remache al Museo Minero de Gallarta para que sea sometido a un estudio y, si es posible, saber de qué veta de mineral de hierro procede”.

Y es que, el monumento que corona la cima del Gorbea hoy en día no es el original. La primera estructura, de 33,33 metros de altura, se inauguró el 12 de noviembre de 1901 “pero sin estar aún acabada la obra, sobre todo en lo relativo a la sujeción en sus cuatro puntos cardinales al suelo, que iba a haberse realizado con cables de acero”. La nieve acumulada en su estructura y los fuertes vientos de un invierno tardío la hicieron balancearse como un velero y acabó desplomada en el suelo tan solo un mes después, el 12 de diciembre. “Se rompió a 6 metros de altura, en la pata izquierda de la vertiente vizcaina”, indica García Uribe.

Su reconstrucción comenzó en 1902 pudiendo emplear para ello algunas partes recuperadas de la original. La segunda cruz, tan grande como la primera, fue inaugurada 22 meses después y bendecida el 1 de octubre de 1903 con aguas del río Jordán. Pero un 12 de febrero de 1906, un vendaval la volvió a tirar. “Dicen que se corrió la voz por los barrios altos de Zeanuri y Orozko, en que el anticristo salía los viernes a la noche de alguna cueva y soplaba tanto en la cota de 1.481 metros, que tiraba cualquier cruz que se instalara. La noticia corrió como la pólvora. El Obispado se asustó y dejó de ofrecer información al respecto”.

Es el motivo por el que se desconoce la fecha exacta de construcción de la tercera Cruz de Gorbea, la actual. “Es la prima pequeña de la Torre Eiffel porque tiene el mismo ángulo de curvatura pero recortaron en 16 metros la medida de las dos anteriores, dejándola en poco más de 17 metros”. Ante lo ocurrido en los dos proyectos anteriores, “no hubo inauguración aunque se cree que pudo ser levantada en 1910”. El único dato que se conoce es que “fue construida en Talleres de Zorroza, mientras que sus dos hermanas mayores fueron realizadas por quien fuera alcalde de Barakaldo, Serapio Goikoetxea Palacio, en su importantísimo taller Nuestra Señora del Rosario, en Lutxana”.

Otro momento de gran importancia histórica para esta cumbre llega el 13 de octubre de 1912. El Club Deportivo Bilbao organiza “poco después de fundarse, la primera actividad montañera de carácter masivo en todo el País Vasco, una excursión a Gorbea con 145 expedicionarios que salieron desde Bilbao”. Tras desayunar en Areatza, ascienden en grupos de 20 personas, comunicados por trompetas y cornetas entre sí, para no masificar la montaña. “En Arraba montan un campamento para la comida, finalmente 50 llegan a la cruz y tiran una foto”. Fue, el origen del montañismo vasco y tuvo lugar con la majestuosa Cruz de Gorbea como espectadora de excepción.