SON todos los que están, pero no están todos los que son. Y no están todos porque, por suerte, en estos días tan difíciles hay a muchas personas y colectivos de Ezkerraldea y Meatzaldea a los que hay que darles las gracias. De corazón. Precisamente eso, dar las gracias es lo que se pretende con la entrega de estos Laboral Kutxa DEIA Hemendik Sariak que, sin duda alguna, serán muy difíciles de olvidar.

Será complicado que esta edición acabe en el cajón del olvido por muchos motivos. El primero de ellos es que, al contrario de lo ocurrido en las once ediciones anteriores, no pudo haber una gran concentración de personas, de representantes de la ciudadanía de Ezkerraldea y Meatzaldea que pudieran ir al Meatzari Aretoa de Muskiz. El aforo, debido a la pandemia, fue limitadísimo y tan solo pudo haber un representante por premiado. A todo ello, hubo que añadirle la distancia interpersonal de 1,5 metros, el lavado de manos con geles hidroalcohólicos a la entrada y la salida del espacio cultural muskiztarra, y el uso obligatorio de mascarillas. Tocó sonreír con la mirada.

Con todos estos condicionantes a los que aún cuesta acostumbrarse -si algún día es posible acostumbrarse a algo así- se celebró una entrega de premios sencilla e íntima, pero quizá con más carga simbólica que nunca. Porque entre los premiados en los Laboral Kutxa DEIA Hemendik Sariak estaban representados los bancos de alimentos que con su incansable labor han amortiguado el golpe que la pandemia ha significado para muchas familias, integrantes de Protección Civil que han estado durante estos meses tanto para un roto como para un descosido porque su única misión era ayudar, los colectivos que han impulsado iniciativas solidarias... Y mención especial para los sanitarios, esos que se han enfrentado al virus en primera línea y que, pese a las dificultades, han logrado salvar vidas y seguirán haciéndolo.